Trascendió
Milenio
02 de Julio de 2012
** Que ya a las dos de la tarde de ayer el presidente Felipe Calderón sabía, por las encuestas de salida, que Enrique Peña Nieto llevaba una ventaja de dos dígitos en la votación presidencial.
Pero no solo eso: desde la semana pasada, en el gobierno federal no faltaron los funcionarios de alto nivel que, cabizbajos, auguraban la derrota de Acción Nacional frente al PRI, aunque aseguraban que sería por un margen menor a 10 puntos.
** Que sabedores de las tendencias, en la sede del PAN cancelaron de plano las conferencias de prensa programadas ayer ante lo adverso de las encuestas y la falta de elementos para alegar que existían incidentes mayores que afectaran el desarrollo de la contienda.
A ese silencio se sumó Josefina Vázquez Mota, hasta que finalmente reconoció la estrepitosa derrota del panismo, que de mantener la Presidencia cayó a tercera fuerza electoral.
** Que, al contrario, desde temprano los priistas ya celebraban los números favorables para su candidato presidencial y a través de mensajes circulaban las cifras que arrojaban las encuestas de salida de los partidos y de Los Pinos.
Todas las proyecciones se mantenían prácticamente en los mismos márgenes. Solo una difería: la de Andrés Manuel López Obrador, en la cual le atribuían al candidato del llamado Movimiento Progresista una ventaja de 1.5 por ciento sobre Peña.
** Que López Obrador no sorprendió ayer.
Se portó igual que hace seis años cuando, al conocer que las cifras no le favorecían, simplemente se encerró y calificó de inequitativos los comicios.
** Que la diferencia es que ahora, dicho por los propios perredistas, ni el PRD ni Marcelo Ebrard, y mucho menos Miguel Ángel Mancera, apoyarán una eventual protesta poselectoral de AMLO.
Lo que sigue, aseguran, es comenzar a impulsar, desde la posición de la alianza PRD-PT-MC como segunda fuerza electoral, la reconstrucción de la izquierda como opción para la Presidencia en 2018 con un candidato «moderno y conciliador».
Templo Mayor
F. Bartolomé
Reforma
02 de Julio de 2012
EN ESTE MOMENTO la pregunta que todos se hacen es: ¿con cuál PRI va a gobernar Enrique Peña Nieto?
PORQUE en su equipo lo mismo está un técnico como Luis Videgaray que un rudo como Miguel Osorio Chong.
¿EL PRIISMO de Peña es el del líder sindical Carlos Romero Deschamps que vive como jeque árabe? ¿O el de Pedro Joaquín Coldwell que se declara avergonzado por el dirigentepetrolero?
¿ES EL PRI de Emilio Chuayffet oponiéndose con todo el poder del Grupo Atlacomulco a la reforma política? ¿O es el de Manlio Fabio Beltrones que insiste en darle más poder a los ciudadanos?
Y NO ES cuestión de edad: ahí está Javier Duarte encarcelando tuiteros en contrastecon Jesús Murillo Karam impulsandolos derechos humanos.
HAY UN PRIISMO como el de Rodrigo Medina que combate más la transparencia que la delincuencia. En contraparte está el de Francisco Labastida que no ceja en impulsar una nueva cultura de la legalidad.
ESTÁ el estilo de gobernar endeudando como Humberto Moreira o el del crecimiento económico de José Calzada.
CUANDO Enrique Peña abra finalmente sus cartas de gobierno se sabrá qué tan grande será su bono democrático.
ERA su peor pesadilla… ¡y se le cumplió! Felipe Calderón será el panista que devolverá la banda presidencial a un priista.
Y NO SÓLO ESO: la derrota del panismo es superior a la que sufrió el PRI en el 2000: además de la Presidencia, pierde también Jalisco y Morelos; en el DF queda borrado y a nivel nacional pasa a ser ¡la tercera fuerza!
DIVISIONES INTERNAS, una campaña presidencial con altibajos, publicidad errática y en algunos casos incomprensible -¿alguien entendió lo de «diferente»?- y un fuerte desencanto ciudadano fueron algunas de las claves de la debacle albiazul.
HAY QUIENES CREEN que tal y como lo hizo en 2009 Germán Martínez, pronto presente su dimisión Gustavo Madero como dirigente nacional panista.
EN LA ELECCIÓN hubo de todo, como en botica.
MIENTRAS Elba Esther Gordillo se presentó en su casilla ataviada con un sobrio traje sastre y sus gafas Gucci, su muchacho Gabriel Quadri… ¡llegó en shorts!
LOS QUE no votaron donde les correspondía fueron Gustavo Madero y Andrés Manuel López Obrador.
EL PANISTA sufrió para sufragar en una casilla especial del DF, pues está registrado en Chihuahua. Y el perredista no ha actualizado su domicilio ante el IFE: sigue votando en el popular Copilco cuando hace mucho que vive en la acomodada Colonia Del Valle.
LO QUE no hubo -y hay que destacarlo- fue el cúmulo de irregularidades que algunos esperaban. Ni la denuncia terrible de observadores electorales, ni el reclamo de los protagonistas.
TAMPOCO se vio, al menos ayer, la mano ensangrentada del crimen organizado ensuciando las elecciones.
DA LA IMPRESIÓN que las cosas funcionaron más que bien. ¿Será que finalmente llegamos a ese mundo raro llamado «normalidad democrática»? Es pregunta con el dedo entintado.
POR CIERTO, ¿por qué cuando ya las casillas habían cerrado y el PREP arrojaba las primeras cifras, en la televisión seguían apareciendo los spots del IFE?
HAN DE CREER quienes programan las pautas electorales que los 40 millones de spots transmitidos ¡no fueron suficientes!
Frentes Políticos
Excélsior
02 de Julio de 2012
I.En la jornada electoral más nutrida de los últimos tiempos, el triunfo de Enrique Peña Nieto, por voluntad de los votantes, marca el regreso del PRI después de 12 años. Así lo quiso una mayoría. El originario de Atlacomulco es el primer priista que no llega por un dedazo desde la Presidencia de la República. Toca ahora la reconciliación y, como dijo, gobernar para todos, donde se privilegie a México por sobre los intereses de partido y se combata sin tregua al narcotráfico, la ignorancia y la pobreza. La sorpresa: cuando el auditorio de la sede priista reconoció con aplausos la llamada de felicitación que Felipe Calderón hizo al candidato triunfador.
