Por Dra. Zaida Alicia Lladó castillo
A colación de la excelente noticia, para la familia y seguidores del corredor de autos Michael Schumacher de 45 años, expiloto de la Fórmula Uno y siete veces campeón de la misma, que despertara –hace dos días–, del coma en el que se encontraba desde el mes de diciembre del año 2013, me permito hacer algunas reflexiones respecto a lo que significa la calidad de vida o la calidad de la terminación de la misma, relacionándola con las medidas que se han venido tomando en algunos países respecto a generar leyes donde queda prevista la “voluntad anticipada”, el “bien morir” o la “muerte asistida” y , que a su vez se vincula con la calidad de vida o de muerte.
Pero primero analizaré el caso Schumacher. La noticia de su accidente, cayó como balde de agua el 29 de diciembre del año pasado. Michael, sufrió un traumatismo severo en la cabeza resultado de un accidente de esquí en los Alpes franceses en el centro turístico de Meribel, y desde el percance, recibió tratamiento en Grenoble, Francia, donde fue intervenido en dos ocasiones para reducir los edemas y la presión intracraneal que provocó el golpe contra una roca, en dicha pista.
Pero los médicos, al ver que no había reacción, lo colocaron en un coma inducido para ayudar a reducir la inflamación en el cerebro; es decir, la propia ciencia médica y por supuesto la familia lo permitió, para que en caso de que llegara a reaccionar, fuera una forma de evitarle más daño del que ya tenía. Y a partir de ahí, el corredor quedó a expensas de los mejores especialistas franceses y suizos, que nunca perdieron la esperanza de que su físico pudiera responder y éste saliera adelante.
Y vaya que tuvo fuerza, pues además del traumatismo, hubo que superar en el mes de febrero pasado, una neumonía durante el proceso de coma del paciente, que también lo puso al borde del final. Por eso, si podemos decir que existen los milagros, éste es uno sin duda. Y sucedió el pasado 15 de Junio: Schumacher regreso del coma, y su familia como sus asistentes clínicos lo han tomado como la gran esperanza para orientar o reorientar los tratamientos y ahora su recuperación, aunque esto pueda llevar años en lograrse, sin asegurarlo al 100%.
Pero ¿qué tiene que ver este caso, con la calidad de vida y hasta el final de la misma?
Pues mucho. Pues existen casos similares, en donde la reacción de la familia frente al ser querido accidentado, que sufre traumatismo, que queda en estado de coma –natural o asistido—o llega a padecer una enfermedad crónico degenerativa o terminal, por el tiempo que dicho proceso dura o las secuelas graves que deja el mismo, hace que ésta tome la decisión de hacer uso de la “muerte asistida”; modalidad polémica en donde se involucran cuestiones emocionales, clínicas, jurídicas y religiosas, pero que cuando está prevista en las legislaciones la voluntad de las personas para que les permitan “bien morir”, hace más fácil este proceso doloroso.
Si hablamos de calidad de vida, ésta no abarca sólo la esperanza de vida. Calidad de vida, implica considerar o asegurar al ser humano las condiciones mínimas para que éste viva de manera decorosa hasta que muera y ello implica, factores de salud, educación, desarrollo individual y social, hábitat sustentable y sobre todo saber y poder disfrutarla , etc., pero si hablamos de calidad del final de la vida, entonces hablamos de aspectos relacionados con la infraestructura pública y privada de salud y con el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades de todo tipo que amenazan a la humanidad y que nos ponen—porque nadie esta exento–, en el dilema de saber vivir, pero también de morir con dignidad. Igualmente nos pone en el escenario, prever en las legislaciones, modalidades que permitan que los individuos no sufran, y estos lo prevean anticipadamente, para que sea la propia familia quien así lo decida con un sustento, en caso de que el paciente ya no esté consciente para hacerlo.
En el caso Schumacher, es claro que se trata de un personaje con amplias posibilidades económicas. Pero, cuando se trata de una familia mexicana de clase media o baja, que con gran esfuerzo, hace hasta lo imposible por un familiar enfermo, el enfrentar la etapa del coma o de la enfermedad terminal, los hace asumir dos dilemas principales:
· Que el paciente continúe siendo tratado clínicamente por mucho tiempo en su proceso de rehabilitación o terminación de la vida, y eso implicará estar junto a él, requiriéndole una asistencia médica cada vez más especializada y el tiempo que dure dependerá de las condiciones físicas de éste.
· Que este proceso final, implique gastos médicos que se van incrementando en el tiempo, donde la familia y el paciente, se probarán en sus posibilidades económicas y de eso dependerá la forma de responder ante el problema.
