Mexicanos en el Óscar

Por Pedro Paunero

La historia de los mexicanos en Hollywood es muy antigua, tanto que se remonta a tiempos anteriores a la fundación de la misma meca del cine, cuando varios actores mexicanos, miembros de la “troupe” del famoso Buffalo Bill, fueron filmados para el Kinetoscopio de Thomas Alva Edison en 1894, en un cortometraje titulado “El charro lazador mexicano”, que sólo podía exhibirse en un aparato anterior a las cámaras de cine, propiamente dichas, que fabricaron los Hermanos Lumière y que consistía en un artilugio en cuya caja de madera se desenrollaba una cinta filmada con un visor individual encima. La película no podía proyectarse sobre un muro al público. En esta cinta antiquísima se podían ver, a través de ese visro, a Vicente Ore Passo, Pedro Esquivel y Dionisio González ejecutando suertes con la reata y un falso duelo con cuchillos. Pero la presencia mexicana en Hollywood es anterior. Incluso la historia de la ciudad donde se asienta la mayor industria fílmica mundial tiene orígenes mexicanos. La fundación de Los Ángeles California, se remonta a 1781, cuando el gobernador español Felipe de Neve puso los cimientos la ciudad con el nombre de “Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula”, de la cual Hollywood es sólo un distrito.

El primer gran “actor” del cine mexicano, sin embargo, fue el presidente Porfirio Díaz, que aparecía complacido ante las cámaras de los operadores que los Lumière enviaron a México. En estas “tomas”, como se las llamaba, se podía ver al viejo dictador a caballo, luciendo sus mejores galas, paseando en Chapultepec, por ejemplo, formando parte viva de la decoración que había creado con su “Pax Porfiriana”. En periódicos de aquellos años puede leerse la convocatoria que lanzara Díaz, invitando a la clase alta capitalina a pasearse delante de aquellas cámaras primitivas para ser filmados. El entusiasta llamado presidencial fue ignorado y sólo su carruaje acudió, puntual, a la cita. Poco tiempo después la Revolución Mexicana se encargaría de desmentir, a sangre y fuego, el oropel de las décadas anteriores y llevaría a la pantalla a uno de los más improbables protagonistas del cine de Hollywood, el mismísimo general Pancho Villa.

La “Mutual Corporation” contrató a Villa para protagonizar algunos segmentos de su propia vida en una película, en la cual el actor Raoul Walsh interpretaría al joven Villa. “La vida del General Villa”, dirigida por William Christie Cabanne en 1914, se perdió y constituye uno de los títulos de la cinematografía silente más buscados por los investigadores. Los mexicanos que aparecían en las películas estadounidenses de aquel entonces constituían meros estereotipos: bandidos, borrachos, violadores, prostitutas o “machos” de naturaleza animal y pocas luces. La larga andadura de los mexicanos en el cine nacional tiene una historia paralela a la del cine americano cuando, gracias a la Segunda Guerra Mundial, y a la activa participación del país como aliado de los Estados Unidos, la producción de celuloide sería enviada a México, en detrimento de la producción argentina, país que coqueteaba con el fascismo y que dominaría el mercado latinoamericano durante las primeras décadas del siglo.

La historia misma de la crónica y la crítica de cine actual tiene orígenes mexicanos. El filósofo José Ortega y Gasset no quiso desaprovechar el naciente invento, su novedosa forma de arte y la creciente industria, y comisionó a Federico de Onís, en 1915, la publicación de algunos artículos sobre cine. Le relevaría Alfonso Reyes, que publicaba sus textos bajo el seudónimo de “Fósforo” quien, en una forma más desarrollada de conciencia ante la reciente forma de arte, se volvió el padre de la crítica de cine, y mantenía correspondencia con el estadounidense Phillipe H. Welche que, en el “Minneapolis Morning Tribune”, hacia lo suyo en los Estados Unidos.