II.El presidente demócrata y de los infortunios. Que Felipe Calderón es un demócrata lo sabíamos todos. Ayer, de manera clara, sin rodeos, reconoció la voluntad popular y el triunfo del priista Enrique Peña Nieto. Incluso lo felicitó telefónicamente. No hubo trampas. Los misiles que algunos auguraban o los golpes bajos nunca llegaron. Quedó de manifiesto que la labor del Presidente, a lo largo de seis años, no fue bien comprendida. Le toca a él hacer un repaso de los motivos por los que su popularidad no se reflejó en las urnas. Las razones por las que su partido fue desplazado hasta el tercer lugar.
III.Desde 1989, cuando el PAN le ganó la primera gubernatura al entonces invencible PRI, consiguió 13 gobiernos estatales por sí mismo, amén de otros cinco que ligó de la mano de la izquierda. Sin embargo, hasta el momento perdió el gobierno de ocho de esas entidades y, de acuerdo con las estimaciones, ayer sumó dos descalabros más por las erráticas gestiones de Emilio González Márquez (Jalisco) y Marco Antonio Adame (Morelos). El PAN empezó el 2000, cuando ganó la Presidencia, gobernando en 12 entidades. Doce años después sólo van a ser cuatro. Los panistas deberán mirarse al espejo. Los mexicanos les cobraron su tibieza y la manifiesta división en el seno de su partido, que marcó la elección de buena parte de sus candidatos, incluida Josefina Vázquez Mota como aspirante a encabezar el Ejecutivo.
IV.Para el PAN, además, la jornada no fue nada bondadosa, porque apunta para terminar como tercera fuerza política, pues en el Congreso federal se anticipa su caída en el número de legisladores, que en 2006 fue su cifra récord, con 258 diputados y senadores. El PRI podría obtener la mayoría, de la mano de sus aliados del Verde y Nueva Alianza. Por cierto, ayer, uno de los más satisfechos con la situación del blanquiazul fue, precisamente, el ex presidente Vicente Fox, el que echó al PRI de Los Pinos por primera vez en la historia y predijo que el PAN y su candidata no ganarían ni con un milagro. La hoguera panista le espera.
V.Andrés Manuel López Obrador dio ayer una muestra de que su cambio era verdadero. Esta vez no se proclamó el vencedor de la elección ni anunció actos de resistencia civil. Se quejó, sí, de lo que consideró un proceso inequitativo.
En este cambio, dicen algunos, tuvieron mucho que ver Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas, Juan Ramón de la Fuente y, claro, Marcelo Ebrard, cuya gestión al frente del Gobierno del DF y su actuación en el proceso interno del partido logró unir a las izquierdas para que Miguel Mancera obtuviera holgado triunfo en la capital del país.
VI.Otra buena razón para que AMLO y los partidos de izquierda se contuvieran pasa necesariamente por no empañar el triunfo histórico que, de confirmarse, habrían logrado Graco Ramírez y Arturo Núñez para gobernar Morelos y Tabasco, respectivamente. Esas dos plazas, unidas a Guerrero y el Distrito Federal, les permiten mantenerse vivos. La revancha será en 2018. Lo ocurrido hace seis años tuvo un costo pesadísimo. Lo saben.
Pepe Grillo
La Crónica
02 de Julio de 2012
Nueva etapa
Transición es el nombre del juego.
Los ciudadanos diseñaron con sus votos, millones de ellos, un nuevo mapa político.
Los mexicanos, quedó claro, son cartógrafos imaginativos. El nuevo mapa no se parece a ningún otro.
La correlación de fuerzas experimentó un cambio diametral, incluso mayor del esperado.
La jornada electoral dura unas cuantas horas, pero sus efectos perduran por lo menos seis años.
Los funcionarios electorales y los ciudadanos hicieron su parte.
Votar es importante pero insuficiente para transformar el sufragio en vida democrática. Es necesario que ciudadanos se mantengan cerca de los asuntos públicos.
Pasó la elección, la democracia sigue.
Peña, presidente
El dato fundamental de la campaña presidencial fue la ventaja inicial de Enrique Peña Nieto.
El tema central fue, para unos, qué hacer para conservarla y, para otros, cómo reducirla.
La ventaja inicial de 20 puntos, inmensa, terminó aproximadamente a la mitad, suficiente para alcanzar una victoria indiscutible.
La maquinaria priista, acicateada por la posibilidad del triunfo, realizó una campaña profesional, impecable.
Enrique Peña Nieto fundamenta su fortaleza política en dos cualidades: concentración y disciplina.
No se dispersa, no se distrae, nunca baja la guardia; casi nunca, pues.
Hacemos votos porque haga un buen gobierno.
Avance perredista
El PRD nunca tuvo en sus cálculos la posibilidad de ganar la Presidencia de la República.
Esa es la razón por la que nadie impugnó la forma, digamos peculiar, en la que Andrés Manuel se hizo de la candidatura.
Los errores del PAN y la irrupción del movimiento juvenil 132, conformaron condiciones favorables para el crecimiento, no esperado, de la campaña del tabasqueño.
La izquierda queda bien perfilada para el 2018. Lanzarse a un conflicto postelectoral sería un error histórico.
Caras largas
El PAN experimentó en los últimos doce años un desgaste brutal.
Al cabo de más de una década de gobierno, queda poco, casi nada, de la algarabía popular que generó el triunfo de Vicente Fox en el año 2000.
De la felicidad del 2000, a la inquietud del 2006, al abatimiento del 2012.
La caída tiene tintes de catástrofe.
Hoy mismo, Acción Nacional debe comenzar el recuento de los daños. No es la primera vez que un partido que detenta el poder del gobierno federal cae al tercer lugar.
Le ocurrió al PRI en el año 2006, y no faltaron analistas que auguraron su extinción. Ninguna derrota, lo vimos ayer, es para siempre.
Jefe de Gobierno
Para nadie fue una sorpresa el triunfo, por demás holgado, de Miguel Mancera.
El ex procurador será el nuevo inquilino principal del Palacio del Ayuntamiento.
La hegemonía perredista sobre la capital del país no retrocede, se subraya.
A pesar de esto, es crucial que Mancera tenga presente que su compromiso es con todos los capitalinos, no sólo con los enclaves perredistas.
Muchos ciudadanos le dieron su confianza, precisamente porque Mancera no emanó de una de las tribus amafiadas de las izquierdas, es un funcionario público serio y eficiente.
