Pionera en el uso del ADN para identificar cadáveres, comisión exporta su experiencia
En esta morgue hay mil 900 bolsas muy bien organizadas en estantes que van del piso al techo. Cada una guarda restos óseos hallados en fosas. Cada una protege los huesos que dieron forma a un cuerpo con nombre, historia y familia. Cada bolsa es un reto para quienes trabajan en este lugar. Son restos sin identificar. Y estarán en esta morgue hasta que el equipo científico de la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas logre devolverles su identidad y los entregue a sus familias.
La morgue de la ciudad de Tuzla, al norte de Bosnia-Herzegovina, es sólo una de las varias que existen en la región de la ex Yugoslavia, donde la guerra de principios de los 90 dejó marcada la tierra con un montón de fosas y más de 40 mil desaparecidos. Los restos de 27 mil de ellos ya fueron encontrados e identificados. Gran parte de ese trabajo lo realizó la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas (ICMP, por sus siglas en inglés), organización creada en 1996 con subvenciones y donaciones de fundaciones y gobiernos, para buscar y devolver su nombre a quienes la guerra les quitó la vida y también su identidad.
Con el tiempo esta organización —pionera en el uso del ADN para la identificación— extendió su trabajo a otros países en donde conflictos armados, violaciones a derechos humanos o fenómenos naturales han dejado desaparecidos y cadáveres sin identificar, como sucedió en Chile, Colombia, Irak, Sudáfrica, Chipre, Tailandia, Filipinas o Indonesia.
El llamado más reciente lo recibieron de El Salvador. La organización Pro-Búsqueda les pidió ayuda para encontrar a cerca de 500 niños desaparecidos —adoptados con procedimientos irregulares dentro y fuera del país— entre 1980 y 1992, durante el conflicto armado que vivió la nación centroamericana.
“No es sólo una labor humanitaria”
La ICMP es pionera en aplicar las ciencias forenses “al servicio de la verdad y la justicia”, como lo enarbolan sus documentos. “Nuestro trabajo no es sólo humanitario”, explica Kathryne Bomberger, directora general del ICMP, cuyo edificio central está en la ciudad de Sarajevo.
Estar al frente la ICMP desde 1998 ha enseñado a la doctora en historia que “toda la información forense tiene que usarse en procesos legales… Cuando los desaparecidos ya fallecieron, los familiares quieren recibir los restos, también quieren saber quién los mató. Quieren justicia y que las personas responsables sean juzgadas y reciban una pena”.
Tener esa visión del trabajo forense les permitió desarrollar un método científico de identificación. Y por ello tienen programas para capacitar a jueces, policías y forenses de diversos países. También han dado asistencia en tribunales internacionales. Por ejemplo, en el juicio a los responsables del asesinato de 8 mil hombres, en julio de 1995 en Srebrenica (al este de Bosnia-Herzegovina); este caso es el primero donde se utiliza información genética para confirmar un genocidio.
Katheryne Bomberger recuerda que en dos ocasiones fue invitada a México para participar en conferencias, pero no se concretaron esas invitaciones. Incluso, se extraña de que en el país no exista una comisión de búsqueda de personas desaparecidas, sobre todo ante el aumento en el número de casos reportados por organizaciones internacionales y familiares. “Sería muy interesante que una delegación de México nos visitara”, dice.
¿Qué camino recomienda para México, un país que tiene desaparecidos políticos de los 70, pero también un alto número de desapariciones recientes?
El gobierno debe decir: vamos a crear un mecanismo, una comisión, o como quiera llamarlo, para buscar a todos, no importa las circunstancias en que haya desaparecido. Eso sería un paso importante. También debe existir una declaración de reconocimiento de preocupación y responsabilidad. No estoy diciendo que la administración actual sea responsable de las desapariciones, pero el gobierno tiene que declarar que va a realizar un proceso de búsqueda. Eso es un gran paso, es demostrar voluntad política.
El Estado debe reconocer el número de desaparecidos, sus nombres. También hay que entrenar a la gente para que se realicen excavaciones con estándares éticos… Las excavaciones se deben realizar siguiendo protocolos, porque hay que asegurar que cuando los datos se recogen, se pueden utilizar en los diferentes juzgados. Sería óptimo que se creara la versión mexicana del Equipo Argentino de Antropología Forense (organización científica, creada en 1984, que ha identificado restos de víctimas de la dictadura en Argentina y ahora encabeza el Proyecto Frontera, para buscar e identificar restos de migrantes centroamericanos desaparecidos en México).
¿La ICMP necesita ser invitada por el gobierno para asesorar y ayudar a un país en la búsqueda de desaparecidos?
Podemos entrar si nos invita el gobierno o una organización civil, pero es mejor si tenemos una invitación formal del gobierno, porque queremos que el gobierno sea nuestro socio, que cooperemos, que no sea nuestro enemigo. Al final del día, el gobierno es el que debe tener una base de datos y resguardar los cuerpos. La sociedad civil tiene un papel muy importante en asegurar que el gobierno actúa, que las excavaciones y los procesos de identificación se hacen correctamente.
¿Tendrían capacidad para ir a México?
Nosotros trabajamos con donaciones. Si tenemos una invitación del gobierno de México, tendríamos que recaudar fondos para hacer el trabajo. En Libia estamos en eso; ahí hay 10 mil personas desaparecidas. Entramos en contacto con ellos desde septiembre de 2011 y por fin pudimos recaudar dinero para ir. Ayudamos a que los gobiernos hagan el proceso de búsqueda en forma práctica, bajo un proceso que respete a la sociedad civil.
Katheryne Bomberger resalta que México tiene que hacer un análisis institucional de sus posibilidades: “Tomar en cuenta cuál es el precio para la sociedad si no lo hace. El costo de no hacerlo es muy difícil de medir. Un gobierno no debe permitir la impunidad. Si el gobierno anuncia que buscará a esas personas y castigará a quienes lo han hecho, eso puede servir como una herramienta, como un mecanismo de prevención”.
Buscar personas desaparecidas e identificar restos es algo muy nuevo en el mundo, reconoce la directora de la ICMP. Y la situación cada vez se complica. Ahora la gente no sólo desaparece por conflictos bélicos; también por tráfico de personas, migración y crimen organizado. “Eso que estamos viendo ahora en varias partes del mundo es algo muy nuevo”.
La historiadora reflexiona sobre lo que ha visto en los Balcanes y en otras partes del mundo. Y aunque no conoce México ni las organizaciones que en varios estados del país se han creado para buscar a desaparecidos, sus palabras parecen describir una misma realidad: “Las personas que buscan son mujeres. Muchas tienen miedo de entrar en el proceso de búsqueda, porque fueron echadas de oficinas o les han dicho que nunca tuvieron un hijo o un esposo. Que no tienen pruebas”. (Periódico El Universal)