Ha habido otras figuras mexicanas sumamente destacadas en Hollywood, ya como parte de la gran maquinaria de aquella industria, citaremos a algunas, y terminaremos por recordar a los ganadores del Premio de la academia, el ansiado Óscar. Comenzaremos recordando a Lupita Tovar, fallecida el año 2016 a los 106 años de edad, quien, aunque no ganó jamás la codiciada estatuilla, tiene un lugar importante en la historia del cine al haber protagonizado la versión hispana, dirigida por el americano George Melford, de “Drácula” (1930), aquella película legendaria que protagonizara Bela Lugosi y dirigiera el maestro Tod Browning. La historia es conocida y forma parte de la leyenda de Hollywood: durante el día se rodaba la versión en inglés; durante la noche, y a todo vapor, la versión en español. La segunda, a pesar de todo, es técnicamente superior pero carece de un vampiro carismático, como fue la personalidad que supo imprimirle Lugosi a su personaje. Dos años después Lupita Tovar sería llamada a México para encarnar a “Santa”, la prostituta de gran corazón de la novela de Federico Gamboa, en la por entonces segunda versión del libro pero, a la vez, la primera auténtica película sonora del cine mexicano.


En contraste con los papeles de Lupita Tovar, Lupe Vélez y Dolores del Río formaban parte de la pléyade de “Super Stars” del cine americano. La muerte de Lupe Vélez es legendaria y la crónica de la misma se debe a Kenneth Anger, escritor y cineasta de vanguardia quien, en un afán desmitificador y vengativo contra sus colegas que despreciaban su obra enmarcada en el más puro y avanzado movimiento “Underground”, escribió un par de libros, “Hollywood Babilonia 1 y 2”, donde se encargó de plasmar los aspectos más oscuros y sucios de la industria. Según el libro Lupe, tras invitar a varias estrellas de la época a una cena de gala en su mansión, para ocultar un embarazo no deseado y escapar del escándalo, se habría retirado a su habitación, donde había, prácticamente, sumergido su cama con flores y velas, para suicidarse glamurosamente ingiriendo una dosis mortal de Seconal. Según Anger, la picante comida mexicana que Lupe había cenado, habría reaccionado de forma terrible con la droga, la actriz habría corrido al baño, donde vomitaría profusamente y se habría resbalado en su propio vómito, caído de cabeza sobre el retrete y se habría ahogado con la cara metida en la taza. Se trata de una historia maliciosa, contada por un Kenneth Anger que bien podemos imaginar riendo a carcajadas mientras la escribía, y que ha sido desmentida en varias ocasiones. Pero la leyenda urbana de la muerte de la hermosa actriz, apodada la “Chinampina” y la “Whoopee Lupe” mexicana, perdura hasta el día de hoy.

Dolores del Río protagonizó una de las películas más escandalosas de su época, “Ave del paraíso” (Bird of Paradise, 1932), dirigida por el gigante King Vidor. Dolores interpreta a Luana, la bella hija de un jefe de una tribu de una isla en la Polinesia. Hasta aquella isla llega Johnny (Joel McCrea), que se enamora de ella, por supuesto, pero Luana está destinada a ser sacrificada, ofrecida al típico volcán-dios en esta clase de cintas, y los amantes tienen que vérselas con toda la población para rescatar su amor. Se dice que el tiránico productor David O. Selznick sólo quería dos cosas: ver a Dolores siendo ofrecida al volcán y nadando desnuda en el mar. Así fue como la secuencia, en la que aparentemente nadan desnudos Dolores y McCrea, pasó a la historia.


Katy Jurado, que se casaría con el actor Ernest Borgnine, con quien, por cierto, la pasó muy mal, participó en un western mítico, “High Noon”, dirigido por Fred Zinnemann en 1952, modelo de todos los westerns sobre duelos a pistola mientras se hace un uso perfecto del tiempo y del suspense, y por cuyo papel obtuvo el Globo de Oro, convirtiéndose en la primera actriz latinoamericana en ganarlo. Katy también tiene el honor de haber sido la primera en ser nominada al Premio Óscar aunque no logró ganarlo.


Un Mario Moreno “Cantinflas” visitó, a principios de los años sesenta, la Casa Blanca, invitado por John F. Kennedy, quien lo recibió como “representante de su pueblo”. Apunta el historiador del cine mexicano Emilio García Riera en su “México visto por el cine extranjero” que la Columbia Pictures, en retribución por los buenos resultados económicos obtenidos a través de la distribución de las películas del comediante mexicano alrededor del mundo, rodaría la desastrosa “Pepe” (George Sidney, 1960), nominada a siete Premios Óscar y que hacía gala, como en la anterior “La vuelta al mundo en 80 días”, dirigida por Michael Anderson en 1956, de un despliegue de estrellas del momento, como Gary Cooper, Judy Garland, Zsa Zsa Gabor, Janet Leigh, Kim Novak, Edward G. Robinson, Frank Sinatra y un largo etcétera. Cantinflas, en el papel principal, como un caballerango encariñado con un caballo destinado a un director de cine de Hollywood, se ve disminuido por un guion endeble, que lo estereotipa una vez más como a un ser infantilizado, y sobrepasado por los cameos de estrellas americanas. La película fue un fracaso de taquilla en Estados Unidos pero un éxito en un México todavía acostumbrado a comedias ligeras y tontorronas, sin compromiso alguno.

