Por Carmen Aristegui F./ Reforma
Como cada año, este 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer.
La fecha permite revisar y reflexionar sobre la situación de violencia y discriminación en que viven millones de mujeres en el mundo actualmente. El dato duro: 7 de cada 10, en el planeta, sufren violencia por el hecho de ser mujeres.
Se recuerda, hoy, la trágica y valiente historia de las hermanas Mirabal: las dominicanas Patria, Minerva y María Teresa que se opusieron a la dictadura de Leónidas Trujillo, el sátrapa retratado magistralmente por Vargas Llosa en La fiesta del Chivo. Encarceladas, torturadas, vejadas sexualmente y asesinadas por aquel régimen, “las mariposas” son emblema para las mujeres.
Se recuerda también la gran manifestación de 1857, en Nueva York, cuando miles de mujeres se manifestaron para reivindicar sus derechos laborales, y el trágico incendio en la fábrica Cotton Textiles, donde murieron 129 costureras encerradas para trabajar y para impedir su participación en la gran huelga que peleaba por los derechos laborales y trato igualitario en las empresas.
La fecha nos lleva a historias recientes como la de la niña Malala. La pakistaní atacada por pedir educación que incluya a las niñas y las mujeres. En torno suyo se ha desatado una ola solidaria que la coloca ya en la lista de personas que podrían aspirar al Premio Nobel para este año.
Para hablar del caso mexicano hay que recordar que el año pasado se realizó, por parte de la ONU, un examen especial sobre la situación aquí en materia de discriminación y violencia a las mujeres. Este 8 de marzo se espera algún tipo de respuestas al documento de la ONU.
Es un documento en donde se reconocen avances, se manifiestan preocupaciones y se emiten recomendaciones.
Destaca, por ejemplo, la importancia de la reforma constitucional en materia de derechos humanos y también las que se hicieron al Cofipe en 2008, que contemplan un sistema de cupos de género para registrar candidatos en una proporción de 40-60. Con ello se alcanzó un 36 por ciento de mujeres en el Congreso mexicano. El más alto de la historia.
A la ONU le preocupan los altos niveles de inseguridad y violencia que no se limitan a la lucha contra la delincuencia organizada y que se extienden al resto de la población “en particular a las mujeres y muchachas”.
Lo que tenemos es la intensificación de pautas ya existentes de discriminación y violencia generalizadas contra mujeres, basadas en actitudes patriarcales que minimizan el fenómeno y lo hacen invisible.
El informe dice que México debe “revisar su estrategia de seguridad pública para la lucha contra la delincuencia organizada”. Sería una sorpresa si se anuncia algo al respecto.
A México se le pide también que armonice sus legislaciones y derogue leyes discriminatorias. Lo que impera aquí es una heterogeneidad de códigos y marcos jurídicos en lo federal, estatal y municipal que contribuyen a subrayar la desigualdad en el trato entre hombres y mujeres. Hay disposiciones que son francamente discriminatorias, relacionadas con temas como aborto, violación, trata, lesiones, adulterio u homicidios por motivos considerados “de honor”.
Asuntos tan graves como las desapariciones llevan a la ONU a recomendar a México que desarrolle, por ejemplo, un registro sistemático de las desapariciones forzadas para saber, por lo pronto, la magnitud del fenómeno. De ese tamaño es la falla. Es probable que la lista de más de 25 mil desapariciones, cuya existencia ha sido reconocida por Gobernación, responda a las recomendaciones de los organismos internacionales como éste. La lista que empezó a hacerse el sexenio pasado -ahora en proceso de depuración- apunta a un problema descomunal.
Los indicadores muestran conexión entre desapariciones y la trata. La información disponible estremece.
El informe dice que México debe activar, urgentemente, los mecanismos de Alerta de Género. Razones hay de sobra.
El número es cada vez mayor, de desa- pariciones forzosas de mujeres y muchachas en varios estados como Chihuahua, Nuevo León y Veracruz.
Prevalece la violencia sexual y se registran violaciones y vulnerabilidad para mujeres en las regiones donde el Ejército y funcionarios realizan acciones contra el crimen organizado. Las mujeres no denuncian porque no confían en las autoridades y porque no hay protocolos que permitan enjuiciar casos de violencia contra la mujer. La impunidad es persistente. En síntesis: nada que celebrar este día.