Por Inés García Nieto
En toda la República Mexicana “viven” 12 millones 300 mil mujeres que dependen de la bondad de la tierra en valles, estepas y laderas de montañas.
12 millones es un número ligeramente superior a la población que posee todo el estado de Veracruz, a todo lo largo de su geografía.
Hoy es el Día Internacional de la Mujer Rural, y lo más seguro es que ni el uno por ciento de ellas lo sepa.
En México y en estados donde la población rural es grande, posiblemente algunos gobiernos lo celebraron. Si lo hicieron, seguramente sin el compromiso de abogar por ellas en las Cámaras de Diputados ni de Senadores, para que ellas tengan una jornada de ocho horas de trabajo, y su ardua laboral fuera y dentro de casa les sea remunerada.
En México será celebrado este Día Internacional de la Mujer Rural sin que haya acuerdos que beneficien su salud y su educación, y mucho menos sin que tenga la opción de revisar su cuerpo una vez al año -por falta de recursos económicos-, y así escapar de las garras del cáncer de mama y matriz.
Su falta de educación y su confianza en ella y la vida, seguramente les impedirá escapar de la violencia en su contra –muchas veces ocasionada por la misma mujer-, perpetrada por los siglos de los siglos, de parte del sujeto que debería estar para protegerla: su padre, su marido, su hermano.
En 2008, un joven que analizó su triste condición en una comunidad de la huasteca veracruzana, Luis Daniel Méndez -asesinado dos años después en Huayacocotla-, dijo que para que la democracia sea real en nuestro país, esta debe empezar por la casa apoyando a la mujer en su triple tarea como esposa, madre y trabajadora sin salario y sin descanso, y todavía humillada.
El 18 de diciembre del año 2000, la asamblea general de la ONU declaró el 15 de octubre el Día Internacional de la Mujer Rural, y ojalá esta fecha sirva de reflexión para todo ser pensante en el planeta tierra.