Los secretos que rodean la historia del cantante ejercen una gran fascinación. Cada domingo miles de espectadores siguen la serie sobre el ídolo mexicano
Por Elena Reina/El País
Cada domingo miles de seguidores de Luis Miguel y otros que sabían muy poco sobre él asisten a una experiencia irresistible. Desde el sofá, se cuelan en la vida privada de uno de los cantantes más herméticos de la música latina. Sienten compasión por aquella estrella infantil, explotada por un padre sin escrúpulos, desesperado por dejar de ser pobre. Se identifican con sus problemas de pareja, con su depresión tras una ruptura, con la soledad que acarrea el éxito. Observan cómo quien fuera uno de los ídolos de México, el dios de las suites de lujo y las mujeres más guapas, sufría los mismos problemas que el común de los mortales. Además, se convierten en testigos de lo que ocurría tras las bambalinas de la flor y nata mexicana de los ochenta: del champán, estrellas de Hollywood, Acapulco y más fiestas. La serie sobre la vida del cantante mexicano se ha convertido en una telenovela, con un protagonista y un villano —su padre, Luis Rey—, pero también en un capítulo hasta ahora desconocido de sus vidas.
Porque Luis Miguel creció en la casa de cualquier mexicano desde principios de los ochenta y todavía no se ha ido. Desde las más humildes hasta las más ricas. Y hay pocas cosas en México que hayan unido más que El Sol. En una sociedad tremendamente desigual representaba lo que todos querían ser: un triunfador. A más de una generación la ha acompañado durante décadas a través de sus canciones, pero también de sus escándalos. La nueva novia de Luis Miguel se convertía en un debate nacional, también su vida de lujos y yates, sus problemas con el alcohol, el abandono de los escenarios, las demandas millonarias. Pero, como dijo él mismo, pocos conocían la verdad de aquella historia.
Un hombre que todavía se escapa al final de sus conciertos —y deja al auditorio esperando la última canción— para llegar al hotel sin que lo persigan por la calle, acostumbrado a dar muy pocas entrevistas, que no se acerca a una fan sin un escolta que lo sujete por detrás, como si cualquier adolescente fuera una potencial secuestradora, prometió desvelar después de décadas de misterio los detalles más íntimos de su vida. Y todo está siendo racionado en una entrega semanal que emite Netflix cada domingo por la noche (21.00, hora local). Éxito asegurado.
«¿Qué por qué está pegando tanto la serie? Porque es Luis Miguel», lo resume Martha Figueroa, autora de la biografía Micky, un tributo diferente (Aguilar, 2010) y quien ha seguido al cantante desde hace más de 25 años. No necesita más explicaciones. En México y buena parte de América Latina, todo lo que tenga que ver con su nombre de pila ha movido masas durante décadas. Y lo sigue haciendo.
La periodista reconoce que cada capítulo se sorprende más. No tanto por lo que desvela, sino porque por primera vez esté relatanto una esfera de su vida que había protegido a capa y espada. «Está contando unos secretos que ha guardado ocultos durante mucho tiempo. Deja que todo el mundo entre a mirar. Y muchos creen que lo están conociendo por fin. Aunque él es indescifrable», añade Figueroa.
Uno de los puntos más turbios sobre su vida es la desaparición de su madre. Algo que la serie no ha desvelado todavía. Marcela Basteri se separó de él cuando no había cumplido la mayoría de edad, alrededor de 1987, aunque puede que antes. «En esa época fue un escándalo porque se decía que se había vuelto a casar con otro hombre», señala la escritora. No se le volvió a ver públicamente. Aquello, sumado a la popularidad de Luis Miguel —eran sus años de gloria— hizo que se extendieran rumores, sin ningún sustento fiable, sobre un posible asesinato dirigido por el despecho de su primer marido Luis Gallego (el padre del cantante), quien había podido recibir ayuda de un oscuro funcionario mexicano, el jefe de la policía de la capital, Arturo El Negro Durazo. Todas aquellas leyendas contribuyeron a elevar todavía más el morbo de aquel evento dramático para el artista.
Las mujeres de Luis Miguel eran el chisme nacional por excelencia —»desgraciadamente se ensalzaban desde un punto de vista machista», apunta Figueroa—. La periodista cuenta que todavía no se ha visto casi nada en la serie de esta faceta de su vida. «Pese a lo que muchos piensan, Luis Miguel tuvo algunas relaciones largas. Excepto por Mariana [Yazbek] y Stephanie Salas, que sí aparecen, aún no han salido otras como Issabela Camil, Mariah Carey, Daisy Fuentes, Myrka Dellanos, Aracely Arámbula [madre de dos de sus hijos] o, de las últimas, Kristina, con la que estuvo cuatro años», añade la periodista.
Algo que no parece coincidir mucho con la realidad es que en la ficción, interpretado por el actor Diego Boneta, lo muestran como un cantante relativamente accesible, que conducía su propio coche por la ciudad y cercano a sus fans. «Esto no era del todo así. Lo cuidaban mucho», anota Figueroa. Y añade que a ella le gustaría que desvelaran en qué momento decidió volverse más ermitaño: «Más que si se metía drogas, como espera mucha gente, me interesa saber en qué momento decidió separarse del mundo».
Habrá que esperar al final de la serie, el 17 de junio, para comprobar si los secretos más misteriosos de la vida del cantante, como él mismo prometió, verán por fin la luz. De momento, los mexicanos seguirán asistiendo a nuevos capítulos sobre su historia, que forma parte también de las suyas.