La regresión autoritaria es un mito a nivel federal, que no se haga realidad en la capital de la República.
pepegrillo@cronica.com.mx
Editorial
El Universal
02 de Julio de 2012
Triunfador: el ciudadano
Gobiernos y autoridades hicieron lo suyo también, en la justa medida en que la ley limita a cualquier fuerza política a inducir resultados o violentar la voluntad popular.
El Instituto Federal Electoral (IFE) logró instalar el 99.9% de las casillas, reunir a todos los funcionarios de casilla necesarios para conducir los comicios, pero aún más importante, recobró las fortaleza y credibilidad necesaria para ser el auténtico y único reconocido árbitro electoral.
A su vez, los partidos políticos dieron ejemplo de civilidad y madurez al lograr un número casi total de representantes de casilla, respetar en sus líneas generales los lineamientos del proceso y, en el caso de quienes no se vieron favorecidos con el voto ciudadano, la mayoría reconoció con honor y decoro su desventaja, y en algunos casos se reservaron su pleno derecho de impugnación vía las instituciones diseñadas exprofeso para encauzar por la vía legal cualquier inconformidad o duda que pudiera existir.
Por ejemplo, hay un cierto número de denuncias partidistas de prácticas de coacción y compra del voto en algunos lugares del país que tienen que ser probadas y sancionadas. No podemos revivir viejas prácticas propias de un régimen cerrado. También habrán de revisarse escrupulosamente las cuentas de los gastos partidistas, para evitar que se hayan rebasado los topes autorizados por ley.
En cualquier caso, existen las instituciones adecuadas para desahogar cualquier controversia en paz y con estricto apego a la legalidad. Nadie puede regatear, ya no digamos el triunfo ajeno, sino el deseo de los electores. Estas fueron las elecciones más vigiladas de la historia, tanto por partidos, como por ciudadanos. La presencia de ese nuevo actor que son las redes sociales contribuyó a que no hubiera frase sin ser analizada, discurso desmenuzado o postura criticada. La emergencia juvenil de los estudiantes también fue una bocanada de aire fresco que sin duda representa un avance político para México.
En suma, que ya casi nada es ajeno al escrutinio público. Enhorabuena; sólo así accederemos a mejores niveles de transparencia y rendición de cuentas. Estas son buenas noticias en la lucha contra la impunidad.
Además, el voto de ayer nos muestra lo plural y heterogéneo del espectro político nacional, riqueza en la que descansa el andamiaje democrático de la nación. Partidos que ganaron en un lado perdieron en otro, como reflejo de determinadas condiciones locales, biografías personales y condiciones históricas o de coyuntura.
Hay sin embargo, una gran tendencia: a que no hay ganadores absolutos, ni mayorías aplastantes. Tenemos que habituarnos a la cohabitación política y a los contrapesos legislativos y municipales, rasgo distintivo de las democracias modernas, que nos aleja de los sistemas hegemónicos totalitarios y dictatoriales. Esto también tiene que ser valorado en toda su dimensión e importancia. Mucho nos ha costado a los mexicanos irnos labrando un camino en verdad democrático. No podemos desandarlo.
La copiosa votación emitida ayer, que ascendió a 49 millones de mexicanos, equivale al 62% del padrón, lo que representa un buen síntoma. Se pudo vencer el abstencionismo, que ha sido un rasgo ominoso de la vida nacional. La apatía por la cosa pública o la política se ha vuelto un lugar común en el imaginario político mexicano, como algo ajeno a los ciudadanos. La jornada del domingo revela que, por el contrario, hay una reserva de entusiasmo participativo no bien comprendida o analizada.
Ciertamente, las elecciones federales en las que se elige Presidente de la República suelen ser más nutridas que las de medio sexenio, sin embargo hay espacio al optimismo de que la jornada de ayer haya sido un parteaguas de la reactivación de una ciudadanía participativa. En suma, que el saldo es más que positivo.
Editorial
La Jornada
02 de Julio de 2012
Otra elección incierta
El proceso electoral que habría debido culminar ayer con resultados confiables y un ganador inobjetable de la contienda presidencial se encuentra, en cambio, en un preocupante compás de espera y se ha visto contaminado por malas conductas institucionales, civiles y mediáticas.
De entrada, la elección fue precedida por una parcialidad tan pronunciada de los medios –especialmente, de los electrónicos–, que derivó en la fabricación de una candidatura presidencial con base en el desmesurado poder de la pantalla televisiva sobre la opinión pública. Tal proceso no se limitó a la aplicación, para efectos políticos, de la mercadotecnia y la publicidad comercial tradicionales, sino incluyó campañas de descalificación y distorsión contra eventuales competidores del aspirante priísta, así como una manifiesta inequidad informativa muy semejante a un bloqueo. Otra vertiente de esa construcción de la candidatura de Enrique Peña Nieto fue la elaboración de cientos o miles de encuestas a todas luces divorciadas de la realidad.
Ya en la fase de las campañas electorales propiamente dichas, el Partido Revolucionario Institucional recurrió a su arsenal de maniobras tradicionales de manipulación y distorsión electoral: la compra y coacción de votos, el amedrentamiento y la agresión a simpatizantes de otros institutos y fórmulas políticas, así como un derroche aplastante de dinero en publicidad, logística y reparto de bienes o efectivo a cambio de voluntades ciudadanas. Ante tales prácticas indeseables y delictivas, tanto el Instituto Federal Electoral (IFE) como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) se comportaron con una tolerancia cercana a la omisión de sus facultades y obligaciones legales.
En la jornada del domingo proliferaron las denuncias de irregularidades –las más reiteradas se refirieron a la compra de votos, pero también las hubo por robos con violencia de urnas, así como por agresiones contra ciudadanos de fórmulas distintas a la que encabeza Peña Nieto y por manipulación indebida de papelería electoral por presuntos operadores priístas–; sin embargo, tanto los altos funcionarios electorales y judiciales como los portavoces de los medios informativos se empeñaron en retratar unos comicios «limpios» y «apacibles».
Sin ser una cosa ni la otra, la elección tuvo, empero, una notable virtud: la alta participación ciudadana y el resurgimiento de un interés cívico que restableció el vínculo con las urnas –y con la política en general– de grandes sectores de la ciudadanía. La expresión más notable de ese fenómeno positivo es el surgimiento –al calor de las campañas– del movimiento estudiantil y juvenil #YoSoy132, el cual tuvo por elemento articulador un vasto malestar ante las miserias de un régimen político en el que participan, sin atribuciones legales, poderes fácticos como el de los medios electrónicos y, a estas alturas, de las casas encuestadoras que parecen más preocupadas por inducir tendencias electorales que por retratarlas.
