El arrecife de Cabliers, en el sur del Mar de Alborán, ha permanecido intacto hasta la fecha gracias a su aislamiento y su profundidad. La pregunta es:
¿Hasta cuándo seguirá librándose del impacto humano?
En las profundidades del mar de Alborán, en una zona marítima compartida por Marruecos, Argelia y España, se esconde uno de los arrecifes de coral de agua fría más grandes y densos del Mediterráneo, el único del que hasta ahora se ha documentado que sigue creciendo en toda la cuenca. Se trata de Cabliers, un ecosistema único que hasta la fecha ha quedado a salvo de la acción humana debido a su gran profundidad, pues se encuentra en un afloramiento volcánico de 25 kilómetros de largo situado a una profundidad de entre 250 y 710 metros. Aunque no se ha movido de ahí en los últimos miles de años, no se conocía de su existencia hasta que la ONG Oceana lo descubrió en 2011.
Un arrecife próspero
Este arrecife casi prístino (está prácticamente intacto), está formado por corales pétreos (Desmophyllum pertusum (O Lophelia pertusa), y Madrepora oculata, además de otras especies amenazadas, como gorgonias de profundidad, corales negros y esponjas cristal. Se trata, ciertamente, de un afloramiento de coral único, tanto por su conservación como por sus dimensiones: los investigadores han documentado que existen unos 50.000 metros cuadrados de coral vivo que da cobijo a una gran biodiversidad de especies marinas, algunas de las cuales incluso tienen interés comercial, como el voraz (Pagellus bogaraveo), el congrio (Conger conger), la bacaladilla (Micromesistius poutassou), o la gallineta (Scorpaena scrofa).
Otros corales del Mediterráneo
“Los corales oceánicos o de profundidad se encuentran por todos los mares, y abundan en algunas zonas del Mediterráneo. Pero el de Cabliers es especial, tanto por su riqueza como por su biodiversidad”, explica Helena Álvarez, científica marina de OCEANA a National Geographic España. A diferencia de los corales tropicales, los de aguas frías no presentan colores brillantes, sino que son generalmente de tonos pardos o blanquecinos. La explicación es que a esas profundidades no llega la luz del sol, una condición imprescindible para que las algas realicen la fotosíntesis. Algas como las zooxantelas, responsables de la coloración de los corales tropicales, con los que establecen una relación simbiótica.
Otra diferencia es la alimentación. “Los corales de profundidad recogen los nutrientes que se generan más arriba y que caen al fondo del mar. Dependen básicamente de los restos de animales muertos que se precipitan desde las capas superiores de la columna de agua”, aclara la investigadora. Ello explica que los pólipos se distribuyan a lo largo de lugares estratégicos, aprovechando las corrientes marinas.
La profundidad confiere a estos corales una barrera que los protege de los peligros de la superficie, aunque no los aísla completamente de las amenazas.
Esa misma profundidad les sirve de barrera que los protege de los peligros que acechan en la superficie, aunque no los aísla completamente de todas las amenazas. Sufren el mismo estrés que los tropicales, aunque en una medida distinta. A priori, no les afecta tanto el cambio climático , pero están acostumbrados a unas condiciones muy estables, con lo que cualquier cambio de temperatura o de presión podrían afectarles incluso más que a sus homólogos de aguas tropicales.
Sin embargo, hasta la fecha, el arrecife de Cabliers se ha librado de estas amenazas, al tiempo que se ha beneficiado del intercambio de corrientes entre el Atlántico y el Mediterráneo, lo que lo convierte en un oasis apenas alterado por la actividad humana. “Podríamos decir que se trata de los arrecifes más densos, más grandes y que mejor están conservados del Mediterráneo”, explica Álvarez.
Una ventana al pasado
Ese mismo aislamiento y estabilidad confiere a la comunidad científica una oportunidad única para estudiar la evolución del arrecife a lo largo del tiempo. En sus etapas de crecimiento, el coral va formando capas de estratos que sustentan otros corales. Las observaciones realizadas hace 12 años desvelaron que los esqueletos de esos corales antiguos alcanzan una capa de estratos de hasta 100 metros de altura, algunos de ellos de miles de años de antigüedad, cuyo estudio sirve para arrojar luz sobre el pasado del arrecife. “Es una especie de laboratorio natural que nos ofrece información sobre cómo se han adaptado o han evolucionado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, podría servirnos para inferir qué respuesta pueden tener los corales del Mediterráneo a las amenazas del cambio climático”, abunda la investigadora.
El arrecife de Cabliers es un laboratorio natural que nos ofrece información sobre cómo se han adaptado o han evolucionado a lo largo del tiempo.
A salvo de la pesca de arrastre y la contaminación
Cabliers se encuentra en una posición privilegiada dentro del océano, un enclave idóneo que se ha librado milagrosamente del impacto humano, pues han crecido sobre unas crestas formadas por afloramientos volcánicos que son demasiado inclinadas para la pesca de arrastre. Además, se encuentran en una zona con unas corrientes marinas idóneas para el crecimiento de estos ecosistemas marinos. Esa situación tan excepcional le ha librado del azote de la pesca… de momento.
Los investigadores que analizaron la zona hace ya una década no obtuvieron muestras de plástico – algo muy raro en el Mediterráneo-, aunque sí recogieron algunos sedales de pesca, probablemente arrastrados por las corrientes marinas, objetos que podrían acabar con los frágiles corales. Para su suerte, hasta la fecha el arrecife también ha esquivado el tráfico marítimo, al situarse fuera de las rutas comerciales que unen el Atlántico con el Mediterráneo.
Pero la principal pregunta es, ¿hasta cuándo gozará este arrecife de estas condiciones tan privilegiadas? Que Cabliers no haya sufrido los estragos derivados de la pesca no significa que las pesquerías no puedan desplazarse hasta esta región, por lo que las organizaciones conservacionistas, con OCEANA a la cabeza, piden que se protejan estos ecosistemas marinos vulnerables. A tal efecto, la ONG ha solicitado a la Comisión General de Pesca del Mediterráneo la creación de zonas restringidas a la actividad pesquera, una medida que permitirá proteger este oasis de biodiversidad tan insólito que parece imposible, aunque fundamental para la vida marina de la zona, pues, como indica Álvarez, estos ecosistemas atesoran ‘guarderías’ de especies de interés comercial que pueden desplazarse a las pesquerías del mar de Alborán. Y es que, al proteger Cabliers no solo se fomenta la conservación de un ecosistema prístino, sino que se salvaguarda todo el mar Mediterráneo.