Por: Azahara Mígel, Noelia Núñez/El País
En 2015 Elon Musk y Steve Wozniak, entre otros 8.000 científicos y líderes tecnológicos, firmaron una carta abierta en la que alertaban de los peligros de la inteligencia artificial. Un toque de atención sobre la posibilidad de que las máquinas resultaran perjudiciales para nuestros intereses como especie, que compartía el físico británico Stephen Hawking cuando aseguraba que la inteligencia artificial podía ser “lo mejor o lo peor que le suceda a la raza humana”. Sin embargo, nos guste más o menos, parece que el futuro pasa obligatoriamente por una convivencia con máquinas responsables de hacer parte del trabajo. Incluso una parte importante del mismo, no solo las tareas mecánicas y repetitivas a las que no nos cuesta trabajo destinarlas.
Un artículo publicado en la web del Foro Económico Mundial aseguraba que vivimos un momento histórico en la inteligencia artificial gracias al big data, los avances en hardware, unos algoritmos cada vez más potentes y una comunidad de desarrolladores de código abierto que reducen las barreras para entrar en el industria de la tecnología. Estas condiciones, aseguraba el artículo, propiciaban ocho campos en los que la inteligencia artificial podía ayudar a salvar nuestro planeta: los vehículos eléctricos y autónomos, las nuevas redes energéticas, la agricultura inteligente, mejores predicciones climáticas, las respuestas ante los desastres naturales, las ciudades conectadas y sostenibles, la transparencia digital y el desarrollo científico.
Obviamente, con la inclusión de la inteligencia artificial en la ecuación medioambiental, no se está forzando una actualización futurista del “que inventen ellos” de Unamuno. No son las máquinas las que van a resolver los problemas creados por los humanos, sino que seremos nosotros los que las dirigiremos hacia ello. De hecho, ya hay varias iniciativas y propuestas encaminadas en esta dirección. Una de ellas es la que dirige Lucas Joppa en Microsoft: “estamos ante una magnífica oportunidad para nuestras herramientas y tecnologías más sofisticadas y encaminarlas a la resolución de algunos de los retos ambientales que enfrentamos en la actualidad”. Joppa es el responsable de Medio Ambiente en la compañía de Redmond y director del proyecto IA para la Tierra, un compromiso de cinco años y 50 millones de dólares en el que Microsoft quiere desplegar sus investigaciones dentro de la inteligencia artificial, aplicadas a cuatro áreas específicas: la agricultura, agua, biodiversidad y cambio climático.
El programa de Microsoft ofrece subvenciones y acceso a los potentes recursos tecnológicos y de computación de la compañía para proyectos que buscan cambiar los modelos de gestión y explotación actuales. Joppa cree que los gobiernos juegan un papel crítico en las soluciones e iniciativas respecto al cambio climático, pero considera que las empresas no pueden quedarse atrás y deben asumir un rol más protagónico: “las compañías no necesitan a los gobiernos para pasar a la acción. Podemos salir ahí afuera y tomar decisiones por nosotros mismos. Podemos fijar la agenda que queremos ver. Si observas el éxito del sector tecnológico, verás que existe una enorme oportunidad para que ayudemos a acelerar la agenda global de la sostenibilidad del planeta”.