Una nueva generación de telescopios espaciales y terrestres intentan cazar el planeta habitable más parecido a la Tierra
Por Nuño Domínguez/El País
Si hay un astrónomo en otro Sistema Solar y usa telescopios similares a los nuestros, la Tierra aparecerá en su visor como una tosca imagen de apenas unos píxeles. Le será imposible saber que está ante un planeta lleno de vida, el punto azul pálido que popularizó Carl Sagan. En 1990, el astrónomo sugirió a la NASA que la Voyager 1, la sonda que más lejos ha viajado en el espacio, diese una vuelta sobre sí misma y tomase una última foto de la Tierra, a 6.000 millones de kilómetros de distancia. Nuestro planeta era un punto de luz casi imperceptible de menos de un píxel. “Considera de nuevo ese punto”, escribió Sagan en su libro Pale Blue Dot. «Eso es aquí. Es nuestro hogar. Somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. […] —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”, escribió el divulgador, intentando ponernos en nuestro insignificante sitio en el cosmos.
En la Vía Láctea hay 1.000 millones de planetas como el nuestro, según Natalie Batalha. Es un cálculo conservador que la científica del telescopio espacial Kepler realizó para The Washington Postbasado en los datos acumulados por este instrumento desde 2009. Hasta el momento ha descubierto 2.341 planetas fuera del Sistema Solar, 30 de ellos con un tamaño aproximado al de la Tierra y a la distancia apropiada de su estrella para albergar agua líquida. Otro dato de Kepler hace sentir vértigo. Este telescopio, el que más planetas extrasolares ha descubierto, fue diseñado para observar solo el 0,25% del cielo. Harían falta 400 keplers para abarcar toda la bóveda celeste y las decenas de miles de millones de planetas que alberga la Vía Láctea, que es solo una entre 200.000 millones de galaxias que hay en el universo.
La pregunta de si hay vida en alguno de esos cientos de miles de millones de planetas queda ensombrecida por otra, ¿seremos capaces de encontrarla? En marzo se lanza el primer telescopio espacial para buscar exoplanetas que abarcará todo el cielo. El TESS (siglas en inglés de Censo de Exoplanetas en Tránsito) observará durante dos años las 200.000 estrellas más brillantes del universo. Se espera que esta misión de la NASA descubra más planetas que Kepler.
Tras el censo de TESS, otros dos telescopios espaciales tomarán el relevo. Cheops, un proyecto de la Agencia Espacial Europea que también se lanza este año, examinará las estrellas brillantes que albergan exoplanetas y determinará su radio y composición. Los planetas más pequeños que alcanzará a observar son varias veces más grandes que la Tierra, pero posiblemente algunos tengan la misma composición rocosa. En 2019 se lanzará el Telescopio James Webb de la NASA, el más potente en su clase, que será el primero que podría observar atmósferas de alguno de estos exoplanetas.
En el Observatorio de Calar Alto, en Almería, el instrumento Carmenes ha entrado en su segundo año de búsqueda de un total de cinco para elaborar un catálogo de los exoplanetas más cercanos a nuestro Sistema Solar —a una distancia media de unos 40 años luz— que orbitan enanas rojas. Cuando haya acabado, a principios de la próxima década, comenzarán a funcionar los mayores telescopios ópticos del mundo. Los espejos de estos gigantes, de 39 metros de diámetro en el caso del ELT europeo, podrán apuntar a un exoplaneta que orbite una enana roja e identificar en su atmósfera la luz emitida por diferentes compuestos químicos. Pondrán el foco en el vapor de agua, pues si hay en la atmósfera también la habrá en la superficie, el dióxido de carbono, que puede funcionar como un termostato para conservar una temperatura templada, o el metano, cuya presencia en la atmósfera terrestre delata la presencia de vida. Lo complicado será descartar que la presencia de esos compuestos no se deba a erupciones volcánicas u otros fenómenos ajenos a la presencia de vida.