El Óscar llegaría por primera vez a manos de un mexicano en 1949, cuando Emile Kuri, hijo de libaneses y nacionalizado estadounidense, ganaría su primer premio a Mejor diseño de producción por “La heredera” (The Heiress), de William Wyler y, posteriormente, por “Veinte mil leguas de viaje submarino” (Twenty Thousand Leagues Under the Sea) de Richard Fleischer, en una producción de la Disney de 1954. Kuri ostenta el récord de nominaciones al premio para un mexicano, con el número de ocho, una de estas por otra producción de Disney, la mítica “Mary Poppins” de Robert Stevenson (1964).

El chihuahuense Anthony Quinn ganaría dos veces la estatuilla por Mejor actor de reparto en “¡Viva Zapata!” de Elia Kazan en 1952, y por “Lust for Life” de Vincente Minnelli en 1956, aunque el papel de su vida, como Alexis Zorba en “Zorba el griego” de Michael Cacoyannis, y basada en la novela del extraordinario Nikos Kazantzakis, lo interpretaría hasta el año de 1964, en que se quedó con la nominación a Mejor actor sin obtener nada más.


El documentalista tamaulipeco Manuel Arango Arias, filántropo y ecologista, resultaría ganador del Óscar a Mejor cortometraje documental y a Mejor cortometraje por “Centinelas del silencio” (dirigida por Robert Amram), que produjo en 1971. El corto, un recorrido aéreo por algunas zonas arqueológicas mexicanas, está narrado por Orson Welles en su versión en inglés y en español por Ricardo Montalbán.

En 2002 Beatrice de Alba ganaría el Óscar a Mejor maquillaje por “Frida”, de Julie Taymor, película por la cual Salma Hayek, en el papel protagonista como la célebre pintora, sería nominada como Mejor actriz.


Parte del equipo mexicano de Guillermo del Toro en la película “El laberinto del fauno” obtendría dos premios en 2006, Eugenio Caballero por Mejor diseño de producción y Guillermo Navarro por Mejor fotografía. El primero de los “tres amigos” mexicanos en Hollywood comenzaba ya a hacer historia. Alfonso Cuarón obtendría dos premios Óscar, como Mejor Director y en la categoría de Mejor edición (premio compartido con Mark Sanger) por “Gravity” en 2014. Esta misma película le daría el primero de sus tres premios Óscar a Emmanuel Lubezki por Mejor Fotografía. El segundo lo obtendría por “Birdman” o “La inesperada virtud de la ignorancia” de Alejandro González Iñárritu, en 2015 y por “The Revenant”, dirigida también por Iñárritu en 2016. Antes de Lubezki, uno de los fotógrafos más importantes del cine mexicano, que dejó su impronta a lo largo de la llamada Época de oro, fue Gabriel Figueroa, nominado por Mejor fotografía en “La noche de la iguana”, de John Huston, en 1964. Ganador de once premios Ariel y uno honorario, Figueroa participó en “La perla”, película dirigida por Emilio “Indio” Fernández, primera producción rodada en español en obtener un Globo de Oro.

En 2013 Lupita Nyong’o, actriz afro-mexicana (sus padres son kenianos), resultaría ganadora del Óscar a Mejor actriz de reparto por “Doce años de esclavitud”, de Steve McQueen. El año 2015 Alejandro González Iñárritu rompería record al resultar ganador con sus tres primeros premios Óscar, a Mejor película (al lado de John Lesher y James W. Skotchdopole), a Mejor dirección y a Mejor guión original (con Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Jr. y Armando Bo) por “Birdman”; a Mejor dirección por “The Revenant” en 2016; y la obtención de un Óscar especial por “Carne y arena” (Virtualmente presente, Físicamente invisible), su instalación de Realidad virtual, en 2017.


El 2018, que es también el año histórico de la entrega número 90 de los Premios Óscar, Guillermo del Toro, cuya película “La forma del agua” se encuentra nominada en trece categorías, podría levantarse como el tercero de los directores mexicanos de la escuela del Siglo XXI en obtener el tan deseado premio a Mejor director.


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