La últimas horas

Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente

LAS ÚLTIMAS HORAS

Doce años terribles están por terminar. La sucia fidelidad agoniza. Se encuentra en sus estertores y sus cabecillas están derrotados, unos huyendo y otros agazapados, temblando de miedo ante la posibilidad de que el aparato  judicial se cebe sobre ellos. El pasado 5 de noviembre los veracruzanos conjuraron el maleficio de tener a esa banda de pillos a cargo del gobierno durante tres décadas, como era el plan. El artilugio tronó en el segundo sexenio, aunque eso sí, dejó a Veracruz en la hecatombe.

Pero ¡albricias!, ya son las últimas horas del docenio trágico. Es el último fin de semana con ellos. El último sábado, domingo, lunes, martes y miércoles con el oaxaqueño Flavino Ríos usurpando un cargo popular que no se ganó y que no honra. Son las horas finales de un régimen aciago que no nunca debió ocurrir y que todos deben contribuir a que  nunca más vuelva a pasar. El calendario de la fatalidad se deshoja y a partir de hoy sábado son cuatro días más a esperar, 96 horas, 5 mil 760  minutos y 345 mil 600 segundos, pero ¡bravo!, el segundero da la impresión de avanzar más rápido.

Así, como el título de la novela cumbre del escritor hispano mexicano, José Suarez Carreño, en Veracruz se viven  “Las últimas horas” de una página negra. A parte del paralelismo en el título, el texto de Suárez Carreño  pareciera que describe a la entidad.  En el libro es la decadencia del franquismo  -vaya coincidencia, la dictadura del Generalísimo Francisco Franco, ídolo de Javier Duarte de Ochoa -, y acá  el declive de la fidelidad. En ambas realidades no hay resquicio para la esperanza, deambulan los  personajes frívolos  y crueles –y rateros- frente a una población desencantada.

Y en Veracruz, las últimas horas transcurren en el caos. Marchas, bloqueos, quema de vehículos, gritos, sombrerazos, amagos de movilizaciones y plantones permanentes de esos que fueron robados por los fidelistas. Un gobernante que no gobierna, un gabinete que  no funciona, los empleados que no trabajan, el sistema judicial que no opera. Todo paralizado. Nada se moverá en la administración pública desde hoy hasta el jueves, será un largo “puente” de fin de sexenio.

En las calles y plazas públicas la efervescencia popular  no se calmará  por arte de magia y el panista Miguel Ángel Yunes Linares, llegará en medio del hervidero. ¿Qué hará al asumir la conducción de una administración quebrada en términos financieros, corrompida en el ámbito político, y desprestigiada en el dominio social? ¿Mano dura o mano blanda? ¿Reprimir al que está harto de los gobernantes y sus compinches o negociar, pactar, acordar e informar?

EL PACTO SOCIAL

Muchos coinciden que es hora de escuchar a los teóricos y apelar  a la solidaridad social pues si bien los que componen al nuevo gobierno no son quienes se robaron el dinero,  sí son los que deberán responder por esa situación desde el jueves en adelante.  Ellos tomarán el aparato gubernamental con todas sus consecuencias y serán quienes deban dar una respuesta a la gente que grita desde las calles.

De ahí que es fundamental, en primer lugar, una estrategia de comunicación social que sirva para que la información fluya a la colectividad, para que el gobierno se explique ante la gente y la mantenga al tanto no solo de la magnitud del desastre sino de las maniobras para remontarlo. En segundo lugar, está la estrategia en lograr la cohesión popular, apelando a lo que el filósofo francés Émile Durkheim llamó “conciencia colectiva”.

Es el momento de aplicarla, de convocarla, de construirla. Llamar a que la población –una vez bien informada sobre el desastre- se una como sociedad para afrontar esa situación adversa, como se hace ante las catástrofes naturales o los accidentes de grandes magnitudes. ¿Y cómo lograrlo? Además de informar también es negociar, acordar, pactar. Los gobierno priístas desprestigiaron el término desde hace muchos años pero en la teoría política los llamados “pactos sociales” son el recurso para salvar abismos como el que hoy tiene Veracruz.

De parte del gobierno se debe poner sobre la mesa el compromiso –demostrado en hechos- de que funcionará con eficacia, honradez y defensa de los intereses populares, y en especial de que cumplirá con lo prometido de castigar a los corruptos y recuperar lo robado. De parte de la sociedad es necesaria la paciencia, la comprensión, la colaboración y en cierta medida, la tolerancia. Darle tiempo al nuevo gobierno para que avance, no paralizar las vías públicas, no vandalizar los espacios comunes, y no cerrarse a un “si” o a un “no”.  De eso se trata los acuerdos, que ambas partes cedan algo para alcanzar una solución.

Yunes Linares estará a prueba en el despliegue de negociadores eficientes y con credibilidad para que atiendan a cada grupo social reclamante y lleguen, forzosamente, a los acuerdos que serenen la ira social. Ni la policía con sus toletes ni la indiferencia o cortedad de los servidores públicos tienen cabida en este contexto. Si Yunes no informa, no dialoga y no acuerda con la muchedumbre, no solo asumirá las culpas de la fidelidad sino desplazará a los fidelistas en el escaño del repudio popular.  Andará sobre una cuchilla con doble filo.

Y en las horas finales hay  una noticia regocija a todos: un juez federal negó el amparo al prófugo Javier Duarte de Ochoa para evitar ser detenido. Vaya que juegan con la incertidumbre de los veracruzanos: lo dejan huir, fingen que lo buscan, amaga con regresar al gobierno y ahora distraen con un supuesto amparo judicial. Ahí está la veta de oro para que Yunes logre la cohesión social en torno a su administración.  Una vez siendo gobernador y con el mando de la policía estatal, que él mismo lo capture.

Con esa proeza le ganaría el ‘brinco’ a la federación, cumpliría de tajo la oferta principal de su campaña y haría que su autoridad política y gubernamental se eleve por las nubes. Al final de cuentas fue él quien documentó el latrocinio y le proporcionó la base acusatoria al gobierno federal para procesar penalmente al cordobés y sus compinches. Además, ¿alguien cree que Yunes Linares no sabe dónde está escondido Duarte?

Envoyé depuis Paris, France

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