La triste verdad que los Aliados ocultaron tras la IIGM: «La Resistencia trajo más represión que liberación»

Por Manuel P. Villatoro/ABC Historia

Corría el 18 de junio de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Charles de Gaulle, que poca presentación necesita, pronunció uno de sus discursos más famosos a través de las ondas. Durante unos días amargos en los que Francia permanecía subyugada por la bota nazi, el galo se dirigió a todos sus ciudadanos: «Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe apagarse, ni se apagará jamás». Tras la liberación del país, casi cuatro años después, repitió hasta la saciedad que aquella ‘Resistance’ había sido la encargada de desangrar al ejército del Tercer Reich desde el corazón del territorio.

El profesor José M. Faraldo –que la semana pasada desvelaba a ABC el verdadero germen del odio entre Ucrania y Rusia

– no está de acuerdo con él. «En Francia, la resistencia se generó a partir de 1944, cuando la guerra estaba perdida para los alemanes», explica. Las razones las expone en su nueva obra, ‘Contra Hitler y Stalin‘ (Alianza editorial). Lo que tiene claro es que los movimientos clandestinos franceses no han sido los únicos idealizados. «Es algo que ha sucedido en toda Europa, con la salvedad de Polonia», añade. A cambio, insiste en que este tipo de grupos han sido siempre minoritarios y que, en la mayoría de ocasiones, provocaron más represión que libertades.

¿Cuál es el objetivo de la obra?

Quería ver como habían funcionado las resistencias armadas, esas que son parte del esfuerzo de guerra de una nación contra un ocupante. Aunque también buscaba analizar aquellas que contasen con un trasfondo político. Una de las características básicas de la resistencia es que buscaba dar forma a un estado nuevo que no poseyera los errores del sistema anterior. Porque, para estos movimientos, era casi siempre el culpable de la ocupación.

Churchill, junto a De Gaulle
Churchill, junto a De Gaulle – ABC

Incluye a los maquis…

Sí. Analizo también la resistencia contra el franquismo, los maquis, porque estaban en el mismo contexto europeo que el resto aunque no combatieran contra un invasor extranjero. Aquellos que participaron en la resistencia armada antifranquista en la posguerra española lo hicieron además imitando lo que habían aprendido en su lucha contra los nazis en Francia o en la Unión Soviética. Por otro lado, y en lo que respecta al trasfondo político, contaron con miembros del Partido Comunista enviados desde el este.

¿Debemos asociar resistencia al espectro político de la izquierda?

No, evidentemente. Sí que es cierto que solía crear movimientos más fuertes porque sus miembros tenían experiencia en la clandestinidad. En muchos de estos países los partidos comunistas y socialistas estaban prohibidos por la dictadura y sabían funcionar entre bambalinas. Por otro lado, los grupos más extremistas creían en el uso de la lucha armada y estaban adiestrados para ello. Así que, cuando llegaba el momento, sabían usar fusiles y explosivos. En último lugar, a nivel políticos estaban formados y tenían una idea clara del sistema que querían.

¿Y la derecha?

La derecha armada del período de entreguerras, más agresiva, estaba o bien de acuerdo, o no tenía coartada política para combatir y carecía de apoyo. Aunque hubo excepciones como la de De Gaulle, que no era de izquierdas; o como la de Italia, donde destacaron los católicos de ambos ideas políticas.

¿Hemos idealizado la resistencia contra los nazis?

La resistencia contra los nazis se ha idealizado en todos los países con la única excepción de Polonia, pero la verdad es que estaba formada por grupos a los que les costó mucho empezar a caminar. En principio la lucha fue muy pequeña, al menos hasta 1941; después, los comunistas ya empezaron a unirse. Hasta ese año, su tesis era que lo que se estaba sucediendo era una guerra entre capitalistas y que había que dejar que se matasen entre ellos. Todo cambió con la invasión de la Unión Soviética.

Entrada de las tropas alemanas en Paris
Entrada de las tropas alemanas en Paris – ABC

El caso francés es significativamente exagerado.

En Francia la resistencia creció en 1944, cuando ya estaba claro que iba a hundirse el Tercer Reich. Pero no es una crítica. Debemos entender que estos grupos siempre fueron una minoría. Si el cien por cien de la población hubiera estado en contra de la invasión, no se habría podido ocupar el país. Podrían haberles matado a todos, pero no hacerse con su territorio.

¿Fue efectiva la resistencia?

Por desgracia, lo que consiguió la resistencia muchas veces fue represión. No lograron acercar ni un centímetro la libertad a sus países, sino que el estado reprimiera a civiles que no tenían nada que ver. En ese sentido tuvieron un balance ambivalente. Cuando en el libro hablo del precio de la resistencia me refiero a que, por cada acción de los partisanos, había una respuesta por parte del gobierno contra los civiles. Los alemanes eran especialistas en ello. Tras un atentado hacían capturas a la albur y asesinaban a los reos en represalia. Eso provocaba también cierta animadversión a los movimientos interiores.

