A pesar del pronóstico de sus médicos tras su urgente doble trasplante de pulmón en diciembre de 2017, José Luis Rodríguez está presentando en América su nuevo disco: «Agradecido»
Abc
Ni medio minuto después de descolgar el teléfono desde Miami, José Luis Rodríguez «El Puma» (Caracas, 1943) ya está hablando de Dios y la muerte. Ambas cosas han estado muy presentes en su vida desde que, hace justo ahora dos años, los médicos le anunciaran que debía realizarse un doble trasplante de pulmón urgente. «¡Si me hubiese muerto, jamás me habrían entregado el Grammy!», apunta el cantante, con cierto alivio y entre risas, después de recibir el célebre galardón a toda su carrera el pasado 13 de noviembre.
Fue en septiembre de 2014 cuando El Puma reveló que padecía una fibrosis pulmonar desde el año 2000. El tejido de sus pulmones se había cicatrizado y estos se morían lentamente. El tratamiento con células madre no había funcionado y los síntomas de su enfermedad crónica se agravaban: tos seca, pérdida de peso, hinchazón en las piernas y un cansancio constante. Hasta que saltó la alarma en septiembre de 2016, cuando el autor de « Dueño de nada» se subió al escenario de Barranquilla (Colombia) con un tanque de oxígeno. «Fue la última actuación antes del trasplante. Y sí, tuve que ponerme oxígeno mientras cantaba delante de la gente. Ya no podía esconderlo más, pero no me importó que el público me viera así, porque yo tenía un compromiso que cumplir. Ese día justo comenzó el tránsito hacia la operación», recuerda. Esta se produjo el 17 de diciembre del 2017 y tuvo la suerte de que su cuerpo no rechazó los nuevos órganos. Y, además, en contra de todo pronóstico —incluso el de sus médicos—, hasta volvió a cantar. «He investigado y no he encontrado un caso igual en el mundo», añade.
Reapareció en Miami en mayo de este año, durante casi tres horas, y después continuó actuando por varios países del continente hasta hace pocos días. Ahora comienza la gira de presentación de su nuevo disco, «Agradecido» (Sony, 2019), que lo llevará a México, Puerto Rico, Chile y Estados Unidos a lo largo del próximo año. «Un milagro», repite en varias ocasiones. Contesta animado a las preguntas sobre música, política, salud y futuro: «Doy gracias a Dios porque se fijara en mí para regalarme más tiempo. Lo necesitaba».
El Grammy se le ha resistido.
Pues sí, porque son más de 56 años de carrera… pero por fin ha llegado.
¿Cómo recuerda el concierto de Miami en mayo?
Lo recuerdo con mucha emoción y, de hecho, me excedí. Estuve cantando casi tres horas, algo que nunca había hecho. Recorrí la mayoría de mi repertorio y se me pasó volando de lo cargado de energía que estaba. Cante, cante y cante… y después hablé, hablé y hablé. Antes era un monólogo musical: ahí queda eso, apláudanme y me voy. Ahora interactúo más, quiero disfrutar de la gente.
¿Cómo fue la espera hasta el día de la operación?
Cuando me dijeron que mi enfermedad no tenía cura, empecé a buscar ayuda y acabé tomando muchas cosas que me mandaron varios médicos y especialistas. Y es que todo el mundo cree tener la solución, pero… ¡esta enfermedad no la tiene! O un trasplante o un milagro de Dios. Pero, claro, el trasplante también es un milagro, porque tienen que darse muchas coincidencias para que lleguen los pulmones y pueda realizarse la operación. Lo más difícil es la espera, porque no sabes si al día siguiente vas a morir o vas a volver a ver a tu familia. Vas descubriéndolo cada día, así que le doy las gracias a Dios por el milagro. Y también a mi familia, médicos, asistente, la gente que rezó por mí y al donante y su familia. Estoy muy agradecido, de ahí el título del disco.
¿El médico le aconsejó que no volviera a los escenarios?
Me dijo que no me diera prisa en volver, que no lo cogiera con tantas ganas y que evitara las aglomeraciones. La cultura nuestra es de abrazo y beso, pero a la gente se le olvida que tengo las defensas bajas. Así que ahora, cuando puedo, intento viajar en avión privado para evitar los aeropuertos y las cabinas en las que te encierran con tantos viajeros.
¿Cómo era su voz antes del trasplante y cómo es ahora?
Hermano querido, el cuerpo empieza a morir desde que nace. Cuando eres joven, tienes una energía muy alta. Después va disminuyendo tu testosterona, tus pulsaciones… van mermando las cosas del cuerpo, pero la voz sigue igual. Vicente Fernández está en su rancho convaleciente, pero canta todavía. Y yo me siento la voz fuerte. De hecho, antes cantaba una hora y ahora lo hago dos horas y media sin darme cuenta. Eso quiere decir que algo anda bien.
Su padre nació en Canarias. ¿Cómo acabó en Venezuela?
Huyendo de Franco, como todos. No sé si nació en Tenerife o La Gomera. Mi país abrió las puertas a muchos canarios. Al llegar, se casó con mi madre, que era venezolana. Vino buscando fortuna y la acabó encontrando. Hizo mucho dinero. El problema es que, después, se empeñó en acabar con todo el licor, pero el licor acabó con él. Murió de una cirrosis hepática, cuando yo tenía seis años.