Al fin de la jornada, cuando el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) llevaba computadas menos de 10 por ciento de las casillas, el presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, salió a anunciar en cadena nacional los resultados de un sondeo rápido que difieren notablemente de los números del PREP, pero que convergen con los de las encuestas más impugnadas por la opinión pública. Inmediatamente después, el aún titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, hizo uso del enlace nacional para proclamar el triunfo de Peña Nieto. Todo ello con el telón de fondo de medios informativos que no vacilaron en proclamar vencedor al aspirante priísta, el cual, posteriormente, pronunció un discurso de presidente electo, sin serlo.
Estos desfiguros institucionales e informativos resultan lamentables en la medida en que vician el proceso electoral e introducen en él factores de incertidumbre y hasta de sospecha. En un escenario competido, en efecto, proclamar ganadores cuando no se tienen resultados constituye una temeridad y puede dañar de manera irreparable a la elección en su conjunto.
Por su parte, el candidato presidencial de las izquierdas anunció que esperaría al recuento total de los votos para asumir una posición y llamó a la calma y a la civilidad a sus seguidores. No podrá achacársele, en consecuencia, la paternidad de una incertidumbre electoral que se gestó, en cambio, en el sistemático manipuleo televisivo, en la sostenida intromisión de la administración calderonista, en la pusilanimidad de las autoridades electorales y en la aplicación de las tradicionales malas artes comiciales del Revolucionario Institucional.
Lo cierto es que se ha vuelto a colocar al país en un escenario de falta de credibilidad que podría derivar en circunstancias ingobernables o en seis años más de un gobierno privado de legitimidad. Cabe esperar que ninguna de esas perspectivas se concrete y que, por el contrario, el cómputo total de los sufragios y la rápida resolución de las impugnaciones dé certeza sobre el sentido del veredicto popular emitido ayer en las urnas.
La Historia en Breve
Ciro Gómez Leyva
Milenio
02 de Julio de 2012
Peña Nieto y el ciego que no quiere ver
Hace exactamente 52 lunes, un día después del aplastante triunfo del PRI en la elección del Estado de México, expresé que la derrota del PAN y las izquierdas estaba cantada, pero no se dieron cuenta, o hicieron como que no oían.
Se había impuesto la lógica.
Por eso el compromiso número uno de quienes pensaban que podían derrotar al PRI el primer domingo de julio de 2012 tenía que ser con la realidad.
Las cifras positivas de Enrique Peña Nieto eran solares; las negativas de Andrés Manuel López Obrador, fúnebres. Pero con el petate del muerto de no fracturar a la izquierda, el PRD hizo como que no veía y armó un proceso que liquidaría a otro candidato que no habría partido tan atrás, Marcelo Ebrard. Resultado: López Obrador perdió; Ebrard y los suyos masacraron a los priistas en la capital.
El PAN carecía en julio de un candidato con fuerza para dar la batalla de 2012. Le urgía meter a uno al gimnasio. Para finales de agosto era claro que las bases blanquiazules querían a Josefina Vázquez Mota. En vez de asumirlo, la jerarquía panista preparó una contienda interna que dejó encono y humillaciones. Resultados: dos sexenios en el poder terminan en un domingo de pesadilla.
Peña Nieto no era invencible, pero pesaron más las pugnas intestinas, las tribulaciones, las cabezas gachas, las supersticiones, las claudicaciones.
Que no vengan ahora con que es una imposición o el ejercicio masoquista de millones de mexicanos que votaron por él.
Los responsables del regreso del PRI a Los Pinos tienen nombre y apellido: López Obrador, Marcelo Ebrard, Felipe Calderón, Gustavo Madero y la mediocre nomenclatura panista. Habrá sorprendidos, pero no hay sorpresa. Aquí sí que no hubo peor ciego que el que no quiso ver.
El asalto a la razón
Carlos Marín
Milenio
02 de Julio de 2012
Bola de «masoquistas»
Hace poco más de tres semanas (la noche del miércoles 6 de junio), Andrés Manuel López Obrador aventuró en Tercer Grado una interpretación difícil de imaginar en labios de un psiquiatra titulado:
«No votar por mí es un masoquismo colectivo…»
Este ofensivo diagnóstico patito sobre la salud pública lo aderezó con afirmaciones tan temerarias como autodefinirse «apóstol» y, a pregunta expresa, proclamar que desde la Presidencia se puede también gobernar «voluntades». O, en la misma charla con periodistas, dar a conocer lo menos republicano y juarista que se puede proclamar, pero también lo más articulado de cuanto ha venido prometiendo: su disposición a promover un encuentro… ¡de religiones y de creyentes y no creyentes!
No fue aquella la primera vez que López Obrador deslizaba palabras, ideas y proyectos mucho más cerca del mesianismo que de la política. Su reiterado llamado a «salvar a México», desde hace muchos años, revelaba un alto grado de iluminismo (posibilidad de alcanzar la perfección mediante la oración, pero sin necesidad de rito alguno) aplicado a la administración pública (conseguir el progreso y bienestar de «la gente» o «del pueblo», sin tomar en cuenta la información precisa, concisa y maciza de instituciones autónomas tales como el Coneval, Transparencia Mexicana o el INEGI).
Si hace seis años no fue cierto que llevara una ventaja de 10 puntos a Felipe Calderón, ahora que afirmaba sacarle tres a Peña Nieto, sin habérselo propuesto, pareció adelantar que el porcentaje de votos adversos a él sería considerablemente mayor.
Hace seis años, los masoquistas que determinaron su primera derrota significaron un triste 0.56 por ciento (233 mil 831 votos).
Ayer, los masoquistas que fueron decisivos para que perdiera por segunda ocasión sumaron como 3.5 millones.
De otra manera: esta vez, su derrota frente al priista Enrique Peña Nieto ha sido devastadora.
La campaña oficial duró apenas tres meses, pero la de López Obrador comenzó hace seis años, cuando tuvo la desafortunada puntada de proclamarse «Presidente legítimo».
En ese lapso, López Obrador hizo lo que ningún precandidato presidencial había hecho jamás: visitar cada uno de los 300 distritos electorales y la totalidad de los casi 2 mil 500 municipios de la República, con el propósito de organizar a 5 millones de seguidores (reconoció haber logrado la mitad) en comités de apoyo a su proyecto.
Para efectos prácticos, ni distanciarse de su partido «entreguista» ni aliarse con el PT y ex Convergencia ni fundar Morena (la subliminal corriente guadalupano-lopezobradorista) le sirvió de algo.
