Descubren los orígenes evolutivos de la dentadura en una criatura de hace 380 millones de años
«Dientes, dientes», no le faltaba razón a la folclórica. Para sonreir, hacen falta dos cosas: mandíbula y dientes. Un equipo internacional dirigido por paleontólogos de la Universidad de Bristol acaba de descubrir el origen evolutivo de estas partes de nuestra anatomía. La clave la tiene un pez primitivo de curioso aspecto llamado Compagopiscis, que vivió en el Devónico tardío hace unos 380 millones de años y que, en efecto, tenía algo en la boca que podía dar buenos mordiscos.
Todos los vertebrados con mandíbulas (animales con columna vertebral, como los humanos) tienen dientes, pero durante mucho tiempo se ha creído que esto no ha sido siempre así. Se suponía que los primeros vertebrados, en vez de dentadura, disponían unas horribles mandíbulas como tijeras para poder capturar a sus presas. Sin embargo, la nueva investigación, publicada en la revista Nature, demuestra los primeros vertebrados madibulados también poseían dientes, lo que indica que ambos evolucionaron juntos.
Paleontólogos de Bristol, del Museo de Historia Natural y de la Universidad de Curtin (Australia) colaboraron con físicos suizos para estudiar las fauces del primitivo pez Compagopiscis. Utilizaron radiación de sincrotrón, rayos X de alta energía, en el Instituto Paul Scherrer de Suiza, para revelar la estructura y el desarrollo de los dientes y los huesos del pez. De esta forma, pudieron obtener un modelo digital perfecto y vistas muy detalladas del viejo fósil, hallado en Australia, sin destruirlo. «Hemos sido capaces de visualizar cada tejido, célula y línea crecimiento dentro de las mandíbulas óseas, lo que nos permite estudiar el desarrollo de los maxilares y los dientes. Pudimos entonces hacer comparaciones con la embriología de los vertebrados vivos, demostrando que los placodermos poseían dientes», afirma Martin Ruecklin, de la Universidad de Bristol.
Para el profesor Philip Donoghue, de la Escuela de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol y coautor del estudio, el hallazgo «resuelve el debate sobre el origen de los dientes».
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