Y usted se mudó a Miami desde Venezuela en 1980. ¿Cómo vivió la evolución política de su país desde allí?
En aquel momento había una alternancia democrática entre dos partidos: uno socialcristiano llamado COPEI y otro socialdemócrata llamado Acción Democrática. Dos partidos que hicieron muchas promesas, pero que acabaron olvidándose de los pobres. No cumplieron casi nada y abonaron el camino para que llegara un dictador, que es esta horrible pesadilla que vive hoy Venezuela. Ni siquiera es algo ideológico, solo un grupo de maleantes que comandó Chávez, primero, y este títere lerdo [Nicolás Maduro] de ahora, después.
¿Así ve usted actualmente la situación de Venezuela?
Sí, son delincuentes que tomaron el país y lo despedazaron. Están entrando en las drogas y acabando con el petróleo y el oro. Hoy he leído que Venezuela está importando gasolina. ¡Cómo puede ser! Y la gente muriendo de hambre. Era el país más rico de Latinoamérica y ahora está gobernada por enanos espirituales cuyo hijos se pasean por Europa derrochando el dinero de los venezolanos. Es un régimen militar comandado por la Cuba de Castro, que también quiere meterse en Ecuador para desestabilizarlo. Dios quiera que esta izquierda delincuente no gane en Venezuela ni Argentina. Sería catastrófico.
En abril dijo que estaba pensando presentarse a las elecciones presidenciales venezolanas. ¿Sigue con la idea?
Realmente, no, aunque me gusta el servicio público y la política. El país que yo sueño no existe en América Latina todavía, puesto que mi continente está ahora en cosas que han sido descartadas en Europa y otros países del mundo hace tiempo. En primer lugar, en Venezuela habría que hacer una purga de los delincuentes que están en el Gobierno y no sé si eso lo verán mis ojos.
Meterse en política no estaría entre los consejos de su médico…
No, pero tampoco tengo tiempo. Cuando me piden opinión, sé el país que quiero, con servidores públicos y no con políticos. Un país con gente joven al frente, con una nueva generación capaz de desarrollar cualquier proyecto de país y con una ley laboral ajustada a estos tiempos. Las leyes laborales latinoamericanas son, por lo general, absurdas, socialistas y extorsionistas. Cuando un empresario quiere invertir y mira esas leyes, sale corriendo porque no hay garantía de nada. La dolarización sería una maravillosa solución para Venezuela, como lo fue para Ecuador, puesto que el comercio de muchos países está totalmente diseñado en dólares. Necesitamos políticas que no se compren ni vendan, con una clase dirigente que no tenga color político. Pero ese país no existe, porque siempre lo daña el hombre, que no tiene integridad y no le duele lo que le pasa a otros seres humanos.
¿Qué espera de la vida ahora que está a punto de cumplir 77 años?
Siempre me he hecho las preguntas de cómo, cuándo, dónde y por qué. Ahora solo me interesa el porqué. ¿Por qué quiere Dios que yo siga vivo? Para dar testimonio a los que no creen en Dios ni en el Espíritu Santo. Para decirles que, si no creen en los milagros, que me miren a mí. José Luis Rodríguez «El Puma» es un milagro real de Dios.
Al salir del quirófano, vivió una experiencia que usted relaciona precisamente con Dios.
Después del trasplante, en terapia, una madrugada me desperté e intenté pedirle agua a mi mujer, pero se me enredó la lengua y no supe manejar el español. Entonces empecé a hablar en una lengua que nunca había hablado. Mi esposa dice que era arameo. No lo sé, pero lloré mucho… muchísimo. Ríos de lágrimas en una conversación larga que me dejó una sensación maravillosa, un gran gozo interno… algo sobrenatural.
¿Y qué recuerdo tiene de aquel concierto que dio en casa de Pablo Escobar?
Nunca supe que era su casa y nunca lo vi en persona. Solo fui a esa casa de Medellín y canté. Hay un telenovela de esas famosas [« El patrón del mal»] que contó que yo intenté robarle la esposa… ¿te imaginas que intento de verdad levantarle la mujer a Pablo Escobar? ¡Esa vaina es absurda! Pasó en la mente del escritor, pero no fue verdad. No habría salido vivo de Colombia.
¿Tampoco es cierta su rivalidad con Julio Iglesias?
Nunca la hubo. Mi familia y yo le queremos y admiramos mucho. Lo que ha hecho Julio no lo podrá hacer ningún muchacho de los que canta ahora. Es un gigante que ha vendido millones de discos en los cinco continentes… nadie puede hacerle competencia.
Usted también vendió millones de discos. ¿Le hizo daño la piratería?
Si quieren piratearme, que lo hagan. Todo ha cambiado con internet y hay que aceptarlo. El sol sale para todos. Ahora, los nuevos artistas tienen espacio en todo el planeta y hay que adaptarse a la velocidad del mundo. Por eso estoy muy metido en las redes sociales y llevo mucho tiempo de ayuno televisivo. La tele ha perdido espacio.
¿Podría elegir el momento más especial de su carrera?
¡Es difícil! Mmmm… quizá cuando exploté en Viña del Mar con «Pavo Real» en 1982. Fue uno de los momentos más mágicos de mi carrera, porque la gente solo estaba acostumbra a mi faceta como actor de telenovelas y a mis canciones románticas, pero hay muchos más.