Por Andrea Fischer/Ecología National Geographic en Español
El hecho de que se haya comercializado un ‘cempasúchil chino‘ ha generado furor en redes sociales. La comunidad en línea se cuestiona si realmente existe una diferencia entre la flor tradicional mexicana, que ha acompañado durante milenios a los muertos hasta los altares que adornan sus familias, con la versión que se cultiva en Asia.
La variedad de semillas asiáticas está desplazando a las especies nativas mexicanas de los comercios, impactando negativamente al campo mexicano y a sus productores locales. Aquí te contamos de dónde viene el cempasúchil tradicional, y qué diferencias guarda con la marigold hecha en China.
¿Existe realmente una diferencia entre el cempasúchil chino de la flor mexicana tradicional?
La primera referencia que se tiene de la especie aparece en el Códice Florentino, uno de los documentos en los que fray Bernardino de Sahagún registró las flora, fauna y costumbres que encontró en el Nuevo Mundo. En aquel entonces, las describió como “flores amarillas y de buen olor, y anchas y hermosas, que ellas se nacen, y otras que las siembran en los huertos”.
Sin embargo, se sabe que la Tagetes erecta —nombre científico que recibe el cempasúchil— se domesticó hace miles de años en América. Sólo en el continente americano, existen 56 especies nativas. De ellas, al menos 26 son mexicanas.
A pesar de ello, no es la primera vez que se cuestiona el origen del cempúcashil que se vende para las fiestas tradicionales mexicanas. En 2021, Alejandro I. López reporteó la diferencia entre la especie nativa del país y las que se importan de campos extranjeros para National Geographic en Español:
«A diferencia de otros cultivos en la zona, la mayoría del cempasúchil que se produce en Xochimilco no crece directamente en la tierra, sino en charolas de germinación donde se deposita la semilla durante los primeros días de julio», explica el autor.
Muchas de estas flores se cultivaron en Estados Unidos. Ahora, el ‘cempasúchil chino’ también inunda los supermercados de México. Éste último proviene de una semilla modificada genéticamente en China e India, que alcanzó gran popularidad en los últimos años.
Las personas en Asia la compran no con fines ceremoniales, sino como una planta de ornato que se vende en maceta. Coloquialmente, se le conoce como marigold china, y se le considera una flor ‘marchita’, ya que es incapaz de germinar. La mística prehispánica que envuelve a la especie en México no figura en estas transacciones asiáticas.
Y el campo mexicano, ¿en dónde quedó?
A diferencia de la Tagetes original —que puede vivir en distintas latitudes, y sobrevivir climas diversos—, las flores venidas de Asia no duran más allá del Día de Muertos. Esto es así porque el ‘cempasúchil chino’ está diseñado genéticamente para que no viva mucho tiempo. Después de algunas semanas, sencillamente se marchita.
Además de que estos productos son importados —y tienen una esperanza de vida mínima—, el impacto del ‘cempasúchil chino’ alcanza al campo mexicano. Muchos de los floricultores en Xochimilco y Tláhuac han sido reemplazados en los mercados tradicionales de México por estas especies extranjeras, que poco tienen que ver con el fulgor original de la Tagetes erecta mexicana.
Para diferenciar al cempasúchil tradicional de aquel hecho en China, vale la pena considerar lo siguiente:
- El cempasúchil mexicano generalmente se vende en los mercados tradicionales, conocidos localmente como tianguis (y no en los supermercados).
- Siempre se vende en ramo, y no en maceta.
- Tiene un tallo largo y erguido.
- Al germinar, las flores del cempasúchil tradicional no son idénticas entre sí: como México, encuentran belleza en la diversidad.
Al comprar el cempasúchil tradicional, se apoya al campo mexicano y a la larga tradición cultural que el país guarda con la flor del Día de Muertos. En últimas, comprar la flor tradicional es un acto de resistencia y arraigo: finalmente, es una especie nativa de México, cuyos pétalos siguen llamando a los muertos a reunirse con sus familias en noviembre, para volver a sentarse a la mesa juntos.