Doble condena…

Por Maryjose Gamboa/Al aire…

Doble condena…

“Nadie visita a las mujeres en las cárceles, todas y todos visitan a los hombres… ¿Qué más hay que saber del mundo?”… Le revela a la escritora México-Estadounidense Jennifer Clement, la protagonista del libro “Ladydi” desde el penal de Santa Martha Acatitla, cuándo se percata que la fila para visitar a los reclusos alcanza diez cuadras, mientras que la fila para visitar a las reclusas, apenas dos. Y no es sencillo entender por qué es así, pero lo es, y lo sé porque durante todos los meses de reclusión pude corroborar la contundencia de esta teoría, primero en las decenas de libros que la familia y las y los buenos amigos me llevaban, y después por experiencia propia.

Hoy recuerdo esta investigación en la que se basaron muchas de las columnas que escribí desde dos penales distintos -columnas que NOTIVER contra viento y marea me seguía publicando-, porque durante esta semana dos de las ex servidoras públicas más cercanas a Fidel Herrera y Javier Duarte, viven en carne propia esta doble condena… Respecto a la primera condena, al tratarse de un asunto estrictamente legal pues poco se puede decir -la ex Alcaldesa de Alvarado Sara Luz Herrera fue sentenciada a 30 años de prisión, mientras que la ex vocera de Duarte, María Georgina Domínguez está aún en proceso-, pero de la segunda condena, esa que tiene más que ver con la vileza que con la justicia, SÍ.

La ex Alcaldesa de Alvarado Sara Luz Herrera Cano, fue sentenciada hace un par de días a 30 años de prisión por el delito de homicidio doloso calificado, en agravio de quien fuera su secretario particular, Michel Martínez Corro y el cuál fue reportado como desaparecido el 29 de julio del 2013 y encontrado sin vida cinco días después en la localidad Lomas del Rosario en el municipio de Alvarado. “Sarita” cómo la conocían sus “amigos priistas” fue detenida dos días después de dejar el cargo, el 2 de enero del 2014, y seis después le dictaron auto de formal prisión. Desde entonces permanece recluida en el penal de Amatlán.

Ahí en Amatlán, durante uno de los recorridos que hicimos con los colectivos de búsqueda de familiares desaparecidos, tuve la oportunidad de platicar con ella… Y aunque la noté mucho más delgada de lo que la recordaba, su semblante (aún no le dictaban sentencia) era tranquilo. Todavía confiaba en que alguno de sus jefes políticos, estos a los que les llevaba y cocinaba mariscos frescos desde Alvarado hasta la ciudad de México, como Fidel Herrera, le mostrara algún respaldo, aunque en 4 AÑOS jamás la haya visitado.

Como tampoco lo hicieron el resto de los que recibieron muchos favores (legales o ilegales no me corresponde a mí juzgarlo) de ella. Solo la visitaba, me contó, la señora Delia, tal vez uno que otro familiar pero nada más. Al resto de la gente que consideraba “amigos” no sólo la olvidaron, también la negaron, hecho aún más cruel que el olvido.

Pero “Sarita” ha tenido tiempo para asimilarlo, y también para responder… Y es que si algo deberían tener claro aquellos “amigos” es que a la única persona en el mundo a la que no debes enfrentarte, es a aquella que siente que lo ha perdido todo, y “Sarita” hoy se encuentra en ese punto del que no hay regreso. Hasta dónde sé, durante estos cuatro años a la par que medía la “lealtad” de sus compañeros y “amigos” de partido, también escribía sobre todas y todos aquellos que participaron de aquellas fiestas en la Ciudad de México. Cada testimonio plasmado en papel representa para ella una garantía de vida, y desde luego la posibilidad de demostrarles a quienes no dudaron en abandonarla a su suerte, lo importante de aquella frase que lleva implícita también una sentencia; “Amor con amor se paga”.

El caso de María Georgina Domínguez, para el tema que nos ocupa no es tan distinto… Finalmente será un juez quien determine si es responsable de desviar 4 MIL MILLONES DE PESOS desde la Coordinación General de Comunicación Socia durante el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, así como de resolver si es responsable del resto de las acusaciones que enfrenta como enriquecimiento ilícito, abuso de autoridad, incumplimiento de un deber legal, omisión y coalición.

Lo que sí puede decirse, es que mientras perseguía con una saña descomunal a todos aquellos que se atrevían a alzar la voz en contra del gobierno Duartista, ayudaba a muchos otros a construir emporios “informativos” que les permitieron acumular fortunas que ni en mil vidas hubiesen logrado por sí mismos… ¿Dónde están los beneficiados de Gina? ¿Cuál de ellos ha ido a verla, o se ha acercado a su familia para saber que necesita su hija por ejemplo? Hasta dónde su mirada me dijo cuándo le vi en Pacho Viejo (penal en el que permanece recluida desde hace ocho meses y el cuál también recorrí con los Colectivos de búsqueda de familiares desaparecidos) no tiene idea…

No hay visitas “restringidas”, esa es la única y cobarde excusa de quienes no tienen los pantalones suficientes para visitar a quién tanto les dio (legal o ilegalmente también lo determinará un juez), porque por encima de los cargos que enfrenta, debería estar la lealtad que le profesaban cuándo les otorgaba un convenio, y ver que en la audiencia reciente sólo estuvieron con ella un par de familiares, me parece una vileza que debería ser castigada con la misma severidad con la que la ley castiga los actos de corrupción.

“Ay amor cosa tan rara”…

Ambas historias, y al margen de lo que personalmente pueda opinar de cada caso, me llevan irremediablemente al túnel de los recuerdos que se superan pero jamás se olvidan… Por ejemplo aquellas de las poquísimas cosas “buenas” que uno vive en una prisión; los días de visita y la voz de Evelin, una de las pocas mujeres amables que trabajaban como custodia en uno de los penales. Una custodia que en medio de cada recorrido por las celdas de mujeres soltaba un pedacito de canción con una voz más potente que la de Toña “La Negra”… “Ay amor…cosa tan rara” repetía.

De hecho, a raíz de esta canción y de los breves momentos en los que a escondidas platicaba conmigo, empecé a documentarme si era real o simple percepción, el hecho que la fila para visitar a los reclusos era siempre por lo menos cuatro veces mayor a la de las reclusas… ¿Siempre es así o es mi imaginación? le pregunté a Evelin, a lo que sin titubeos respondió:

“A los hombres los vienen a ver sus esposas, sus madres, sus hijas, a las mujeres no, si acaso las madres o hermanas, pero muchos hijos se olvidan de ellas y la pareja, esposo o novio, menos se ven por aquí… Junto con los problemas los hombres huyen” me confesó, y fue hasta ese momento en el que comprendí que su voz no callaba porque su canto no era para ella, sino para todas las internas a las que en tantos años conoció.

Esta columna dedicada hoy a todas ellas, a las miles de mujeres veracruzanas abandonadas en cualquiera de los reclusorios que hay en la entidad, porque culpables o inocentes nadie merece una doble condena; la que marca la ley, y la que marca la deslealtad de aquellos a los que tanto dieron.

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