La excomunión de Miguel Hidalgo
Baltazar López Martínez
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Hace muchos años leí el libro de ensayos Hombres y Engranajes – Heterodoxia, del escritor argentino Ernesto Sabato. Lo retomé hace poco sólo para darme cuenta de que en realidad nunca dejé de leerlo. Sabato es uno de los escritores más lúcidos que conozco y uno de los más despiadados, con el mundo en general y consigo mismo. Hombres y Engranajes analiza la paradoja de la deshumanización de la humanidad. Heterodoxia, en cambio, es una especie de muestrario intelectual, por así decirlo, un mapa del pensamiento de Sabato y una manifestación de sus convicciones personales como escritor y como persona.
En su acepción básica, heterodoxo es aquel que manifiesta disconformidad con los dogmas y creencias de una religión, aunque en sentido extenso el término hace referencia al que está en desacuerdo con las ideas o prácticas de cualquier doctrina o ideología. Es decir, el que manifiesta una idea diferente y muchas veces contraria. Heterodoxia es el título que mejor le acomoda al libro de Sabato, y hoy decidí plagiarlo para llamarle así a esta columna, que aparecerá en Expreso de Tuxpan más o menos los miércoles de cada semana.
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Circula en diversos medios impresos, incluso académicos y desde hace tiempo en internet, un Decreto de Excomunión Contra el Cura Miguel Hidalgo, texto apócrifo que se atribuye, sin que exista ninguna evidencia documental o histórica, al entonces obispo de la diócesis de Valladolid, Michoacán, Manuel Abad y Queipo.
Llama la atención el texto porque se trata de las escalofriantes maldiciones y anatemas de la Excomunión de Rochester, proveniente, con muchas modificaciones a lo largo del tiempo, de la recopilación de escritos católicos medievales Textus de Ecclesia Roffensis, compilados en el siglo XII por el obispo Ernulf. Maldiciones que revelan todo, menos amor al prójimo. Son tan miserables esas expresiones, tan ruines, que causan estremecimientos, pero de ninguna manera se aplicaron al prócer de la independencia nacional.
Lo que sí hizo Manuel Abad y Queipo, en ese entonces recién nombrado obispo de Valladolid, fue disponer la publicación de un decreto en la Gazeta Extraordinaria del Gobierno de México, en la catedral de Valladolid y en las parroquias del arzobispado, mediante el cual declara que Hidalgo y sus colaboradores incurrieron en excomunión por agredir a varios eclesiásticos, lo cual se consideró motivo de excomunión sin necesidad de juicio en el Concilio II de Letrán.
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Cito a continuación la parte medular del decreto, cuyo texto completo en formato facsimilar puede consultarse, junto con otros documentos igual de interesantes, en el sitio del Archivo General de la Nación dedicado a la Independencia de México (http://www.agn.gob.mx/independencia/documentos.html):
“En este concepto, y usando de la autoridad que exerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra: declaro que el referido D. Miguel Hidalgo cura de Dolores y sus sequaces los tres citados capitanes, son perturbadores del órden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros y que han incurrido en la excomunion mayor del Canon: Si quis suadente Diabolo, por haber atentado [a] la persona y libertad del sacristan de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como prohibo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, baxo la pena de excomunion mayor, ipso facto incurrenda, sirviendo de monicion este edicto, en que desde ahora para entónces declaro incursos á los contraventores.”
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De modo que la famosa excomunión de Hidalgo que circula tanto por la red es apócrifa, pero tiene éxito por la rabia que manifiesta. Lo que está fuera de toda duda es que “el referido D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores, y sus sequaces los tres citados capitanes” fueron excomulgados por arrestar a un sacristán, un cura y varios religiosos carmelitas del convento de Celaya, nunca por iniciar un movimiento libertario, según el decreto que mandó publicar Abad y Queipo el 28 de septiembre de 1810.
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El tema de la excomunión de Hidalgo es causa de controversia desde hace muchos años. El decreto de Abad y Queipo es determinante: sí hubo excomunión para el cura de Dolores y sus “sequaces”, aunque algunos autores tratan de anular la autoridad del decreto argumentando que el obispo era obispo, sí, pero que no recibió el ordenamiento papal ni la ordenación episcopal, además de ser hijo natural, razones por las cuales carecía de poder y de jurisdicción para andar excomulgando gente (pero, si era hijo natural, ¿cómo es que llegó a ser obispo?).
Por cierto, los tres “sequaces” eran “los capitanes del regimiento de la Reyna D. Ignacio Allende, D. Juan de Aldama y D. Josef Mariano Abasolo”.