Europa construirá en menos de cuatro años una nave para encontrarse con la roca, del tamaño del Empire State, cuando se aproxime en 2029. Sin riesgo de colisión, su observación dará a los científicos información muy valiosa por si un día es necesario desplegar una misión de defensa planetaria
«La humanidad no puede desaprovechar esta oportunidad». Juan Luis Cano, de la Oficina de Defensa Planetaria de la Agencia Espacial Europea (ESA), forma parte del equipo que acaba de recibir el visto bueno para diseñar y construir una nave espacial en menos de cuatro años, un tiempo récord. En abril de 2028, el satélite Ramses, siglas en inglés de Misión Rápida Apofis para la Seguridad Espacial, será enviado al encuentro de Apofis (Apophis), un asteroide de 375 metros de diámetro, el tamaño del Empire State, que se acercará a 32.000 kilómetros de la Tierra justo un año más tarde. Según los cálculos de los astrónomos, la roca no supondrá un peligro entonces ni en los próximos cien años, pero su observación permitirá conocer cómo la gravedad de la Tierra altera sus características físicas, información muy valiosa si un día un objeto de ese tamaño, capaz de causar una catástrofe global, se dirige directo hacia nosotros.
«Hemos convencido a los países miembros de la ESA de que nos permitan comenzar a trabajar antes de la decisión formal sobre la misión, que se tomará en la próxima reunión del Consejo Ministerial, en noviembre de 2025. No podemos esperar hasta esa fecha, no nos daría tiempo a prepararla», explica Cano. Como coordinador del servicio de información de NEOS (Objetos Cercanos a la Tierra), sabe que la visita de Apofis es excepcional. Un asteroide de ese tamaño se acerca tanto a la Tierra sólo una vez cada 5.000 o 10.000 años.
Apofis, que recibe el nombre de la deidad egipcia que trae el caos, fue descubierto hace dos décadas. Entonces se le llegó a considerar el asteroide más peligroso para la Tierra. Se creía que tenía una probabilidad de entre 45 de chocar contra nosotros en 2029, un escenario completamente descartado. Pero sí pasará varios miles de kilómetros más cerca que la franja donde se encuentran la mayoría de los satélites, tanto como para que pueda ser visto a simple vista en el cielo nocturno por 2.000 millones de personas desde gran parte de Europa, África y partes de Asia. Ramses, un cubo del tamaño de un automóvil pequeño con un par de paneles solares, quiere convertirse en su sombra.
La nave vigilará a Apofis desde marzo de 2029. «Es como si estuviéramos parados al lado de la carretera, viniera un coche, pasara a nuestro lado y siguiera su camino», compara Cano. Del asteroide se ignoran muchas características, como el campo gravitatorio, por lo que la nave se acercará «con cautela».
Primero, se situará a unos 20 km de distancia y poco a poco la irá reduciendo hasta operar a tan solo un kilómetro, desde donde podrá obtener fantásticas imágenes de la superficie de la roca a la máxima resolución posible con sus dos cámaras a bordo. Ramses realizará lo que se conoce como un ‘rendevouz’, de tal forma que acomodará su posición y velocidad para volar en formación con Apofis. Además, se prevé que libere dos cubesats, microsatélites que analizarán aún más de cerca el objeto. Incluso se planea que uno de ellos aterrice en la superficie del asteroide. En ese caso, utilizará un sismómetro para medir con precisión los movimientos que ocurren en su estructura interna.
Conocer al enemigo
Los investigadores anticipan que las fuerzas de marea de nuestro planeta alterarán el estado de rotación de Apofis y posiblemente provocarán terremotos y deslizamientos de tierra. Las imágenes obtenidas por Ramses permitirán llevar a cabo un estudio exhaustivo del antes y el después de su forma, superficie, órbita, rotación y orientación. Al analizar cómo cambia durante el sobrevuelo, los científicos aprenderán mucho sobre la respuesta de un asteroide a fuerzas externas, así como sobre su composición, estructura interior, cohesión, masa, densidad y porosidad. Estos cambios no han podido estudiarse en anteriores misiones a asteroides lejanos como Bennu o Ryugu, cuyas muestras han sido traídas a la Tierra.