¿Conflicto poselectoral?
De haberlo, no parece que fuera más explosivo que una chinampina, porque de alegar «compra de votos» o «utilización de recursos públicos» bastarían los que constan del reparto de despensas en bolsas amarillas y retratos de López Obrador en negro (colores del PRD) contra listados de electores; o la puesta a su disposición (el día de su cierre de campaña) de un convoy del Metro para que pudiera trasladarse de Bellas Artes a la Plaza de la Constitución, por no recordar mayormente el pase de charola…
Habrá que esperar al miércoles para conocer su decisión. Y para saber si sus aliados en el proceso 2012 lo siguen o lo dejan solo.
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
Reforma
02 de Julio de 2012
«¿Cuándo encontramos un pueblo gobernante?… La respuesta es: en las elecciones».
Giovanni Sartori
El triunfo de Enrique Peña Nieto no sorprende a quienes entienden que las encuestas no son una forma de magia vudú; tampoco el segundo lugar de Andrés Manuel López Obrador o el tercero de Josefina Vázquez Mota. Los mexicanos no somos diferentes. Las encuestas pueden medir nuestras intenciones de voto, con imprecisiones quizá, pero las pueden medir.
La victoria del candidato del PRI y el Partido Verde no significa que vamos a regresar a los tiempos del partido hegemónico. No es que no haya priistas nostálgicos por los viejos tiempos, pero el país ha cambiado. Contamos hoy con leyes e instituciones, con equilibrios de poder, que impiden un control absoluto del sistema político como el que teníamos en el pasado.
El PRI y sus aliados verdes han conseguido avances muy significativos en estas elecciones. No sólo ha recuperado la Presidencia de la República, después de 12 años de ausencia, sino que han logrado un avance importante en el Congreso, aunque no se sabe aún si tendrán una mayoría absoluta. La alianza ha recuperado el estado de Morelos y el de Jalisco, que gobernaba el PAN, así como Chiapas que tenía el PRD. En Yucatán el PRI obtuvo un triunfo contundente. El PRI, sin embargo, perdió el estado de Tabasco ante su antiguo integrante, Arturo Núñez, quien por segunda vez contendió por la izquierda.
López Obrador fracasó una vez más en su intento por llegar a la Presidencia de la República. Una vez más quedó en segundo lugar en la contienda, aunque ahora con un margen mucho más amplio que el que tuvo en el 2006. Lo sorprendente es que el tabasqueño logró remontar una distancia muy importante y sobre todo el lastre enorme que él mismo se colocó en 2006 al mandar al diablo las instituciones y ocupar el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México durante seis semanas para protestar por el resultado electoral.
El Movimiento Progresista, sin embargo, se convierte una vez más en la segunda fuerza política del país y en un equilibrio muy importante a lo que será un nuevo gobierno del PRI. No sólo es el resultado presidencial y el hecho de que será la segunda fuerza en el Congreso, sino también sus triunfos en el DF, Morelos y Tabasco. Esta fuerza puede ser muy importante. Si Andrés Manuel hubiera tomado su derrota de 2006 con mayor madurez, seguramente habría logrado establecer la agenda política del sexenio y hoy estaría celebrando el triunfo en su segunda campaña presidencial.
Para el PAN las elecciones de este 1o. de julio fueron un verdadero desastre. Acción Nacional no sólo perdió la Presidencia de la República, que tenía desde hace dos sexenios, sino los estados de Jalisco y Morelos, que había gobernado también en los últimos 12 años. En el Congreso, el PAN, que llegó a tener la representación más importante en 2006, pasa ahora al tercer puesto. Muchas acusaciones se intercambiarán en el partido en los próximos días. Es una derrota muy importante. La gran pregunta es si es de Josefina o del presidente Felipe Calderón.
En el momento de escribir este artículo Vázquez Mota ha reconocido su derrota (también lo han hecho en el DF Beatriz Paredes del PRI e Isabel Miranda del PAN). Estos reconocimientos son el fundamento de cualquier democracia. Habrá que ver si López Obrador ofrece un reconocimiento similar. Ya los integrantes del movimiento #Yosoy132 han dicho que no reconocerán el triunfo de Peña Nieto. Pero la posición crucial, sobre todo después de lo que el país vivió en 2006, será la del candidato que ha quedado en segundo lugar en la contienda. ¿Reconocerá su derrota Andrés Manuel? En el momento de concluir este artículo no tengo respuesta.
LLAMADAS
A las 12:20 de este domingo recibí una llamada grabada en mi casa pidiéndome votar por el Partido Verde. La periodista Guadalupe Juárez recibió dos llamadas similares del PRD a las 3 de la mañana. La pregunta es si estos partidos estaban violando la veda electoral o si sus rivales optaron por hacer llamadas falsas.
Razones
Jorge Fernández Menéndez
Excélsior
02 de Julio de 2012
Los votos del cambio
Este 2 de julio debe comenzar una nueva página nacional marcada por la reforma y la renovación.
Al momento de escribir estas líneas aún no se daban a conocer los resultados electorales del conteo rápido, pero ya existen estudios que muestran lo que se esperaba: que Enrique Peña Nieto será el próximo Presidente de la República, que Miguel Mancera gobernará el Distrito Federal, que el PAN perdió Morelos y Jalisco y que aún no está definido si el tricolor tendrá o no mayoría propia en el Congreso.
Ya analizaremos con los datos duros la elección de ayer, pero lo que no se puede soslayar es que a partir de hoy México tendrá que asumir el reto de transformar capítulos clave de su realidad para aprovechar cabalmente las ventajas de las que goza y superar los retos que persisten. Ayer la gente votó por el cambio, de distintas formas pero por un cambio profundo que mantenga, al mismo tiempo, la estabilidad. Decíamos antes de las elecciones que las sobrevolaban tres fantasmas: el de la violencia y la inseguridad; el de la crisis económica y el de la ingobernabilidad. Afortunadamente, ninguno de esos tres fantasmas pudo opacar las elecciones: se logró aislar al proceso electoral de la violencia del crimen organizado; la situación económica muestra una solidez macro y financiera que es una base extraordinaria para quien ocupe el Poder Ejecutivo a partir del primero de diciembre; y México ha demostrado que sus instituciones han podido, nuevamente, saltar un trance histórico y difícil, sin sobresaltos serios. Viene ahora la muy difícil etapa de aprovechar la coyuntura sobre todo en el ámbito económico, sacando adelante las reformas energética, fiscal y laboral; encabezar una verdadera reforma educativa y sacar adelante los pendientes básicos en el terreno de la seguridad, que permitan controlar la violencia que sufren millones de mexicanos en distintas latitudes.
