Estados Unidos ha decidido prohibir la importación de petróleo y gas de Rusia, un golpe directo a la gran arteria económica del gigante euroasiático y un redoble trascendental en la estrategia de sanciones que ha adoptado Occidente contra Moscú por la invasión de Ucrania. El Reino Unido ha secundado la medida, pero el resto de aliados europeos, mucho más dependientes de la energía de ese país, la ha rechazado por el momento. El presidente de EE UU, Joe Biden, ha admitido este martes, al anunciar la sanción, que los europeos “pueden no estar en una posición de sumarse”. Aun así, advirtió de que el castigo tampoco saldrá gratis a los estadounidenses, que viven la peor escalada inflacionista en 40 años. “Defender la libertad tiene un coste, también para nosotros”, ha apuntado.
Vladímir Putin ha respondido con la firma este martes de un decreto especial de “medidas especiales” en el que autoriza al Gobierno a prohibir exportaciones de productos y materias primas. Se trata de una ampliación de medidas anteriores, pero el texto no concreta a qué países afectaría (lo decidirán las autoridades más adelante) ni especifica qué recursos quedarían limitados.
El anuncio de EE UU y Reino Unido tiene lugar tras casi dos semanas de guerra en Ucrania, con ya dos millones de refugiados ucranios e imágenes de civiles muertos que han causado estupor en medio planeta. Washington y Europa han evitado enviar a sus propias tropas a defender la antigua república soviética, que no es miembro de la OTAN, pero sí se han puesto de acuerdo en el envío de armas y en una batería de sanciones económicas sin precedentes. Esta estrategia de castigos económicos había tocado pared en la energía, la gallina de los huevos de oro para Rusia, el talón de Aquiles para los europeos.
“Estados Unidos produce más crudo que todos los países europeos juntos y podemos dar un paso que otros no pueden dar, pero estamos trabajando estrechamente con Europa y nuestros socios para desarrollar una estrategia de largo plazo que reduzca su dependencia de la energía rusa también”, ha dicho Biden en la Casa Blanca. El demócrata ha asegurado también que contribuirá en la acogida de refugiados para que la responsabilidad “no recaiga por completo en Europa”, y ha asegurado que Ucrania “será una derrota” para Putin, en última instancia. “Puede conseguir el control de una ciudad, pero no podrá someter a todo el país”, ha recalcado.
El dirigente llevaba días sopesando el embargo al crudo ante la creciente presión del Congreso estadounidense, que planeaba votar un proyecto de ley de apoyo bipartito esta semana. En este frente, demócratas y republicanos están de acuerdo, algo poco común en este tiempo de crispación política. “No seremos quienes financien la guerra de Putin”, ha dicho Biden este martes.
Para Estados Unidos Rusia representa el 8% de las importaciones de crudo, lo cual no resulta inocuo, y las repercusiones globales dañan a sus empresas. El índice selectivo S&P de la Bolsa de Nueva York bajó el lunes un 3%, la peor caída desde octubre de 2020, lastrado por las perspectivas de un embargo. El barril de petróleo Texas (WTI), de referencia en Estados Unidos, escalaba un 4% al inicio de la sesión este martes y el precio medio de la gasolina ha tocado este año los cuatro dólares por galón (3,7 litros), una cota no vista desde 2008. Los datos añaden dificultades al Gobierno con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, en noviembre.