Por Daniel Francisco/Gaceta UNAM
Guadalajara, Jalisco.- ¿Por qué el movimiento feminista no ha conseguido contener los feminicidios, las torturas, las violaciones contra las mujeres? ¿Por qué no ha conseguido disminuir los números de esas agresiones fatales, de intensa crueldad? “Yo creo que ha sido por una excesiva fe estatal, que no comparto; excesiva fe jurídica, que no comparto; por lo menos para nuestros países. ¿Por qué el Estado fracasa a pesar del avance en las leyes?”, cuestionó Rita Segato en el conversatorio Contra la Pedagogía de la Crueldad: la Experiencia Vincular y Comunitaria de las Mujeres.
En su charla, efectuada durante la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, agregó que ha habido una gran productividad legislativa, en términos de instituciones, de políticas públicas, pero no conseguimos frenar la crueldad. Estamos hablando de una civilización que se genera, que se gesta en el proceso conquistual-colonial. Las leyes no lo contienen y tiene que ver también con nuestros Estados de este lado del mundo. Nuestra historia no es la misma que los Estados del otro lado del orbe.
Indicó que nuestros Estados no son el resultado de las historias de nuestros pueblos, de ninguna manera. “Nuestros pueblos nunca han dejado de ver al Estado como una exterioridad, el Estado es exterior con relación a lo que gestiona, con relación a lo que administra: la vida de las personas, el territorio y todo lo que existe en ese territorio. Los Estados nunca perdieron esa distancia de exterioridad. Por más que pasemos leyes no tocamos la vida de la gente, esas leyes no tienen una relación causal con la vida. La ley no causa comportamiento. La ley no toca a las personas, la gente nunca deja ver ese lenguaje del Estado como algo que está lejos. El Estado es la policía, es la fuerza del orden que es una fuerza bruta, autoritaria, armada, el Estado es para temerle”.
Seminarios y talleres
La antropóloga Rita Segato ha colaborado con organizaciones de Ciudad de México y Ciudad Juárez, en específico con Nuestras Hijas de Regreso a Casa y en seminarios y talleres sobre feminicidio. En 2018 recibió el Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales CLACSO 50 años. Entre sus libros destacan La guerra contra las mujeres, Traficantes de sueños, Contra-pedagogías de la crueldad, entre otros. Profesora emérita de la Universidad de Brasilia, fue docente del Departamento de Antropología y de los Programas de Posgrado en Bioética y en Derechos Humanos.
Segunda realidad
Precisó que en el caso mexicano “lo que se genera es un para-Estado, un segundo Estado, una segunda realidad, un para-Estado con sus para-economía, para-legalidad, para-seguridad, para-policía e inclusive hasta con su para-comunicación. Una segunda realidad completa que rige la vida de la gente, que contiene a la gente, que le dice lo que se puede y lo que no y cuáles serán los castigos en ese espacio, en ese territorio. No solamente es la trata, el comercio sexual, lo que causa la violencia contra las mujeres, sino que la violencia contra ellas es un lenguaje y esto lo he visto en Ciudad Juárez”.
Acotó que México se ha Juarizado (Ciudad Juárez), hubo una Juarización de México. El cuerpo de las mujeres es el lugar donde esa cosificación, esa apropiación y predación sobre la vida se realiza de una forma más como un síntoma de esa realidad.
Añadió que el problema no es la impunidad, el problema es que esos crímenes son para mostrar impunidad, el problema que se origina en el hecho de que estos territorios tienen dueños. “Yo creo que hay que volver a la calle, al cuerpo a cuerpo y a la transformación del mundo en una forma relacional con la gente. El abandono de las élites ilustradas de ese cuerpo a cuerpo con la gente ha permitido la entrada de iglesias híper conservadoras en los espacios y que sí trabajan en contacto estrecho con la gente, sí trabajan para impedir el avance de nuestras propuestas y el avance de las mujeres”.
Consideró que el patriarcado es un sistema político, disfrazado de religión, de moralidad, de buenas costumbres, pero en el fondo, detrás de estos disfraces se trata de un orden político, por eso todo crimen sexual contra mujeres y contra hombres es arrinconado en la intimidad, como un crimen menor.
Concluyó que “las mujeres ocupamos la calle de una forma diferente a como han ocupado la calle los sindicatos, los partidos políticos y las agrupaciones que llamamos políticas, pero que son tradicionales y de cuño masculino. Cuando las mujeres ocupamos la calle es una fiesta, es una celebración y hay una gran intimidad de cuerpos, se generan amistades y hay una confianza inmediata entre las ahí presentes”.