Peña Nieto encabezará el Poder Ejecutivo a partir del próximo primero de diciembre, pero no debería haber excusas para no comenzar, apenas se instale la siguiente Legislatura, ese ciclo de reformas: en realidad sería el mejor mensaje que podría recibir la sociedad pasado este proceso electoral, demostrando que las vicisitudes vividas hace seis años fueron una excepción, no una regla de la alternancia democrática. El nuevo Congreso, tenga o no mayoría absoluta el PRI, deberá aprobar cambios constitucionales que nadie podrá sacar adelante en solitario. En los hechos, llevamos 15 años de una parálisis legislativa que ha sido demasiado costosa, que quizás ha servido para recomponer fuerzas políticas y para acumular o dilapidar espacios de poder, pero no es ni lógico ni justo que esa situación continúe. Desde el próximo primero de septiembre, concluida la calificación de las elecciones, se debe comenzar a trabajar en las reformas que el país necesita: lo agradecerá la sociedad, lo agradecerá el próximo presidente y también las fuerzas políticas que tendrán que reconfigurarse y pueden hacerlo sobre la base de esa plataforma legislativa que el país necesita.
El PRI tendrá que dejar a sus dinosaurios de lado: si era poco comprensible que en la campaña electoral Enrique Peña Nieto tuviera como compañeros de ruta a personajes demasiado identificados con un paso pletórico de claroscuros, luego de las elecciones de ayer, de su triunfo holgado, debería ser claro que su futuro se debe construir con base en una nueva generación de políticos, su generación, que no tenga más compromisos con el pasado que el que determinó su propio desarrollo. Y en las reformas se construirá esa nueva generación política.
En el PAN, el partido afrontará un desafío inédito en su ya larga historia: el PAN, en los hechos, debe ser refundado. La división, las traiciones, los desafectos, han llevado a un proceso doloroso del que ese partido tendrá que librarse, asumiendo lo que le dio identidad y triunfos electorales en el pasado: la coherencia y la rectitud de una línea política que debe avanzar en forma mucho más clara hacia un liberalismo moderno. En el PRD, tendrán que tomar también decisiones estratégicas: López Obrador hizo, sin duda, una buena campaña, pero también volvió a mostrar que tiene un techo electoral que no puede superar: es la hora de la renovación generacional e ideológica del perredismo y de sus aliados.
Este dos de julio debe comenzar una nueva página nacional marcada por la reforma y la renovación. Un México puesto y dispuesto al cambio.
Juegos de poder
Leo Zuckermann
Excélsior
02 de Julio de 2012
¿Qué pasó ayer? ¿Cuáles son las dudas a partir de hoy?
El nuevo Presidente, Enrique Peña Nieto, tendrá, a diferencia de sus antecesores, legitimidad democrática.
1. Regresa el PRI al poder. Por primera vez en su historia, lo hará gracias al voto popular. El nuevo Presidente, Enrique Peña Nieto, tendrá, a diferencia de sus antecesores, legitimidad democrática. Además, todo indica que contará con una fuerza considerable en ambas cámaras del Congreso. La pregunta que muchos nos hacemos, y con razón, es para qué utilizará el PRI el poder que le ha conferido una mayoría de mexicanos. ¿Para modernizar al país y ponerlo en una ruta de mayor crecimiento económico y democratización política? ¿O para proteger los intereses de ciertos grupos minoritarios, que son los que han impedido que se lleven a cabo reformas económicas estructurales, e intentar desmantelar los avances institucionales en materia democrática que el país ha logrado en estos años? En los hechos, a partir de hoy, lo veremos y evaluaremos.
2. El desastre del PAN. El partido gobernante no sólo se fue al tercer lugar en la elección presidencial sino que también lo hizo en bastiones electorales tan importantes como son los estados de Jalisco y Morelos. ¿Quién tuvo la culpa? Algo de responsabilidad tienen las divisiones de este partido que, durante este sexenio, fueron comunes y corrientes. Ni se diga el mal arranque de la campaña de Josefina Vázquez Mota que no encontró una estrategia sólida hasta el segundo debate presidencial, cuando ya era muy tarde. Asimismo contribuyó la selección de los candidatos a ciertos puestos de elección popular, que fue desastrosa. Pero lo que seguramente generará más controversia es el papel que jugó el gobierno del presidente Calderón en esta derrota. Que el partido gobernante pierda y se vaya al tercer lugar es una situación inédita en nuestro país. Dolorosísima, sin lugar a dudas, para el gobierno actual. ¿Qué falló? ¿Por qué tanto rechazo a la opción de continuidad de la opción panista?
3. López Obrador remontó pero no ganó. Comenzó con 20% de las intenciones de voto en las encuestas en un lejano tercer lugar. El tabasqueño moderó su discurso y se corrió hacia el centro. Fue ganando terreno. Rebasó a Josefina y ayer, efectivamente, se posicionó en el segundo lugar de la contienda presidencial. Sin embargo, todo indica que quedó muy lejos de Peña Nieto a una distancia de varios puntos porcentuales. Cero y van dos elecciones presidenciales seguidas que pierde AMLO. La primera, por un margen muy pequeño. La segunda por uno grandísimo. ¿Es una victoria para la izquierda o una derrota? Se discutirá mucho este punto. En lo personal creo que es una derrota porque, simple y sencillamente, no se logró el objetivo, que era ganar la Presidencia.
4. La farsa de Quadri funcionó. Duele decirlo pero la cara bonita de este supuesto “ciudadano” con agenda liberal le sirvió a la maestra Elba Esther Gordillo para mantener el registro de su partido y seguir medrando con el dinero público. Algunos votantes, no muy bien informados que digamos, picaron el anzuelo que les pusieron. Es una desgracia porque Nueva Alianza, el partido del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, continuará recibiendo el dinero de los contribuyentes, y mucho dinero. La pregunta es cuánto se tardará la maestra Gordillo en darle una patada en el trasero al ciudadano Quadri, como lo ha hecho con tantos políticos que han pasado por su partido.
