Héctor de Mauleon/En tercera persona
“Es parte del folclor veracruzano”, decía Javier Duarte ante los rumores que a fines de febrero pasado advertían que el gobierno federal le había dado la espalda a consecuencia de sus repetidos escándalos, y que era inminente, por lo tanto, su caída en desgracia como gobernador del estado. “Folclor de estos tiempos (electorales)”, dijo el mandatario.
El presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, había declarado que Duarte debía rendir cuentas “correctas y verdaderas”, “ante los señalamientos de desvío de recursos dentro de su administración”: estaban en el aire los reportes de la Auditoría Superior, la cual lanzó al gobierno veracruzano observaciones que el propio auditor consideró “graves”, sobre el destino de más de 14 mil millones de pesos.
Estaba el reclamo de que Duarte fuera sometido a juicio político por “corrupción rampante y un desfalco millonario” (desde agosto de 2015, los perredistas Fernando Belaunzarán y Agustín Miguel Alonso Raya promovieron la demanda en contra del gobernador).
No entiendo si lo que ocurrió después fue también a consecuencia del folclor veracruzano, pero el gobernador voló cuanto antes a la Ciudad de México para entrevistarse con el secretario Miguel Ángel Osorio Chong.
La reunión, que la Secretaría de Gobernación se negó a confirmar, duró 30 minutos. Duarte sí la confirmó y dijo que se había tratado solo de “una de las reuniones que tenemos en forma periódica. Los gobernadores tenemos una comunicación permanente con quien es el responsable de la política interna del país”.
Al día siguiente de haberla pronunciado, Beltrones matizó su declaración: “(Duarte) es un gobernador postulado por el PRI, que contará siempre con la consideración y la exigencia de su partido de que deben hacerse las cosas bien, como en todo el país”. El presidente nacional del PRI dijo también que los rumores de la salida habían surgido al calor de la próxima contienda electoral, y que los aspirantes a contender en ésta “se ensañaron al respecto”.
Desde principios de año, sin embargo, ante la sucesión de escándalos que convirtieron a Duarte en el gobernador con peor imagen a nivel nacional, el CEN del PRI venía anunciando en reuniones privadas que el tricolor estaba dispuesto a apoyar el juicio político contra Duarte, como única forma de mantener la gubernatura en manos del partido.
El propio Beltrones dio un espaldarazo público al aspirante priista Héctor Yunes Landa, rival político del gobernador, de quien dijo: “Ha hecho un compromiso y ese compromiso es cero impunidad con el pasado”.
Ayer, a un mes de los sucesos reseñados, la columnaBajo reserva anunció que el avispero continúa agitado y que “en algunos de los despachos más relevantes del gobierno federal y del PRI han llegado a la convicción de que la única salida que les permitiría dar la pelea para retener la gubernatura de Veracruz es apoyar el juicio político contra el actual mandatario estatal, Javier Duarte”. Según la información consignada en la columna, “este escenario está bajo análisis y en espera de luz verde”.
Durante el mes que ha transcurrido desde que el “folclor veracruzano” anunció su caída, Duarte ha intentado difundir a toda costa supuestos logros de su gobierno. Hasta la carátula de su tesis en la Universidad Complutense circuló en redes sociales.
Sobre su administración pesa ya, sin embargo, además de la acusación de haber transferido 14 mil millones de pesos a cuentas no autorizadas y de haber endeudado al estado con casi 50 mil millones de pesos, la de no garantizar los fines de la seguridad pública, dejando a los veracruzanos en estado de indefensión: sobre su administración pesa ya la sombra de Tierra Blanca, de la infiltración del crimen organizado, de la muerte de periodistas, de mujeres y de jóvenes; de la consignación de cerca de 200 policías por su participación directa en hechos delictivos; de un cuerpo policial en el que más de la mitad de sus elementos no aprobaron los exámenes de control de confianza. La sombra de las amenazas, las detenciones arbitrarias, los desplazamientos internos, los secuestros y las desapariciones forzadas. Todo lo que hizo de Veracruz uno de los estados más violentos y peligrosos de México.
Me escandaliza que la “luz verde” esté determinada por los cálculos electorales del gobierno y el PRI, y no por el desastre que Duarte ha sido para Veracruz. Pero si esa es la ley de la política, los políticos deberían tener la dignidad de caer en ella.