El País
El presidente ruso ha ordenado elevar la alerta de las fuerzas de contención estratégica, también conocidas como de disuasión. Estas son, según su Ministerio de Defensa, “la base del poder bélico de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia, diseñadas para contener una agresión contra el país y sus aliados, así como para derrotar al agresor a través de todos los medios, incluidas las armas nucleares”.
Es decir, Moscú cuenta con el as de las armas de destrucción masiva, pero contempla escenarios más convencionales. Su composición se reparte en dos ramas, las Fuerzas Estratégicas de Ataque y las Fuerzas Estratégicas de Defensa. Estas últimas las forman las baterías antimisiles y la red de alerta, mientras que el poder ofensivo se basa en misiles balísticos intercontinentales, cohetes desplegables en aviones y misiles de precisión de largo alcance, así como fuerzas no nucleares de doble propósito que también pueden portar armas convencionales, como bombarderos, submarinos y navíos de superficie.
El arsenal nuclear ha sido renovado casi completamente desde 2018, cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, presentó sus nuevos misiles. El Sarmat, un cohete intercontinental de alcance ilimitado; el Avangard, un misil hipersónico capaz de cambiar de trayectoria para evadir las defensas; el Kinzhal, un cohete balístico desplegable en aviones; y el Poseidón, un dron nuclear submarino.
Las fuerzas armadas rusas cuentan con 4.447 cabezas nucleares, de las cuales 1.588 están desplegadas en misiles y bases, 977 en la reserva y el resto no se consideran estratégicas, según Bulletin of the Atomic Scientists, fundada por exingenieros del Proyecto Manhattan. La revista estima que unas 812 cabezas nucleares están en misiles balísticos, 576 en submarinos y unas 200 en bases de bombarderos estratégicos.
Putin aprobó en junio de 2020 la nueva doctrina de disuasión nuclear rusa, donde dejaba claro que “la decisión del empleo de armas nucleares la toma el presidente” si se contempla una agresión nuclear o un ataque con armas convencionales “cuando la existencia misma del Estado esté en peligro”.
El coronel de infantería José Miguel Palacios analizó los nuevos principios de la contención rusa para el Instituto Español de Estudios Estratégicos, dependiente del Ministerio de Defensa. “Las armas nucleares son concebidas como elemento fundamental de disuasión, pero solo ante las amenazas más graves, aquellas que afecten a la propia existencia del Estado ruso. La disuasión frente a amenazas de menor entidad debe estar a cargo de fuerzas convencionales o, para ser más precisos, de fuerzas no nucleares”.
“Esta declaración era sustancialmente idéntica a las que podamos encontrar en las doctrinas militares de 2010 y 2014″, continuaba su análisis. ¿Por qué se publicó entonces el documento? Según Palacios y otros expertos consultados, el objetivo era “no ser acusados de pretender utilizar armas nucleares para alcanzar la victoria en un conflicto convencional”. Dos años antes, en 2018, la Administración estadounidense de Donald Trump había publicado un análisis en el que sugería que Rusia podría plantearse un ataque nuclear a pequeña escala para vencer, lo que se denominó “escalar para desescalar”.
En el análisis de Palacios figuraba también el punto de vista de Dmitri Tenin, excoronel de la inteligencia rusa y actual director del instituto Carnegie de Moscú, que apuntaba a que “la noción de una guerra nuclear limitada (en una zona) siempre ha sido ajena al pensamiento estratégico ruso”.
La cuestión es qué se considera una amenaza para la integridad del Estado ruso. Al ordenar este domingo que sus fuerzas entrasen en máximo nivel de alerta, el mandatario dijo a su ministro de Defensa y a su jefe del Estado Mayor que el país es víctima de medidas hostiles bajo la forma de “sanciones ilegítimas, de las que todos son muy conscientes”.
Asimismo, cuando Putin anunció la invasión de Ucrania, advirtió a quien tratase de impedirlo de que “la respuesta de Rusia será inmediata y le traerá consecuencias que nunca ha encarado en toda su historia”.