El evangelio nos dice que Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea, en tiempo del rey Herodes. Por entonces unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: –¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.
En el relato surgen claramente tres reacciones distintas al anuncio del nacimiento de Jesús: la de los magos, la de Herodes y la de los sumo sacerdotes, que muestran las distintas reacciones que tenemos las personas ante una misma señal y cómo se relacionan esas señales con los deseos, las ilusiones, los sentimientos y las ambiciones personales.
Herodes se echa a temblar ante la posibilidad de perder el poder y sus privilegios. Acude a los escribas que conocen las escrituras: Ordena la matanza de los niños inocentes menores de 2 años. Esto debió parecerle una medida necesaria y moralmente justificada por el bien público.
Consultados por Herodes y por los Magos, los escribas y sacerdotes no dudan en afirmar que el Mesías nacería en Belén. Saben dónde ha nacido el Mesías; son capaces de informar a los demás, pero ellos no se mueven; no les interesa ese acontecimiento.
En su largo y laborioso camino los magos buscan, ven, creen, adoran, ofrecen sus dones, y sobre todo, se transforman… Ponerse en camino supone desprendimiento, salir de uno mismo, dejar seguridades, desinstalarse, superar obstáculos, aceptar la sorpresa y la novedad. Ponerse en camino es necesario para encontrar y manifestar a Jesús. Encontrarlo es la gran alegría. Dios se hace presente en el mundo a través de quienes lo muestran con su vida, más que con palabras.
Los magos se llenan de alegría, se ponen en camino, reconocen a Jesús y le adoran. Ellos no enseñan con palabras, sino con hechos; no con lo que dicen, sino con lo que hacen. No titubearon, se pusieron en camino; dejaron la seguridad del propio país. Actuaron consecuentemente, sin vacilación. Si se hubieran puesto a calcular uno a uno los peligros, las incógnitas del viaje, habrían perdido la determinación inicial y se habrían enredado en consideraciones vanas y estériles.
Avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino. Los magos nos enseñan que quienes miran llegan a ver y quienes buscan consiguen encontrar. Representan una sabiduría poco común: la de quienes saben leer los signos de los tiempos y entienden que la salvación de la humanidad no está en la prepotencia y el poder, sino en la sencillez, la ternura y la bondad.
+ Juan Navarro Castellanos
Obispo de Tuxpan
EPIFANIA DEL SEÑOR
Isaías 60, 1-6; Efesios 3, 2-3a.5-6; Mateo 2, 1-12
Sigamos de cerca el relato evangélico de la llegada de los Magos a Belén para descubrir orientaciones prácticas para nuestra vida. En esta narración, con el elemento histórico se mezcla el elemento teológico y simbólico. En otras palabras, el evangelista no ha intentado referir «hechos» solamente, sino inculcar también cosas que «hay que hacer», indicar modelos a seguir o a evitar en quien lee. Como toda la Biblia, también esta página está escrita «para educar nuestra fe».
- El nacimiento de Jesús es Buena Noticia para toda la humanidad.
Jesús no es monopolio de nadie. Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea, en tiempo del rey Herodes. Por entonces unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: –¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.
En el relato surgen claramente tres reacciones distintas al anuncio del nacimiento de Jesús: la de los magos, la de Herodes y la de los sacerdotes. Los magos, Herodes y los escribas nos muestran las distintas reacciones que tenemos las personas ante una misma señal y cómo se relacionan esas señales con los deseos, las ilusiones, los sentimientos, las ambiciones… personales. Empecemos con los modelos negativos que habrá que evitar.
- Ante todo, Herodes:
Herodes se echa a temblar ante la posibilidad de perder su poder, su sillón y su palacio. Acude a los escribas que conocen las escrituras, saben lo que está anunciado, pero están instalados cómodamente y no les interesa moverse ante el anuncio de los sabios. En cuanto se entera del acontecimiento «se sobresalta», convoca a asamblea a los sacerdotes y a los escribas, no para conocer la verdad, sino para tramar un golpe traicionero. Herodes representa a la persona que ya ha hecho su elección, antes de entender la realidad.
Entre la voluntad de Dios y la suya, desde luego ha optado por la suya propia. No ve más que su interés, y está decidido a truncar cualquier cosa que amenace con perturbar este estado de cosas. Probablemente piensa hasta que cumple con su deber, defendiendo su realeza, su linaje y hasta el bien de la nación. Asimismo, ordenar la matanza de los inocentes debía parecerle, como a muchos otros dictadores de distintas épocas de la historia, una medida necesaria y moralmente justificada por el bien público. Desde este punto de vista también hoy el mundo está lleno de «Herodes».
- Pasamos a la actitud de los sacerdotes y de los escribas.
Herodes, Jerusalén, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley se inquietan ante la noticia, actúan mañosamente y planean la muerte del Niño. Consultados por Herodes y por los Magos para saber dónde había de nacer el Mesías, los escribas y sacerdotes no dudan en dar la respuesta exacta. Saben dónde ha nacido el Mesías; son capaces de indicarlo también a los demás, pero ellos no se mueven.
