Por Constanza Lambertucci/El País
El poeta Octavio Paz no quería ser enterrado con héroes nacionales en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores, en Ciudad de México. Tras su muerte, en 1998, y la de Marie José Tramini, su última esposa, en 2018, amigos del intelectual convencieron al Gobierno de su voluntad. El mejor argumento fue el poema Nocturno de San Ildefonso, sobre los años que pasó el escritor como estudiante en ese edificio levantado por los jesuitas: “El muchacho que camina por este poema, / entre San Ildefonso y el Zócalo, / es el hombre que lo escribe: / esta página / también es una caminata nocturna”. Las cenizas del poeta y las de Tramini finalmente han sido depositadas en el antiguo Colegio San Ildefonso este jueves, en un memorial diseñado por el artista Vicente Rojo.
Las dos urnas de madera ideadas por Rojo, una más pequeña y vertical, y otra más ancha y horizontal, han sido guardadas detrás de una estela de madera en un espacio acondicionado como sala de lectura y consulta. La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, la escritora Elena Poniatowska y la poeta Bárbara Jacobs, viuda del artista plástico, han cerrado la puerta que protege las cenizas antes del mediodía, en una ceremonia privada que se ha transmitido por YouTube. De la estela de madera, brota una espiral de 32 círculos, que gira, como si surgiera del interior, y avanza hacia quien la mira. El proyecto de Rojo para el memorial se completa con una fuente de tres metros de diámetro hecha de granito y acero inoxidable que se proyecta hacia el cielo en un patio interno.
Paz ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria cuando tenía 16 años, en 1930. La sede de la institución estaba en el edificio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la capital. En 1976, el autor le dedicó aquel poema: “Aquí encarnan / los espectros amigos / las ideas se disipan. / El bien, quisimos el bien: / enderezar al mundo. / No nos faltó entereza: / nos faltó humildad”. El tiempo que pasó en esa construcción de estilo colonial hasta 1933 marcó su vida, según contó el poeta. Había asistido a sus aulas, caminado sus corredores y visto, en sus paredes, los murales. Contó Paz: “Mi relación con el arte moderno de México fue íntima y diaria. Todos los días mientras estudié en San Ildefonso veía los murales de [José Clemente] Orozco, al principio con extrañeza e incredulidad, después con más y más comprensión y entusiasmo”.
Eduardo Vázquez Martín, coordinador del Antiguo Colegio de San Ildefonso, ha señalado este jueves que “el interés de Paz en el muralismo se convirtió en pasión crítica ante la aparición de los artistas de la generación de Vicente Rojo”. “Los artistas de la ruptura dan vuelta a la página de las dos supersticiones que, según Paz, habían aprisionado al arte tras la institucionalización de la revolución: la ideología y el nacionalismo”, ha continuado. Para Vázquez Martín, el ingreso de las cenizas del Paz y Tramini, un siglo después de la irrupción del muralismo y a 70 años de la aparición de la ruptura, “es un hecho de profundas resonancias poéticas y plásticas, pero también históricas”.
Rojo recibió la invitación para diseñar el memorial “con entusiasmo”, ha asegurado este jueves Bárbara Jacobs, viuda del artista. El memorial se terminó tras su muerte en 2021 –llevaba el 80% completado–. “Él estuvo muy contento con esta obra”, ha insistido Jacobs. La poeta ha recordado la colaboración de los amigos, Paz y Rojo, en el libro de poemas Discos visuales (Editorial ERA, 1968): “Octavio Paz le pidió a Vicente que hiciera, bueno, las locuritas que él hacía en pintura con poemas de él y salió un libro precioso. Ese antecedente es una prueba de que los dos se admiraban mutuamente, se querían”. Ese año, también colaboraron en Marcel Duchamp, un libro de textos del artista francés seleccionados por Paz.
La obra contemporánea encargada a Rojo debía integrarse a un recinto patrimonial que además de haber sido escuela y cuna del movimiento mural fue el principal centro de formación de muchos de los protagonistas de la cultura del siglo XX en México y escenario clave de la revuelta de estudiantes de 1968. Cuando el 2 de octubre de ese año una protesta estudiantil pacífica es callada a tiros, Paz, trabajaba para los servicios exteriores mexicanos en la India, renuncia como embajador en ese país por la represión del Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (PRI) contra el movimiento estudiantil. Por ese entonces, Paz ya había conocido a Marie José Tramini, Mariyó.
La pareja se conoció en la década de los sesenta. Ella estaba casada con un diplomático francés cuando se cruzaron en una calle de Nueva Delhi en “un atardecer magnético”. Tramini “era muy joven para divorciarse” y dejó la India sin despedirse de Paz. Meses después, volvieron a cruzarse en París. Cuando se casaron, una manada de tigres de Bengala rugía con fuerza, contó Tramini en este artículo. La pareja se instaló en México a finales de la década; el autor de El laberinto de la soledad ganó el premio Cervantes (1981) y después el Nobel de Literatura (1990). Cuando él murió, Tramini se convirtió en heredera universal de su archivo y albacea de los bienes. La jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha anunciado este jueves en el acto que la ciudad creará ahora un fideicomiso para preservar los bienes del poeta.
“La pareja vuelve a estar unida, si no bajo un árbol frondoso de nim y entre tigres de Bengala sí rodeada de naranjos en un memorial cariñosamente diseñado por su amigo Vicente Rojo”, ha dicho la secretaria de Cultura, Alejandra Fraustro, en la ceremonia. La inauguración continuará con una serie de actividades, como mesas de conversación, presentaciones editoriales, conciertos, exposiciones o lecturas de poesía, organizadas por el Colegio de San Ildefonso. La sala que guarda ahora los restos de la pareja estará abierto al público. “El amor que los unió por más de tres décadas hoy culmina en un hermoso memorial donde comenzará otra historia”, ha agregado.
El acto, que ha coincidido el 108 aniversario del nacimiento de Paz, ha terminado con la lectura del poema y con los asistentes entonando La mañanitas. “A los autores lo que más les gustó, les gusta y gustará es que los lean”, ha dicho la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente Andrés Manuel López Orador, antes de comenzar a leer a Paz: “Llamar al pan el pan y que aparezca / sobre el mantel el pan de cada día”. Después, ha terminado La vida sencilla: “Y que a la hora de mi muerte logre / morir como los hombres y me alcance / el perdón y la vida perdurable / del polvo, de los frutos y del polvo”.