El vehículo construido por la NASA y la Agencia Espacial Europea podrá viajar hasta Marte
Por: Bruno Martín/El País
Cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron a la Luna en 1969, la fuerza que los impulsó hasta allí fue, sobre todo, política. Años antes, en 1957, el lanzamiento del satélite soviético Sputnik 1 desencadenó la carrera espacial y aceleró el programa Apollo hacia el éxito. Ahora, la NASA se prepara para volver a enviar astronautas fuera de la órbita terrestre, empezando por la Luna y con el objetivo de finalmente llegar a Marte. Pero esta vez no es una competición y esta vez no lo hace sin ayuda. Orion, la nave estadounidense que protagonizará el renacer de las misiones tripuladas al espacio profundo, cuenta con la colaboración de la Agencia Espacial Europea (ESA), encargada de la mitad de la construcción. A falta únicamente de probar todos los componentes juntos, Orion está hoy a menos de dos años de su viaje inaugural, y a tres o cuatro años del primer despegue tripulado.
“La competición acelera los proyectos, pero la cooperación permite que ocurran”, ha dicho Johann-Dietrich Wörner, el director general de la ESA, desde un hangar en el Centro Espacial Kennedy en Florida (EE UU). A escasos metros detrás de él, se yergue sobre andamios un cilindro metálico de cinco metros de diámetro y otros tantos de largo. Se trata del recién acabado módulo de servicio de la nave Orion, que llegó la semana pasada a Estados Unidos desde Bremen, Alemania. Allí está la sede de Airbus Defensa y Espacio, la división de Airbus Group que se ha encargado de construir el aparato y que ha pagado el viaje de EL PAÍS a Florida. Según Philippe Deloo, director del proyecto Orion en Europa, ese cilindro repleto de instrumentos es “una de las mejores piezas de ingeniería de la ESA”.
El módulo de servicio suministra aire, electricidad y propulsión a la nave, entre otras funciones vitales, y es uno de los dos componentes principales de Orion. El otro es la cabina de la tripulación —el único elemento reutilizable—, un cono truncado con volumen de 20 metros cúbicos y capacidad para seis astronautas, cuya construcción ha corrido a cargo de la empresa Lockheed Martin y de la propia agencia americana. “Históricamente, Estados Unidos ha mostrado recelo a la hora de delegar elementos críticos de la misión a otros países”, ha dicho Jim Bridenstine, el administrador de la NASA, por conferencia telefónica en el Centro Espacial (su vuelo de Washington D.C. a Florida se vio cancelado por el mal tiempo). “Ahora hemos decidido colaborar en proyectos grandes que ninguna agencia puede hacer sola. Me parece un cambio muy positivo”, ha añadido.
Esta semana, con el ensamblaje en el Centro Espacial Kennedy de ambas mitades —el módulo de servicio y el de tripulación— nace la nave espacial Orion: el vehículo que dará pistoletazo de salida a una nueva era de exploración espacial tripulada en el espacio profundo. El objetivo de Estados Unidos ya no es correr por ser el primer país en clavar la bandera en el siguiente planeta del Sistema Solar, sino desarrollar un programa “sostenible” de exploración e investigación científica a largo plazo. Un programa que “va a hacer que todos los demás parezcan pequeños”, según Guillermo González, jefe de control de las misiones tripuladas de la ESA y, hasta hace un año, jefe de control del proyecto Orion en Europa.
La nueva nave espacial es el corazón de ese plan. Con ella, la generación actual de astronautas viajará a la órbita de la Luna, desde donde muy pronto se podrán controlar robots para explorar la superficie del satélite. Esta tecnología ya se está probando con máquinas que se mueven sobre la superficie de la Tierra bajo el control de astronautas en la Estación Espacial Internacional. Con todo, la exploración espacial se acerca a su mayoría de edad, el momento en el que se emancipará de las salas de control terrestres y podrán empezar a dirigirse operaciones desde el espacio.
El portal lunar
Orion no cuenta con una bodega de carga como la que tenían los transbordadores espaciales que pusieron en órbita las piezas de la Estación Espacial Internacional, pero sí cuenta con poderosos motores que la pueden sacar de la órbita terrestre. En un futuro, será capaz de remolcar componentes para construir una estación espacial que orbite la Luna, y desde ese “portal lunar”, se dirigirán misiones más allá. “Los americanos querían ir a Marte”, cuenta Guillermo González. “Se han dado cuenta de que no pueden ir dentro de 10 años ni de 15. Van a practicar en la Luna y luego irán a Marte”, explica.
A pocos metros del hangar, se prepara en uno de los edificios más voluminosos del mundo el vehículo que sacará a Orion de la Tierra, un poderosísimo cohete bautizado Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS, por sus siglas en inglés). Con una altura de 100 metros y capacidad de carga de entre 70 y 130 toneladas, es más potente que cualquiera de los transbordadores espaciales o que los cohetes Saturno V del programa Apollo. En verano de 2020, el SLS despegará con Orion para su primera misión no tripulada, un viaje de aproximadamente tres semanas que llevará la nave a rodear el lado oscuro de la Luna. Al volver a Tierra, la cabina (sin tripulación) será recuperada, pero el módulo de servicio se consumirá en la reentrada. La ESA y Airbus ya están preparando uno de sustitución que volará en la primera misión tripulada, prevista para 2022.
Gracias a los acuerdos entre la NASA y la ESA iniciados en 2011 para la construcción de Orion, Europa ha extendido su acceso a la Estación Espacial Internacional durante los próximos años. Si los Estados miembros europeos se ponen de acuerdo para ello, es probable que la colaboración continúe con la fabricación de módulos de servicio para muchas misiones más. “En el futuro, esperamos que nos encarguen lotes de módulos, por ejemplo cuatro a la vez” ha dicho Oliver Juckenhöfel, responsable de servicios de órbita y exploración de Airbus. “Hacerlos de uno en uno no va a ser eficiente”, aclara.
El nuevo programa de exploración del espacio profundo de la NASA ha sufrido muchos retrasos, pero ya no quedan dudas de que saldrá adelante, con parada en la Luna para la próxima década y, previsiblemente, una llegada a Marte en la siguiente. “Se puede ver, se puede saborear, se puede tocar. ¡Nos vamos!”, tronaba la voz del narrador en un vídeo promocional de la NASA por los hangares del Centro Espacial.