No corren a Belén, como sería de esperar de personas que aguardaban la llegada del Mesías, sino que se quedan cómodamente en Jerusalén. «Vayan –dicen a los demás–, y después vengan a informarnos». Se comportan como las señales de tránsito y las indicaciones de carretera: señalan el camino a seguir, pero permanecen inmóviles bien clavadas a los lados de la vía.
En ellos vemos simbolizada una actitud que se repite también entre nosotros. Sabemos bien qué implica seguir a Jesús: «ir tras Él» y, en caso necesario, lo sabemos explicar igualmente a los demás, pero nos falta el valor y la generosidad de ponerlo en práctica hasta el final. Se dice que tenemos muchos que predicamos, pero hay pocos testigos auténticos de Jesucristo.
Si todo bautizado es por eso mismo «testigo de Cristo», entonces la actitud de los sumos sacerdotes y de los escribas debe hacernos reflexionar a todos. Ellos sabían que Jesús se encontraba en Belén, «la menor aldea de Judea»; nosotros sabemos que Jesús se encuentra en la Eucaristía, en la Palabra, en los pobres, en los humildes, en los que sufren…
- Y vayamos con los protagonistas de esta festividad, los Magos. En su largo y laborioso camino los magos buscan, ven, se cuestionan, creen, adoran, ofrecen, y sobre todo, se transforman… Ponerse en camino supone desprendimiento, salir de uno mismo, dejar seguridades, desinstalación, superar miedos, aceptar la sorpresa y la novedad. El Papa Francisco habla de primerear, de salir, de ir a los demás. Ponerse en camino es necesario para descubrir, encontrar y manifestar a Jesús. Encontrarlo es la mayor alegría. Dios se hace presente en el mundo a través de quienes lo muestran con su vida, más que con sus palabras.
Los magos se llenan de alegría, se ponen en camino, reconocen a Jesús y le adoran. Ellos no enseñan con las palabras, sino con los hechos; no con lo que dicen, sino con lo que hacen. No titubearon, se pusieron en camino; dejaron la seguridad del propio ambiente, de moverse con gente conocida que les reverenciaba. Actuaron consecuentemente, sin vacilación. Si se hubieran puesto a calcular uno a uno los peligros, las incógnitas del viaje, habrían perdido la determinación inicial y se habrían enredado en consideraciones vanas y estériles.
- Una última indicación preciosa nos llega de los Magos. «Avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino». Los magos nos enseñan que quienes miran llegan a ver y quienes buscan consiguen encontrar. Representan una sabiduría poco común: la de quienes saben leer los signos de los tiempos y entienden que la salvación de la humanidad no está en la prepotencia y el poder, sino en la sencillez, la ternura y la bondad.
El encuentro con Jesús les hace cambiar de camino. Símbolo de transformación interior. Recorren caminos nuevos porque son personas nuevas. Ya no necesitan el poder de Herodes ni el saber de los escribas. Han experimentado la inmensa alegría del encuentro con una Persona que dará un nuevo sentido a su vida, a todo lo que hagan y les suceda en el futuro. Esa puede ser la consecuencia de nuestro encuentro con Jesús: la transformación de nuestra vida. La capacidad y la decisión de tomar otro camino. Cuando se ha encontrado a Cristo, ya no se puede volver por el mismo camino. Al cambiar la vida, cambia la vía. El encuentro con Cristo debe generar un cambio de actitudes, un cambio de rumbo, un nuevo camino.
- Por eso nos conviene seguir celebrando la Navidad año tras otro. Algún día lo entenderemos. Y lo sentiremos en el corazón. Y, sobre todo, que no desesperemos, que no creamos que el mal va a vencer el proyecto salvador que Dios ha echado a andar en beneficio de la humanidad. Pero que comprendamos que el mal hay que vencerlo siempre con el bien. Confiemos en Dios y comencemos a cambiar, avancemos, seamos protagonistas, como lo fueron los Magos, para alcanzar la luz, para encontrar a Cristo y llenarnos de alegría.
Si analizamos a fondo este misterio de la encarnación, tendríamos que cambiar nuestra forma de pensar y nuestra forma de relacionarnos con Dios, con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Si hemos comprendido el amor de Dios, manifestado en la encarnación de su Hijo, deberíamos buscar ese AMOR allá donde él lo quiso poner y manifestar.
Hemos de llevar ese amor a los enfermos, a los niños maltratados, a las familias que lloran por la muerte violenta de sus seres queridos, a las mujeres maltratadas, a los injustamente encarcelados, a tantos que viven en la miseria; a los desempleados, a los que duermen en las calles, a los alcohólicos, a los drogadictos… El amor de Dios con toda su luz, con toda su fuerza de salvación quiere iluminar y redimir todas las realidades de sufrimiento, quiere llenar de luz la oscuridad, el miedo y el dolor de cuantos sufren.