El último libro del Papa, que se pone hoy a la venta en 50 países al precio de 17 euros y bajo el título La infancia de Jesús, solo tiene 176 páginas en la edición italiana, pero muchos titulares. Aunque Joseph Ratzinger, que ya era un respetado teólogo antes de convertirse enBenedicto XVI, deja en pie “la realidad histórica” del nacimiento de Jesús y la virginidad de María, se carga de un plumazo la iconografía del portal: ni había mula ni había buey, y la estrella —casi con toda probabilidad— era una supernova.
El libro, el tercer volumen que Ratzinger dedica a la figura de Cristo, se plantea una pregunta tan delicada como crucial para los católicos: “¿Es cierto que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen?”. El Papa se contesta: “Sí, sin reservas”. Ahora bien, Benedicto XVI le quita la razón a San Agustín, quien dejó escrito que María hizo un voto de castidad y se encomendó a José para que la protegiera. Según Benedicto XVI, tal reconstrucción de los hechos “está fuera del mundo judío en el tiempo del nacimiento de Jesús”. Una fecha que Joseph Ratzinger sitúa –recurriendo al Evangelio de San Lucas—en el año 15 del imperio de Tiberio César, entre el 6 y el 7 antes de Cristo, coincidiendo con una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Pero, más que la fecha, llama la atención la manera en que el Papa reescribe, aunque sin refutar, los textos de Lucas y de Mateo.
“¿De dónde?”, se viene a preguntar Ratzinger, “¿pudieron sacar los dos evangelistas la historia que cuentan?”. Según su respuesta, de la propia María. “Solo ella”, sostiene el Papa, “podía referir el evento de la Anunciación”. Los matices del teólogo alemán llegan con los detalles. Según explica en el tercer capítulo, dedicado al nacimiento de Jesús, la Virgen envolvió a su hijo en pañales, pero como cualquier otra madre en sus circunstancias, esto es, con amor pero “sin sensiblería”. Es la tradición, según Joseph Ratzinger, la que le pone literatura al asunto, metiendo en el cuadro un pesebre —representación del altar— y unas gasas para envolver al bebé —un anticipo de la hora de su muerte—.
El Papa, por tanto, hace tabla rasa con los detalles —“en el portal no había animales”— y, a cambio, garantiza la veracidad del meollo del asunto: el nacimiento de Jesús no es un mito, sino una realidad: “Historia, historia real, acontecida, historia interpretada y comprendida con base en la Palabra de Dios”. Tan cierta, añade el Papa, como la virginidad de María. “Una mujer valiente”, escribe Joseph Ratzinger, “que incluso ante lo inaudito [el anuncio del Ángel] mantiene el autocontrol. Es una mujer de gran interioridad, que mantiene juntos el corazón y la razón y trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Dios”.