5. En el DF, el PRD arrolló porque algo hizo bien. Miguel Ángel Mancera ganó la Jefatura de Gobierno de la capital por una diferencia de más de 40 puntos porcentuales a la candidata que quedó en segundo lugar (Beatriz Paredes del PRI). Al parecer se trató de un triunfo de carro completo: todas las delegaciones, todos los distritos electorales federales, todos los distritos locales. No es gratuito: la izquierda de Marcelo Ebrard gobernó muy bien esta ciudad. De ahí el ánimo de continuidad en la capital. Esta izquierda, a partir de mañana, tendrá que evaluar qué quiere al futuro porque contrasta el triunfo en el DF con la derrota nacional. ¿Quién se merece, a partir de ahora, tener el liderazgo de la izquierda mexicana?
Itinerario Político
Ricardo Aleman
El Universal
02 de Julio de 2012
Regresa el PRI; el PAN, gran derrotado
A pesar de que el candidato presidencial del PRI fue sometido a una de las más agresivas campañas electorales que se recuerden, al final de la contienda se confirmó la tendencia marcada por la mayoría de las encuestas, que pronosticaron la victoria de Enrique Peña Nieto. Es decir, que la hipótesis impensable apenas hace meses —el eventual regreso del PRI al poder presidencial— se hizo realidad gracias a una votación mayoritaria en favor del candidato presidencial del PRI.
Pero si bien es cierto que resultan ganadores el PRI y Peña Nieto, lo cierto es que no podemos hablar del regreso de un partido tricolor nuevo, más democrático y moderno. No, lo cierto es que debemos insistir en que más que la victoria del PRI, asistimos al fracaso cultural de la derecha en el poder presidencial y de las izquierdas, cuyo candidato lleva más de una década en campaña.
Por lo pronto, y una vez electo Peña Nieto como nuevo presidente, aparecen las preguntas obligadas. ¿Cuál es el PRI que regresa? ¿Acaso estará de vuelta el viejo partido corrupto, autoritario, nada democrático, enamorado de la opacidad y la transa o veremos a un partido moderno, eficaz y capaz de sacar adelante las grandes reformas que requiere el país? Y para lograr ese objetivo, el PRI requiere de mayoría en el Congreso.
Y son muchos los indicios de que de que el triunfo de Peña Nieto en la elección presidencial también se pudiera extender al Congreso, ya que en las cámaras de diputados y senadores parece configurarse otra victoria tricolor que pudiera ser histórica. ¿Por qué histórica? Porque el PRI podría recuperar la mayoría en el Congreso, un control que perdió en 1997.
Sólo falta que el IFE valide el resultado de la elección para confirmar que los mexicanos decidieron no sólo por el regreso del partido tricolor —con una amplia mayoría en la contienda presidencial—, sino que parecen convencidos de la importancia de una mayoría en el Congreso. Pero tampoco es todo para el tricolor. El PRI se llevó la victoria en los gobiernos de Yucatán, Jalisco y Chiapas —éste en alianza con el PVEM—, además de que pelea Tabasco y Morelos.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para el PRI. Si bien pasó del tercero al segundo lugar, el tricolor fracasó estrepitosamente en el Distrito Federal. Es decir, que en la capital mexicana el gran triunfador resultó ser el candidato de las izquierdas, Miguel Ángel Mancera, quien arrasó con una ventaja de más de 40 puntos porcentuales sobre la fallida campaña de Beatriz Paredes, quien cayó del 40% de las preferencias a casi el 24% de las tendencias. Y si bien el PRI no logró llevarse el llamado “zapato” —triunfo total—, lo cierto es que el PAN fue el gran fracasado; resultó apaleado por todos los flancos. En otras palabras, que el partido azul perdió la Presidencia de la República, cayó al tercer lugar en el Congreso, perdió los gobiernos de Jalisco y Morelos y, por si faltara, fue derrotado en sus tres jefaturas delegacionales del DF. En otras palabras, que el PAN fue el gran derrotado, a pesar de ser el partido en el poder presidencial.
Por lo pronto, tres grandes preguntas gravitan en el ánimo del electorado, en general, y en el de los simpatizantes de los candidatos derrotados. ¿Qué van a decir, por ejemplo, los lopezobradoristas, una vez que se confirmó que su candidato les mintió, que no era cierto que iba arriba de Peña Nieto en las encuestas? ¿Qué van a decir los simpatizantes de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, cuando descubran que la candidata les mintió cuando pregonaba que estaba a cuatro, seis u ocho puntos de distancia arriba de Peña Nieto? ¿Y qué van a decir todos los ciudadanos que descalificaron las encuestas, que decían que las encuestas mentían, que eran tramposas y a modo para el Revolucionario Institucional, una vez que todas o casi todas se aproximaron al resultado final? ¿Y qué van a decir todos los ciudadanos a los que se engañó con el cuento de un eventual fraude?
Lo cierto es que la elección de ayer resultó ejemplar, a pesar de las campañas de odio, de guerra sucia, del fanatismo y las mentiras de políticos y candidatos; a pesar de los augurios negativos, amenazas y amagos…
Por lo pronto, y en una muestra ejemplar de civilidad, madurez y grandeza —y de que son mujeres y hombres demócratas— reconocieron su derrota la candidata del PRI al gobierno del Distrito Federal, Beatriz Paredes; reconoció su derrota la candidata presidencial del PAN, Josefina Vázquez Mota, y —también como un demócrata— aceptó la derrota el candidato Gabriel Quadri, del Partido Nueva Alianza. Hasta el cierre de esta edición todos esperaban que el candidato López Obrador reconociera su derrota.
Ventana
José Cárdenas
Excélsior
02 de Julio de 2012
Jaque Mate
Ni las profecías del fraude ni las marchas antiPeña ni la rabia de las redes sociales lograron acabar con el hombre que inició la campaña como claro favorito.
La voz del pueblo, pasada por agua, mandó al PRI de regreso al poder. Sí, el viejo partido tiene nuevo rostro.
La voz de las urnas confirmó lo que auguraban las encuestas. En 90 días de campaña pasó de todo para quedar igual.
Ni las profecías del fraude ni las marchas antiPeña ni la rabia de las redes sociales lograron acabar con el hombre que inició la campaña como claro favorito.
Tampoco el miedo surtió efecto. Ni el temor a la violencia ni el temor al viejo autoritarismo priista consiguieron ahuyentar a millones de votantes que acudieron en masa a las urnas contra todo pronóstico, incluso el meteorológico.
Los números garantizan la legitimidad de Peña Nieto. La ventaja es contundente.
Pero… la victoria del PRI (el Verde ni en cuenta) no debe interpretarse como una patente de corso, para sacar del baúl de la historia las tentaciones autoritarias del pasado.
