Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Aunque el tema ha sido tratado por diferentes autores –particularmente filósofos políticos– y en diferentes épocas, hoy me parece actual; especialmente cuando en el presente encontramos que la sociedad busca cauces de expresión para ventilar asuntos que le afectan o que exhiben el hartazgo hacia las formas equivocadas de gobernar o de orientar los partidos, la política.
Eso ha llevado al incremento desde hace aproximadamente 3 décadas, de la aparición de diversos estilos de participación de la sociedad civil, dándole diferentes denominaciones: opinión pública, participación no gubernamental, manifestación pública, participación social, etc. Pero es claro que cualquiera que sea el concepto, conlleva el objetivo de expresar ideas, críticas y sustentos fuera del control del Estado y de la institucionalización política… aclaro, que no de la participación indirecta o directa en la misma, que es diferente.
Las disyuntiva de los gobiernos –sean del país que sea– en la actualidad, se presenta, cuando en los hechos se transgreden los derechos de los demás ciudadanos al permitirse la expresión–verbal, escrita, individual presencial o masiva, etc.–, para comunicar asuntos y hacerlos públicos. Generalmente las constituciones de los países, establecen límites para el uso de la expresión de la sociedad civil o de la manifestación pública.
En nuestro país el artículo 6º constitucional nos dice: la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el estado. [1]
Más claro ni el agua. Por lo tanto el Estado puede actuar—desde luego, después de agotar los medios y formas de diálogo y acuerdo–, por hacer uso de su investidura y poder enfrentar a todo aquel o aquellos, que en virtud de sus actos individuales o conjuntos, amenacen o pongan en peligro a los ciudadanos, perturbe el orden u ofrezca espectáculos denigrantes y vergonzosos para la sociedad.
Hoy es noticia en nuestro país —como un hecho inédito–, la actuación del Estado en la figura del segundo hombre en importancia del Gobierno Federal, subirse a un pódium y hablar de frente a una multitud de jóvenes, que han expresado sus inquietudes directas y han llegado a acuerdos para salir adelante en sus peticiones. Lo que debiera ser siempre.
Pero también, hemos visto una multitud de jóvenes con un comportamiento diferente—y también es un hecho inédito que deben registrar las nuevas generaciones en estos tiempos–, chavos que se han manifestado en forma organizada, civilizada, respetuosa de los demás. Porque los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, por tradición rebeldes, marcharon en las calles –porque así lo decidieron–acordonados, usando un solo carril en las avenidas para no afectar mayormente a los demás, enseñando sus credenciales de estudiante –y con ello rechazando a los mercenarios de izquierda que están siempre buscando reflectores para infiltrarse en las marchas, sacar raja política o provocar destrucción a su paso–. Y al impedir que se involucraran en su lucha grupos extremistas o anarquistas—huestes de las tribus sectarias del DF—hizo, que no se contaminaran sus propósitos y, eso fue una clara demostración de madurez y consciencia de su papel frente a la sociedad.
Hoy esos jóvenes para mí y quizás para muchos, merecen todo mi respeto, porque demostraron que se puede pedir y reclamar sin llegar a lesionar u ofender a nadie, sin destruir y menos canalizar en la petición, ira y resentimiento que conlleva a comportamientos destructivos y lamentables para todos. Eso habla de una juventud madura, demandante y consciente, que existe en nuestro país y es parte de estos nuevos tiempos que empezamos a vivir. Seguramente el Estado dará respuesta y solución a sus peticiones a la brevedad.
Por eso, toco el tema. Para entender un poco más lo que es en sí misma la posición y participación de la sociedad civil o civilizada , frente a la desobediencia civil obstinada o en busca de justicia; y por supuesto la posición del Estado y la sociedad en general, frente a estas modalidades de participación. Y lo haré en el presente artículo, esperando poder explicarme, sin cansar al lector con términos técnicos usados en la Filosofía y Ciencia Política, sino que –como siempre lo he intentado—poder hacerlo accesible, y si alguien desea profundizar lo puede hacer por su cuenta, en las fuentes que cito o en otras valiosas que existen y que analizan ampliamente el tema.
Pero hagamos un poco de historia.
Si nos remitimos a la filosofía política, encontramos diferencias entre los que es sociedad civil y desobediencia civil. La primera—y para ello cito a Adela Cortina[2]–, que dice: “la sociedad civil será, poco a poco frente al Estado, ese mundo de libertad, entendida como la independencia de los individuos con respecto al Estado y con respecto a los demás individuos, que se manifiesta en la libertad de consciencia, de culto, de expresión, de asociación, de reunión, de desplazamiento, de propiedad”.
