Por Germán Martínez Cázares
¿Qué hubiera dado el presidente Calderón por un acuerdo -aunque fuera de intenciones- al inicio de su mandato, como el suscrito por el PAN, PRI y PRD, con el gobierno de Enrique Peña, llamado Pacto por México? Acordar, convenir, apalabrar, comprometer es decantar pareceres distintos de una sociedad, y eso es la esencia del juego democrático útil.
Con la mano sobre una biblia que perteneció a Abraham Lincoln juró hoy, públicamente y por segunda vez, el cargo de Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama.
Con su nueva película, Steven Spielberg ha puesto de moda a Lincoln, el mítico Presidente de Estados Unidos, afamado por acordar con el Congreso la reforma constitucional para prohibir la esclavitud y el trabajo forzado en aquel país. La cinta retrata con claridad los ingredientes, sinsabores, tribulaciones, e incluso corruptelas, para lograr ese «pacto» entre el Presidente y el Congreso y construir una sociedad más igual y más libre. Esa hazaña además se abrió paso en medio de una profunda y sangrienta guerra interna.
La cinta, llena de detalles cinematográficos, cuidó con esmero las frases de los discursos del presidente Lincoln. Aunque inspirada en otro libro, a mí me recordó la enorme biografía novelada de Gore Vidal, que en alguna ocasión, y precisamente a propósito de esa historia sentenció: «para quienes erróneamente ven la historia como un testimonio verídico y la novela como una invención, a veces puede ser exactamente al revés».
La realidad se agolpa y la ficción abre paso a la comparación con la película protagonizada por Daniel Day-Lewis. ¿Obama estará a la altura de una proeza como la de Lincoln? Otro asunto de expansión de libertades, cuyo trámite está pendiente en el Congreso, espera el impulso del Presidente. Los estadounidenses están divididos, los rechazos están garantizados; los diputados y senadores opositores afilan ya sus navajas, el escenario es difícil, asoman nubarrones. El tema es el llamado «acuerdo migratorio» para igualar, en derechos y obligaciones, a los «hispanos» quienes, según muchos estudios de opinión, llevaron a Obama a vivir nuevamente a la Casa Blanca.
El desafío de negociar con políticos contrincantes es natural al ejercicio del poder dividido; sin embargo, esa tarea exige un mínimo de «sentido nacional» por encima de la parcialidad ideológica defendida por cada agrupación. El presidente Peña debe mantener el dedo en el renglón de pactar con el Congreso la modernización en Pemex, la reforma del sistema tributario, monopolios y, ese largo etcétera suscrito con sus opositores.
Buscar esa modernización, sobre todo frente a Estados Unidos, para atraer inversión extranjera y lograr una mayor integración económica; el PRI no debe resucitar aquel viejo nacionalismo que tantos aplausos le acarreaba, pero siempre posponía el entendimiento soberano y útil con nuestro vecino. El antinorteamericanismo es una miserable demagogia política. Tampoco deberá resucitar la vergüenza priista de la «doctrina Estrada», máscara de simulación y tapabocas a nuestros diplomáticos para encubrir las trapacerías de otros gobiernos a cambio de poder exigir al extranjero no «inmiscuirse» en nuestros asuntos internos, así sean los más frágiles y deleznables. Por ejemplo, ¿el presidente Peña simulará no ver nada en Venezuela? ¿Aceptará sin chistar la tutela cubana a la región? Callar frente al consumo de «hoja de coca» en Bolivia y lamentar la legalización de la marihuana en Washington y Colorado es hipocresía pura.
Lincoln no se acomodó en el poder. Le preocupaba que los ciudadanos percibieran a la democracia como caos. Luchó contra todo por la unidad de su país. «Una casa dividida contra sí misma no se mantiene en pie», les dijo en alguna ocasión a sus compañeros del Partido Republicano. Suscribir un Pacto «por México» es firmar la utilidad de la democracia y aislar a los agitadores que viven de enconar a los mexicanos, los mismos que hace seis años sabotearon con éxito, el Pacto que sin duda hubiera firmado el presidente Calderón.
11 comentarios en «¡Lincoln! ¿Obama? ¿Peña?»