Por Leonardo Huerta Mendoza / Mónica Martínez / Gaceta UNAM
Cada vez que escuchamos hablar de abejas, todos las relacionamos con la abeja productora de miel, la Apis mellifera, un insecto social, como las hormigas, que como éstas forma grandes colonias con miles de individuos.
Sin embargo, no todas las abejas son sociales ni todas producen miel. “De las 20 mil especies de abejas que hay en el mundo, alrededor de cuatro por ciento son sociales, es decir, viven en compañía de otros miembros de su especie con los que cooperan cuidando los hijos, proveyendo el alimento y demás”, explica Ismael Hinojosa, del Instituto de Biología.
El investigador universitario se dedica al estudio de la diversidad de las abejas: su número de especies, sus hábitats, sus variaciones, entre otras cosas.
“En general, cuando uno menciona abejas, lo primero que viene a la cabeza de la gente son las de la miel porque son de las únicas de las que se tiene información: que visitan las flores para obtener néctar y polen, que viven en colonias en las que habitan miles de individuos, que hay una abeja reina y obreras que producen la miel, cuyo piquete es doloroso y que mueren después de picar, etcétera”.
Las 20 mil especies de abejas comparten muchas características con la Apis mellifera, de las cuales, una de las más importantes es que se alimentan de productos de las flores: polen, néctar y algunos aceites. “Esta característica las define y las distingue de otros grupos de insectos con los que están relacionadas”.
“El néctar se convierte en miel mediante procesos bioquímicos en los que interviene el metabolismo de las abejas. Pero esto sólo es el caso de las sociales, como la Apis mellifera, porque en la mayor parte de las especies el néctar que recolectan no se almacena como miel; simplemente lo usan como provisión alimenticia para ellas y para los nidos que están construyendo”, explica el investigador.
En las grandes colonias que habitan las de la miel, durante las estaciones del año varía la disponibilidad de los recursos florales de los que se alimentan, por lo que necesitan almacenar sus excedentes –la miel o el polen– previendo que no haya suficientes recursos en ciertas temporadas del año. “Por eso tienen la miel”.
La vasta mayoría de ellas no vive en colonias, sino solas. “Una abeja construye su nido o nidos sola –siempre es una abeja hembra–, en celdas individuales o en conjuntos de éstas, formando nidos, de los que hay muchos tipos, de acuerdo con la especie”.
En todos los nidos, una vez construidas las celdas individuales, la abeja lleva el alimento de las flores, pone el huevo y cierra cada celda. “Al terminar de construir, aprovisionar y poner los huevos en su propio nido, la abeja muere”, agrega Ismael Hinojosa.
Estas especies no tienen que almacenar más alimento que el que necesitan sus crías que van a emerger en la próxima temporada, al año siguiente por lo común. “Ésa es la gran diferencia con la Apis mellifera”.
De las mencionadas 20 mil especies, alrededor de cuatro por ciento –unas ochocientas– son sociales, es decir, viven juntas en colonias de diversos tamaños.
“Ahora bien, en estas especies hay muchos grados de organización social. Las mejor organizadas, como la Apis mellifera, almacenan recursos”.
Nativas de México
Algunas especies de abejas nativas de México eran conocidas y manejadas por algunos grupos étnicos, como los mayas, antes de la llegada de los europeos. En la actualidad las usan grupos de origen maya en Yucatán y otros en regiones del sur y del centro-sur del país. Estas abejas también producen miel y también son sociales, pero su producción es distinta a la de la Apis mellifera.
En la mayor parte de las especies de abejas, al no ser sociales, el único requerimiento de las hembras es proveer a los nidos y a las crías de lo necesario para que puedan emerger en la próxima temporada, y así reproducir el ciclo.
Es importante mencionar que la miel es un producto exclusivo de ciertas especies; de las 800 que son más o menos sociales, muy pocas tienen una organización que les permita almacenar la miel que producen.
“Calculo que serían menos de 500 las especies que producen miel y muchísimas menos las que la almacenan de manera que nosotros podamos explotarla”, explica Ismael Hinojosa.
“En abejas con una organización social muy alta, como la Apis mellifera, las colonias son permanentes y hay un constante nacimiento de abejas, que las adultas cuidan. También hay aprovisionamiento de recursos, se almacena miel para cuando no haya suficientes recursos externos, etcétera”.
“Y otra vez lo recalco, la vasta mayoría de abejas viven solas y no producen miel.
Aunque hay excepciones, que son muy raras, de las 20 mil especies casi todas se alimentan de productos de las flores: principalmente polen, néctar y algunos aceites. A las abejas de la miel se les llama polinizadoras generalistas porque visitan a todas las plantas con flores que estén a su alcance para obtener recursos para las colonias; pero hay muchas abejas, no sociales y de las cuales la gran mayoría no produce miel, que son especialistas en ciertos grupos de plantas con flores.
“Las abejas generalistas son valiosas en cierto modo porque pueden visitar muchas especies de plantas; sin embargo, no son la mejor opción para ciertas plantas porque no están especializadas en ellas, de tal manera que se llevan los recursos sin polinizarlas”, explica. “Pero hay muchas abejas especializadas en grupos particulares de plantas con flores que al visitarlas sí las polinizan de manera efectiva”.
La importancia de la polinización
“La miel de las abejas es muy importante para muchas comunidades y para la industria, pero, comparada con el papel de las abejas como polinizadoras, la producción de miel es insignificante”, dice el investigador. “Si no tuviéramos miel, no sería tan grave, porque hay otras fuentes dulces, como el azúcar de caña, que no es tan saludable como la miel, pero que podría sustituirla.
“Se calcula que alrededor de 30 por ciento, quizá un poco más, de la producción de los alimentos depende de la actividad polinizadora. Si por alguna catástrofe careciéramos de la aportación polinizadora de las abejas, entonces tendríamos un problema muy grave porque se interrumpirían los ciclos reproductivos de muchísimas plantas, de bosques, de los campos, de los prados… de plantas que pensamos que no nos van a afectar, pero que al faltar habría una desastrosa cadena ecológica porque no se producirían muchas plantas que son alimento de algunos animales que a su vez afectarían a otros…”, dice Hinojosa.
La actividad polinizadora de la Apis mellifera es fundamental en algunos productos importantes para los humanos. Por lo tanto, podemos acercar las colmenas a campos de cultivo en los que se necesita su polinización.
Agrega que muchas plantas frutales, como el jitomate, el aguacate, la sandía, las almendras y los chiles, dependen de la polinización de las abejas.
Para liberar el polen de sus flores, algunas plantas necesitan ser vibradas, porque la vibración de las abejas al visitar las estructuras con polen de las flores hace que éste sea liberado. “Los abejorros, que también son abejas, son muy buenos polinizadores del jitomate gracias a su capacidad vibradora”.
“En lo que va del siglo se ha hablado mucho de la desaparición de las abejas, algo que tiene que ver con el mal uso que le hemos dado a los ecosistemas, con la destrucción de sus hábitats, con el uso de pesticidas y con las enfermedades de las propias abejas. A nosotros nos corresponde protegerlas”, finalizó el universitario.