Autores como Pérez Díaz[3], distinguen en el mismo, un sentido amplio y otro restringido: “el primero, como un entramado de instituciones sociopolíticas, que incluye un gobierno limitado que opera bajo el imperio de la Ley, un conjunto de instituciones sociales y asociaciones (sociedades, mercados, opinión pública, etc.) basadas en acuerdos voluntarios entre agentes autónomos”; es decir, un gobierno limitado que no controla la participación organizada de los individuos , mismos que en uso de su libertad pueden llegar a acuerdos como sociedad y reclamar al Estado sus necesidades y cumplimiento de sus derechos. “Y el segundo, como una esfera pública en la que estos agentes debaten entre sí y con el Estado asuntos de interés público y se comprometen con éste a colaborar con actividades públicas”. Es decir, en este caso, existe la participación directa de la sociedad en comunión con el Estado para realizar acciones de interés público y de esta manera se puedan compartir compromisos y responsabilidades.
Para mi gusto, la posición de Pérez Díaz, obedece al mismo tema pero a dos aspiraciones en el tiempo. Primero que las sociedades se organicen como agentes autónomos para reclamar sus derechos y resolución a sus necesidades y, acto segundo, que como toda manifestación expresa lleva la intención de una solución, esta se haga presente en los acuerdos, por lo tanto está en la voluntad del Estado el que esto se logre. Y si—acto seguido–, el propio Estado logra convencer a los ciudadanos, en su acción gubernamental positiva, se puede lograr la participación conjunta compartiendo los compromisos sociales a favor de la vida pública en común.
Algunas connotaciones han relacionado a la sociedad civil, con el concepto de civilidad. La civilidad, es un término posee los orígenes griegos y de la filosofía política occidental, es decir, cuando no existían diferencias entre el orden público y el orden social porque éstos se combinaban en la polis o pueblo, para resolver los asuntos privados y públicos; pero que ya en la modernidad, lo civil, es tomado como lo contrario a lo natural, al estado de la naturaleza , es decir un paso anterior a la madurez del hombre , que entra en la civilidad cuando se cultiva y racionaliza sus pensamientos y actos y puede ser crítico de su realidad. Atributos que le permiten valorar y adaptarse a la modernidad o ajustar la misma a su conveniencia.
Otras de las interpretaciones de la sociedad civil es que sirve de parámetro para la distinción entre lo privado con lo público y hay posiciones teóricas y filosóficas que describen los límites del Estado de no interferir en los asuntos que se remiten a la vida cotidiana y privada y que pertenecen y son de la competencia de cada ciudadano. Así lo refería B. Constant: “Que el Estado se limite a sustentar la esfera privada sin interferir en ella, para que los ciudadanos puedan disfrutar de su libertad subjetiva”[4].
Y esa libertad subjetiva, ha de permitir al individuo poder desenvolverse sin interferencias en su vida privada, pero para que ello pueda realizarse plenamente, requiere que el Estado proporcione las condiciones sociales y económicas para que los individuos en lo privado y en lo público, puedan disfrutar enteramente de sus derechos.
Marca entonces a la sociedad civil, esa espontaneidad, esa civilidad y esa exigencia a ejercer la privacidad en las mejores condiciones. Por eso cuando no la tiene o se le niega, hace uso de esa reacción natural e instintiva del hombre frente a la coacción del Estado.
Y en la época actual, hemos visto tantas formas de expresión y reclamo ciudadano, como condiciones constructivas o destructivas hay en cada región o país. Desde las más sutiles hasta las más combativas y extremas. Por eso, cuando un Estado es abusivo, inconsciente e irresponsable de su labor, esa libertad es exigible y necesaria para conducir a los ciudadanos a un camino inevitable, el reclamo a lo que por derecho les pertenece, el reclamo a vivir en la paz, la verdad y la justicia.
Por eso cuando el individuo siente que lucha sólo-una y otra vez–, y aun sin ser escuchado es reprimido, entonces puede optar por la desobediencia civil, como el camino para solucionar los problemas.
Pero ese tema lo veremos en la próxima.
[1] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
[2] Cortina, Adela, (1998) 10 Palabras Claves en Filosofía Política, ed. EVD, Navarra España.
[3] Pérez Díaz, V., (1993) La primacía de la sociedad civil, Alianza Madrid.
[4] Constant, B., 1989, De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, en Escritos Políticos, Centro de estudios constitucionales, Madrid España.
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