La Iglesia celebra hoy la fiesta de la Sagrada Familia, la familia de Jesús. Contemplamos la dimensión familiar de la Navidad, contemplamos a Dios hecho hombre, habitando entre nosotros, naciendo en una familia. El Hijo de Dios se encarnó en un hogar y en un pueblo concreto, para vivir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los humanos.
Dios, al realizar sus grandes obras, no recurre a medios espectaculares, se vale de medios típicamente humanos. En realidad la salvación de la humanidad se hace con la colaboración de la misma comunidad humana. Cada uno de nosotros nace y se educa en una familia. Y en una familia crecemos y adquirimos personalidad y capacidad para servir a la sociedad.
Seguramente la Familia de Jesús fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. En la familia de Nazaret vemos un estilo de vida donde nos darnos cuenta que es posible vivir de acuerdo al plan de Dios y que, aún en estos tiempos, es posible hacer el bien.
Sabemos que muchas familias de hoy están en crisis. Las causas son profundas, pero en esta fiesta de la Sagrada Familia, fijémonos en una que es fundamental, la falta de fe, o vivir ignorando a Dios. Es importante que los esposos den espacio a Dios, a quien hay que darle siempre el lugar de preferencia y no querer hacerlo a un lado, porque se opone a nuestros caprichos. Sin Dios las relaciones entre los miembros de la familia pueden llegar a ser difíciles y hasta imposibles.
La presencia de Dios es lo que realmente garantiza la unidad familiar y unas relaciones que, sin ser perfectas sean lo más parecidas a la familia de Jesús. Por eso Dios elevó el matrimonio a nivel de Sacramento, para que la unión matrimonial fuera fuente de gracia para los esposos y para los hijos. Hay que hacerle espacio a Dios en todos los ámbitos de nuestra vida.
A María y José no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios. Jesús se preparó para su misión en el hogar de Nazaret.
Como toda familia la de Jesús tuvo dificultades: no encontró posada en Belén y el niño nació en un establo; fue perseguida, apenas Jesús vio la luz; tuvo que emigrar hacia Egipto para salvar la vida del hijo y pudo retornar hasta la muerte de su perseguidor. A María y José no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios.
En aquella humilde familia trabajó Jesús, meditó y vivió con sabiduría y amor; ahí aprendió a ser hombre, a ser discípulo y se preparó para la misión que el Padre le encomendó. No celebraríamos bien la Navidad, si no nos diéramos cuenta de lo importancia de fortalecer nuestras familias.
+ Juan Navarro Castellanos
Obispo de Tuxpan