El planeta más cercano al Sistema Solar está en Próxima Centauri, una enana roja a 4,5 años luz. Tiene el tamaño de la Tierra y los futuros telescopios terrestres serán los primeros que puedan tomar imágenes de este mundo. Más complicado será saber si hay atmósfera, esencial para la vida, pues la Tierra, la estrella y el exoplaneta no parecen estar alineados, explica Guillem Anglada-Escudé, uno de los científicos que descubrió este sistema solar en 2016. Las opciones son algo mejores en Trappist-1, otra estrella enana que alberga siete planetas del tamaño del nuestro, descubiertos el año pasado. “Según las últimas observaciones no son planetas rocosos como el nuestro, sino más parecidos a las lunas de Júpiter o Saturno. Al contrario que estas, están mucho más cerca de su estrella, por lo que es posible que haya agua líquida en su superficie”, explica Anglada-Escudé.
En la Vía Láctea hay 1.000 millones de planetas como el nuestro, según Natalie Batalha, de la NASAT rappist está a 40 años luz La sonda Helios 2 —la más rápida que se ha lanzado al espacio— tardaría 180.000 años en recorrer esa distancia. Agencias espaciales y fundaciones privadas estudian conceptos muy preliminares para futuras misiones interestelares, pero aún no hay un sistema de propulsión viable. Siendo optimistas, podría llevar un siglo desde el inicio del diseño a su conclusión.
Fuera del Sistema Solar, dar el salto de las enanas rojas a las estrellas como el Sol será complicado. “Hasta finales de la década de 2020 o principios de la siguiente no tendremos una foto de un exoplaneta como la Tierra similar al pale blue dot”, explica Ignasi Ribas, científico del proyecto Carmenes y experto en exoplanetas del CSIC. Hay pocas estrellas de baja densidad como el Sol en las proximidades del Sistema Solar. Desde un punto estadístico “es poco probable” hallar un gemelo de la Tierra usando incluso los mayores telescopios terrestres como el ELT, pero no imposible. “Dependemos de la suerte”, resume Ignasi Ribas, investigador principal de Carmenes y experto en exoplanetas del CSIC. Para asegurar la primera imagen de un planeta del tamaño de la Tierra en torno a una estrella como el Sol probablemente habrá que esperar a telescopios como Hab-X o Luvoir, proyectos que aún están en sus fases de desarrollo inicial. Ver otro planeta como la Tierra tal y como vemos el nuestro desde el espacio, con nubes, océanos y continentes seguirá siendo durante décadas “pura ciencia-ficción”, admite Ribas, “pero pronto, gracias a los nuevos telescopios, la gente podrá salir de noche al campo e identificar a simple vista estrellas en las que sabremos que hay planetas habitables”.
MICROBIOS EN LAS LUNAS HELADAS DE SATURNO
Las expectativas de encontrar vida dentro del Sistema Solar han cambiado en los últimos años. La exploración de las lunas heladas de Júpiter y Saturno con sondas espaciales apuntan a que bajo el hielo puede haber océanos con un fondo rocoso y, posiblemente, actividad hidrotermal, el ambiente en el que pudo surgir la vida en la Tierra. Uno de los indicios más espectaculares lo captó la sonda Cassini. El pasado septiembre, antes de suicidarse en la atmósfera de Saturno, la nave sobrevoló los géiseres de vapor que brotan del hielo de la luna Encélado y encontró hidrógeno, dióxido de carbono, metano y otros compuestos orgánicos. Esos gases podrían ser producidos por microbios acuáticos similares a los que existieron en la Tierra. Las agencias espaciales de Europa y EE UU están desarrollando ya misiones orbitales para explorar Europa y el resto de lunas de Júpiter, y barajan otras misiones más arriesgadas en el futuro. “Algunos de mis compañeros están diseñando una sonda para aterrizar en Europa que buscará rastros de vida y otros tienen conceptos de naves que podrían derretir el hielo hasta llegar al océano que hay debajo”, explica Anthony Freeman, ingeniero del laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. “Además tenemos otro concepto para que una sonda se adentre en las fumarolas de Encélado en busca de vida”, señala.