¿Y si impactara? Una catástrofe con cientos de miles de muertos
Apofis no está en curso de colisión con la Tierra. Pero si esa roca u otra del mismo tamaño lo estuviera, «causaría una catástrofe de ámbito internacional», asegura José María Madiedo, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y responsable del Proyecto Smart, que registra los meteoroides que impactan con la atmósfera terrestre. «Una parte significativa del planeta se vería afectada. La zona de impacto quedaría arrasada y si ocurriera en el mar, podría provocar grandes tsunamis. No supondría la erradicación de la civilización humana como les ocurrió a los dinosaurios –la que cayó en Chicxulub, México, hace unos 66 millones de años medía unos 10 km–, pero morirían cientos de miles de personas», asegura.
Madiedo recuerda el evento Tunguska, en el que un objeto, no se sabe si un asteroide o un cometa, arrasó unos 2.000 km cuadrados de bosque siberiano en 1908 y provocó la caída de personas a 400 km de distancia. «Es como si un asteroide golpea en Tarifa y la gente se cae en Madrid», compara. Esa roca medía unos 50 metros. Una como Apofis, de casi 400, provocaría un efecto notablemente mayor que «no es comparable con ninguna catástrofe que se haya conocido en la historia humana». Por suerte, nuestra especie se recuperaría. Si el asteroide tuviera más de 1 km, aunque diezmada, quizás podría sobrevivir. Con uno de entre 5 y 10 km, como el de los dinosaurios, sería erradicada. Por fortuna, todos los asteroides de ese tamaño cercanos a la Tierra han sido localizados y no suponen un riesgo, pero no sabemos cuántos hay en los confines del Sistema Solar que algún día puedan acercarse. Sobre Apofis, «hay que continuar monitorizando su órbita, que puede verse modificada con el paso del tiempo debido a perturbaciones planetarias».
Como los asteroides también son cápsulas del tiempo formadas hace más de 4.000 millones de años, los datos de Ramses ofrecerán nuevos conocimientos científicos sobre la formación y evolución del Sistema Solar, pero, sobre todo, ofrecerán una valiosa información a la hora de evaluar la mejor manera de desviar un asteroide peligroso de su curso de colisión con la Tierra.
Ramses se quedará unos meses alrededor de Apofis. Trabajará en paralelo con Osiris-Apex, la extensión de la misión de la NASA Osiris-Rex, que el pasado año lanzó desde el espacio a la Tierra los restos recogidos de Bennu para después poner rumbo a Apofis. Pero esta nave llegará después del sobrevuelo.
Tener dos artefactos de gran capacidad en la roca permitirá realizar investigaciones científicas adicionales y medir los efectos a más largo plazo. «El hecho de que tengamos que desarrollar la misión con tanta premura también nos va a dar la oportunidad de demostrar la capacidad de reaccionar lo más rápidamente posible ante un futuro riesgo», señala Cano.
En septiembre de 2022, DART, la primera misión de defensa planetaria de la humanidad, logró desviar el pequeño asteroide Dimorphos, de unos 160 metros de diámetro, con un impacto frontal a 11 millones de km de la Tierra. La misión europea Hera, que será lanzada en octubre de este año con destino al mismo asteroide, hará de detective de lo ocurrido. Cuando llegue, en 2026, estudiará las propiedades físicas de la roca, luna de otra más grande, Didymos, y el cráter creado en el choque. Además, medirá con gran detalle el resultado de la prueba de impacto cinético.
La colaboración internacional entre DART y Hera sugiere que la humanidad podría redirigir un asteroide si es necesario. Pero para reaccionar ante un peligro real, se debe poder crear y desplegar una respuesta rápida. Como decía Sun Tzu en el tantas veces citado ‘El arte de la guerra’, para enfrentarse al enemigo primero hay que conocerlo. Y esa es la labor de Ramses.