El fósil corresponde a un cazador ágil con sentidos desarrollados y su hallazgo aporta una pieza más al intrincado rompecabezas geológico para reconstruir cómo era Coahuila justo antes de la extinción de los dinosaurios
Por Alejandro I. López/El País
En marzo de 2007, la paleontóloga mexicana Martha Carolina Aguillón realizó un hallazgo único: en medio de las rocas de Cerro del Pueblo, una formación geológica ubicada al sur de Coahuila, la experta dio con los restos de un cráneo pequeño, una ‘pieza misteriosa’ que no correspondía con los dinosaurios identificados hasta entonces en la región. Dieciséis años y decenas de análisis después, el fósil revela que los troodóntidos, un grupo de dinosaurios carnívoros con una capacidad cerebral superior a la de cualquier otra especie, habitaron México hace más de 74 millones de años.
El descubrimiento no solo aumenta la diversidad de dinosaurios descubiertos en Coahuila, un estado que ha apostado por desenterrar un legado inédito hasta hace apenas tres décadas, y cuyo Museo del Desierto funge como el centro de investigación y de divulgación de dinosaurios más relevante en el país. Además, aporta una nueva pieza en el rompecabezas geológico que busca reconstruir cómo era el mundo justo antes del evento de extinción que puso fin a la era de los dinosaurios.
“El dinosaurio que encontramos es de pequeño a mediano y como tal, sus huesos deberían haber sido muy frágiles”, explica Aguillón a EL PAÍS a propósito de la improbabilidad del hallazgo. Los restos del cráneo, que incluyen el hueso frontal y parietal del troodóntido, libraron una batalla contra el tiempo antes de ser encontrados, sorteando toda clase de obstáculos para su preservación, desde ser desmembrados por carroñeros hasta quedar aplastados por los movimientos terrestres al cabo de millones de años.
“Como son muy pequeños, si se llegan a fosilizar es difícil encontrarlos, y si los encuentras es todavía más difícil llegar a identificarlos. Por eso este hallazgo es tan significativo”, asegura la autora del descubrimiento, el más reciente de una serie de gigantes extintos que en las últimas décadas y a través de una campaña del gobierno estatal, han posicionado a Coahuila como ‘tierra de dinosaurios’.
Hace unos 74 millones de años, el paisaje en el sur de Coahuila era muy distinto al actual. En lugar del clima seco y los escenarios semidesérticos que hoy predominan en la región, una densa vegetación subtropical se abría camino entre pantanos y lagos hasta alcanzar la playa del antiguo mar de Tetis. Este ambiente cálido y húmedo, que los autores del hallazgo comparan con el actual estado sureño de Tabasco, permitió la aparición de grandes herbívoros y con ellos, carnívoros de todos tamaños en busca de presas. Con un cuerpo cubierto de plumas, el dinosaurio de 1,3 metros de altura y poco más dos metros y medio de largo no alcanzaba las proporciones de los grandes tiranosáuridos que también habitaron el norte de México; sin embargo, poseía una característica única que desde hace décadas se ha convertido en un polémico objeto de estudio de los paleontólogos: una capacidad cerebral superior a la de cualquier dinosaurio.
“Desde la década de los setenta se empezó a pensar que este dinosaurio era el más inteligente por el tamaño del cráneo en general, lo que supone una capacidad cerebral bastante grande respecto a sus dimensiones si lo comparamos, por ejemplo, con el Tyrannosaurus rex, que medía 12 metros de largo pero tenía un cerebro de unos 30 centímetros.
La inteligencia es subjetiva, pero sí es el dinosaurio que tiene el cerebro más grande en relación a su cuerpo”, explica Héctor Rivera Sylva, jefe del Departamento de Paleontología del Museo del Desierto. Los restos del cráneo revelan que poseía una visión muy desarrollada, con ojos grandes y posicionados hacia el frente, además de un olfato fino, características que llevan a los expertos a especular sobre sus posibles hábitos nocturnos. “Este dinosaurio debía de ir tras pequeñas presas, como serpientes, mamíferos y lagartos que se han encontrado en la misma formación geológica, además de otras crías de dinosaurios. Sabíamos que tenía un rol ecológico particular, porque es el cazador que faltaba”, asegura Aguillón.
El dinosaurio, que perteneció a la familia de los troodóntidos y cuya especie está pendiente de determinar, será recreado con un modelo a escala real por un grupo de paleoescultores asesorados por Aguillón y Rivera para ser exhibido en el Museo del Desierto, que desde hace 23 años alberga los descubrimientos paleontológicos más relevantes del país, incluyendo el velafrons coahuilensis, un herbívoro de seis toneladas y siete metros de largo que saltó a la fama tras convertirse en el primer dinosaurio nombrado en Coahuila y el más completo encontrado en México.
El hallazgo, producido en abril de 1995 por un equipo comandado por Martha Carolina Aguillón, fue clave para el boom de la paleontología en el Estado, que trajo consigo una inversión gubernamental inédita y cooperación científica internacional que permitió dar los primeros pasos en la identificación de dinosaurios en el país. “Podríamos ser tan drásticos como decir que estamos en pañales, o tan entusiastas para decir que estamos a la vanguardia en este tipo de estudios. Seguimos en la etapa de inventario, de ver qué es lo que tenemos, pues Coahuila completa el libro de la vida en la historia de los dinosaurios y otros seres vivos”, concluye Aguillón.