Pristine Seas, big data e inteligencia artificial contra la pesca ilegal

Por Zuberoa Marcos | Maruxa Ruiz del Árbol | El País

 

Para entender la carrera de Enric Sala podría recurrirse a la metafísica aristotélica (“El ser no sólo se toma en el sentido de sustancia, de cualidad, de cuantidad, sino que hay también el ser en potencia y el ser en acto, el ser relativamente a la acción”). Lo que era el biólogo catalán en acto y lo que podía ser en potencia. Porque en Sala había cualidades suficientes para convertirse en lo que es hoy desde que era un niño enamorado de las aventuras de Jacques Yves Cousteau (“quería ser buzo en el Calypso” dijo en una entrevista). En ese tiempo ya había dentro de él, en potencia, un explorador residente del National Geographic, honor que conquistó en el año 2011 convirtiéndose en el primer español que accede a la máxima categoría de investigación de la prestigiosa sociedad estadounidense.

Lo del catalán con los océanos es un amor comprometido. Por eso, después de varios años ejerciendo como profesor en Estados Unidos en la universidad de California, decidió abandonar su trabajo y cambiar el futuro… el suyo y el de todos los que habitamos este planeta: “Mi trabajo era dar clase, pero también investigar los efectos del hombre sobre el mar. Y un día me di cuenta de que lo que estaba haciendo era simplemente reescribir el obituario del mar. Con más precisión, con más datos científicos. Me sentía como el doctor que te dice cómo te vas a morir, con un detalle extraordinario pero sin proporcionar una cura”.

Lo que le faltaba, reconoció en una entrevista, era saber cómo eran los océanos hace 500 años, antes de que la acción del hombre los degradara hasta los niveles que conocemos en la actualidad. Pero viajar en el tiempo es imposible incluso para alguien acostumbrado a encontrar la forma de salirse siempre con la suya. Por eso la única forma de saber cómo se encontraban los mares medio milenio, atrás era viajar a los paisajes marinos más remotos del planeta para recoger datos, observar y comparar. La idea sedujo a la National Geographic Society y así nación Pristine Seas (Mares Prístinos), un proyecto dirigido por Salas, en el que a través de expediciones, investigación científica, análisis económico y divulgación (con producción de documentales y artículos) se intenta convencer a los mandatarios de los países en los que se encuentran esas escasas zonas vírgenes para crear espacios protegidos. Espacios que pueden servir para recuperar especies en peligro de extinción y a los que hay que proteger -como al resto de los océanos- de los estragos que causa la pesca ilegal, uno de los caballos de batalla contra los que pelean Enric Sala y su equipo. Una labor en la que cuentan con la inestimable ayuda de Global Fishing Watch, una organización que utilizando datos de satélite, big data e inteligencia artificial, puede seguir las actividades de los pesqueros (y predecir incluso cuándo van a realizar capturas ilegales). Una vigilancia que tiene que ser, sí o sí, completada con la concienciación de políticos, grandes compañías y gente en general, puesto que el futuro de la humanidad depende de que seamos capaces de salvar los océanos.

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