¿No tuvieron grandes éxitos?

Muy pocas veces consiguieron éxitos reales. Más bien lograron represión. Si no hubiera habido un frente del este que avanzaba hacia Berlín, si los Aliados no hubieran venido por el Mediterráneo, hubiera sido difícil que las resistencias hubieran liberado sus países. Quizá un poco más adelante, durante un momento de debilidad de los nazis. Y lo mismo contra los sóviets.

Afirma que todas las resistencias fueron también guerras civiles…

La creación de movimientos de resistencia deriva siempre en una guerra civil. Por eso es clave el aspecto político. Siempre vendieron que representaban a todo el pueblo, pero, lo que nos demuestra la historia, es que había enfrentamientos entre diferentes grupos. El ejemplo más claro se dio en la Francia de finales de 1944, donde se enfrentaron los republicanos de derechas, los comunistas… Estas diferencias derivaron en conflictos armados en países como Polonia. Allí, el ‘Ejército del Interior‘ –las fuerzas armadas oficiales del gobierno en el exilio– englobaban la mayor parte de la resistencia, pero también estaban ‘La Guardia del Pueblo‘ comunista o los nacionalistas xenófobos. Estos combatieron más a los compatriotas de izquierdas o a los partisanos judíos que a los nazis. De hecho, una de sus brigadas escapó del país gracias al Tercer Reich.

Charles de Gaulle
Charles de Gaulle – ABC

¿Qué diferencias había entre la resistencia que se enfrentaba a los nazis y aquella que combatía a los sóviets?

Muchas. La resistencia contra los sóviets era más compleja. Luchaban contra el ocupante, pero también contra los partidos comunistas que querían instalar su sistema político tras ser liberados por los nazis. Y lo mismo con el Ejército Rojo, que pretendía estalinizar los países tras liberarlos. También existían diferencias según el país. Los guerrilleros soviéticos, por ejemplo, tenían una relación directa con el estado porque el poder no había caído, sino que se había ido tras los Urales. Era un ejército al otro lado, por así decirlo.

Habla del día a día de los partisanos…

Sí. Narro como vivían. Desde el hecho de que tenían que tomar un juramento, generalmente con una serie de símbolos, hasta que recibían un sinónimo para la clandestinidad. Pero también cuento que conseguían sus armas (a veces las fabricaban, a veces las robaban…) y tenían una serie de formas de actuación típicas de la clandestinidad. Incido además en que, aunque había ejércitos enormes de partisanos, su finalidad solía ser conseguir cobijo y alimento. Los enfrentamientos duraban muy poco, y lo mismo pasaba con las acciones concretas. Es cierto que ponían bombas en ferrocarriles, pero no era lo habitual. El día a día era lograr sobrevivir.

¿Terminaron los movimientos de resistencia con el final de la Segunda Guerra Mundial?

No. Solo terminarán después de 1979, aunque con cambios. A partir de entonces, y por lo general, dejaron de ser violentas. La única salvedad fueron los Países Bálticos. El resto apostaron por la liberación política. Por otro lado, debemos tener en cuenta que los levantamientos que hubo en los años cincuenta en Postdam o Budapest fueron más de corte cultural. ¿Tuvo sentido, entonces, dejarse la vida y la juventud por la resistencia? Es una pregunta que respondo en la obra.

Toca preguntar por Ucrania…

Buena parte de lo que vivimos hoy tiene mucho que ver con esos momentos de la estalinización de Ucrania. La Unión Soviética capturó todo el país y aplastó a todos aquellos grupos de resistencia que habían intentado crear un estado independiente. El encargado de llevar a cabo aquella represión fue el NKVD, que estaba dotado de sus propias fuerzas armadas. Se produjo una verdadera guerra que provocó cientos de miles de víctimas e involucró a un territorio enorme dentro de la Galitzia Oriental.

¿Qué grupo de resistencia fue el más destacado de Ucrania?

El más importante fue el del Ejército Rebelde Ucraniano (UPA). En los años treinta, aunque estaban en el parlamento polaco –la Galitzia Oriental pertenecía entonces a Polonia–, apostaron por la lucha armada. Eso hizo que fueran perseguidos por las autoridades locales. Al final, sus líderes se vieron obligados a exiliarse a la Alemania nazi, donde rondaron a los partidos fascistas. Cuando comenzó la Operación Barbarroja, la invasión de la URSS por parte de Hitler, creyeron que podrían regresar y proclamar una Ucrania independiente, pero fue un error. Los germanos no se lo permitieron y aplastaron el movimiento. Lucharon en la sombra hasta la liberación, cuando les tocó hacer lo mismo contra Stalin. Fueron destruidos a finales de los cincuenta por el NKVD, como ya he comentado.

¿Fue ese el germen del odio a Rusia?

Esa derrota del UPA es la que todavía impregna el nacionalismo ucraniano. Tenían la posibilidad de hacer su Ucrania independiente, y no lo consiguieron porque los aplastaron. Por eso ahora son muy antirrusos.

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