Cuando esos casos están latentes, entonces la familia puede llegar a tomar la decisión más importante y difícil de su vida: hacer uso de la muerte asistida. Finalmente en este proceso de decisión, la ciencia médica –que esta para defender la vida–, está enmedio esperando las decisiones individuales y de conjunto.
De ahí la gran disyuntiva y la reflexión sobre el tema.
¿Qué hacer ante estas circunstancias? Porque el amor hacia un ser querido es incalculable y siempre se buscará lograr que el mismo recupere su salud y pueda llegar a ser una persona normal.
¿Cómo tomar una decisión, sin que quede el remordimiento de que el paciente pudo haberse recuperado, como el caso que hoy citamos, en donde la ciencia –y agrego Dios–, pudo darle otra oportunidad al paciente?
Pues es difícil la respuesta y por ello muchos países ya están tomando medidas al respecto y en ese tenor se justificó el debate en la Asamblea del DF, cuando en el año 2008, se analizó y finalmente se aprobó la Ley de voluntad anticipada, que ya está aplicando en esta capital del país y en el Estado de México se aprobara en 2013 y habrán de verse los resultados en los casos en donde se haya hecho uso de ésta.
Y ¿qué prevé dicha Ley?, entre otras cosas lo siguiente:
Por principio de cuentas el artículo primero de la Ley señala: “ser del orden público e interés social, y tiene por objeto establecer y regular las normas, requisitos y formas de realización de la voluntad de cualquier persona con capacidad de ejercicio, respecto a la negativa a someterse a medios, tratamientos y/o procedimientos médicos que pretendan prolongar de manera innecesaria su vida, protegiendo en todo momento la dignidad de la persona, cuando por razones médicas, fortuitas o de fuerza mayor, sea imposible mantener su vida de manera natural”. [1]
Igualmente determina las diferencias entre la eutanasia activa y la ortotanasia (eutanasia pasiva), aclarando para la primera el: “no permitir ni facultar bajo ninguna circunstancia la realización de conductas que tengan como consecuencia el acortamiento intencional de la vida”; y para la segunda: permitir al enfermo en fase terminal su práctica para tener una muerte digna”
Por otra parte dispone este marco jurídico, el reconocimiento a los derechos de las personas aquejadas de una enfermedad terminal, para que puedan determinar en la última etapa de su vida el tipo de tratamiento médico que desean recibir, a través de una manifestación expresa con las formalidades que establece la ley[2]. Ello conlleva, el permitir también a la familia la posibilidad de hacer valer esa voluntad expresa del paciente –tal y como sucede en el caso de donación de órganos que se decide con anticipación—para que en una situación de enfermedad extrema terminal o de inconsciencia total, se pueda cumplir la voluntad del enfermo y éste se vaya en paz.
Por eso en la actualidad, en todo el país, las autoridades del Sector salud en todos sus niveles de gobierno, están dirigiendo acciones para capacitar a los trabajadores que integran los equipos médicos interdisciplinarios de los hospitales de segundo y tercer nivel para dar cumplimiento las nuevas disposiciones en la materia.
Dicha Ley no deja de ser polémica pero resuelve principalmente en los ciudadanos, dos cosas:
· Que los seres humanos, conscientes de que estamos expuestos de morir en alguna situación traumática, también puedan definir su voluntad y que el paciente quede con la tranquilidad de que, en caso de llegar a estar en un estado de coma o padeciendo una enfermedad terminal, la recuperación sean imposible o se alargue el sufrimiento o exista la amenaza de reaccionar pero quedando con secuelas permanentes que no permitan vivir con dignidad, pueda dar su autorización anticipada para ser asistidos y entonces descansar o morir en paz.
· Que con ello los familiares, puedan ser partícipes de una decisión, sin cargos de consciencia y con la tranquilidad de que se hace hasta lo imposible por cuidar a su familiar, además de respetar su voluntad.
El tema aún es verdaderamente polémico, pero habla de una realidad cada vez más frecuente. Y ojalá los congresos locales de todas las entidades, lo analicen y puedan hacerse las discusiones pertinentes para legislar y controlar esos casos y también evitar abusos en decisiones calculadas en perjuicio de los pacientes, cuando están ya en estado de indefensión por su enfermedad.
Por eso, es necesario recordarnos lo importante que es, preocuparse por tener la calidad de vida y el bien morir.
Porque, aunque se afirme que la vida es vida, mientras haya pulso; también, la vida es vida, mientras se disfrute de la misma y no, que se vuelva un trance doloroso e interminable, haciéndolo más difícil para todos.
Gracias y hasta la próxima.
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