México no perdonaría un pecado como ése.
Para López Obrador no hay vuelta atrás, la desventaja le cierra las puertas a una protesta como la de hace seis años. Aun así, hay que reconocer que al rondar los 30 puntos superó la expectativa generada a inicios de la campaña cuando todos le auguraban un modesto tercer lugar.
El triunfo de Enrique Peña Nieto, cuya condición definitiva no se dará sino hasta agosto, representa ya una oportunidad para iniciar una labor paciente e incesante de cuya magnitud ni el virtual presidente electo ni alguno de sus tres adversarios habló durante las campañas: devolverle a este país la concordia…
Ahora México necesita un presidente que logre la resurrección nacional y le devuelva certeza a sus ciudadanos.
La gran hazaña nacional por venir necesita un espejo donde el país pueda mirarse a sí mismo, otra vez, con orgullo.
Si alguna vez el camino fue el nacionalismo revolucionario, hoy el nacionalismo ya no necesita una revolución.
Basta una copiosa voluntad, para ordenarnos convivir con un sentido nacional de progreso, de propiedad y de soberanía económica, jurídica… y política.
Así se entendió el mandato.
El reto es enorme.
MONJE LOCO: Al votar, Andrés Manuel dijo que este domingo habría fiesta… lo que no aclaró es en dónde. Para Josefina y sus seguidores, la jornada electoral se inició muerta. Los panistas la abandonaron… convirtieron la sede de su partido en un desierto. Dejaron que su candidata cargara solita con todas las pulgas de la derrota. Enhorabuena por el civismo democrático de Josefina… y por los diez minutos de fama que le tocaron a Quadri, quien también ganó al no perder los privilegios de su Maestra.
Astillero
Julio Hernández López
La Jornada
02 de Julio de 2012
Las televisoras (es decir, Televisa), el PAN (es decir, Calderón y su moneda de cambio apellidada Vázquez Mota) y el IFE (es decir, Valdés Zurita y sus consejeros de adorno), cerraron filas anoche para imponer la percepción de que Enrique Peña Nieto y el PRI (es decir, Salinas de Gortari, los «niños» Verdes y la profesora Gordillo) llevan una delantera en los comicios no solamente irreversible, sino aceptable, sin riesgos, casi normal o natural.
Apenas conteniendo la sonrisa, alegre sin ánimo de disimularlo, enérgico en el discurso hasta parecer triunfante, Felipe Calderón se manifestó bien dispuesto a propiciar una transmisión tersa de poder, felicitando de manera abierta al priísta mexiquense. Favor con favor se paga: si el priísmo facilitó en 2006 la toma de posesión del panista en jaque, ahora el beneficiario de aquellas hazañas de puerta trasera pretende recibir al partido de los tres colores con alfombra y honores.
La Presidencia de la República la ha ganado Televisa y de inmediato comenzó a ejercer su mando. Destinó una transmisión en vivo al discurso de PeñaVisa en el PRI nacional y así avanzó en el sostenido proceso de asentamiento de la imagen del triunfo «contundente e inobjetable» que el trágico Leonardo Valdés Zurita había creído sellar minutos atrás al dar a conocer resultados de conteos rápidos que dan ventaja oficial importante al ex gobernador del estado de México.
Josefina Vázquez Mota develó sin pudor su condición de instrumento para cambalaches políticos entre el verdadero jefe, Calderón, y la apuesta común, Peña Nieto, al reconocer su derrota cuando los números oficiales apenas comenzaban a fluir, ansiosa por allanarse para así fortalecer al candidato del copete y cercar a AMLO en la exigencia de reconocer «resultados». Otra moneda de cambio, Gabriel Quadri, también se apresuró con gusto a darse por derrotado y presionar al tabasqueño en el mismo sentido acordado.
López Obrador fijó una postura serena ante el encadenamiento de acontecimientos adversos. Se reservó el derecho a manifestarse hasta que haya cifras más en firme, es decir, hasta el próximo miércoles. No convocó a rebeliones, pero tampoco aceptó las tendencias oficiales hasta ahora anunciadas. Mencionó sin aspavientos ni especial énfasis la inequidad vista en el proceso electoral, incluyendo el comportamiento de medios de comunicación. Los días que vienen serán para reflexionar, consultar y planear: la protesta y la movilización contra los resultados oficiales o el paso a un lado para recomponer y acaso dar forma al proyecto del nuevo partido político, con base en Morena.
EPN cree posible alzarse con la Presidencia de la República (a reserva de la reacción social que pudiera desatarse en contra de su enturbiado presunto triunfo) por haber cumplido con su ciclo electoral programado: instalación previa de percepciones de triunfo inevitable mediante el concierto de encuestas de opinión aliadas, confirmación y convalidación de esas fabricaciones demoscópicas a través de comentaristas, intelectuales y medios de comunicación alineados, puesta en marcha de los ejércitos de acción electoral conformados por priístas de siempre y por gordillistas tácticos (financiado todo desde tesorerías de gobiernos estatales priístas y patrocinadores oscuros) y el muro de protección formado por el IFE y el tribunal electoral federal.
Los resultados preliminares dados a conocer anoche establecen de manera conveniente la suficiente distancia entre los dos principales contendientes, EPN y AMLO, como para sustentar la intensa campaña mediática desatada de inmediato en busca de convencer al público televidente de que el de ayer ha sido un brillante ejercicio democrático, apenas salpicado de incidentes ínfimos y que no hay razones ni condiciones para intentar una resistencia cívica como la desarrollada en 2006. Ya no se estaría en presencia de un endeble 0.56 por ciento de diferencia proclive a un arrinconado Felipe Calderón, sino varios puntos en favor de un candidato priísta apuntalado por gobernadores de su partido y una coalición de poderes fácticos en pleno.
Además de esa apropiación de lo federal, y con el mismo apoyo del poder de las pantallas, sobre todo Televisa y sus oportunas entrevistas de consolidación de presuntos triunfadores, el PRI se ha declarado triunfador en Jalisco, donde una alianza entre el peñanietismo y el PRD bajo control del jefe político de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla, cerró el paso a Enrique Alfaro, la única opción real de cambio en esa entidad. Además, en Chiapas, los entendimientos entre el PRI y la pandilla de los Verdes está concesionando el negocio de ese gobierno al joven Manuel Velasco. Y en Yucatán se adelantaba la victoria del priísta Rolando Zapata Bello.
En el Distrito Federal se mantiene la hegemonía de Marcelo Ebrard a través de Miguel Ángel Mancera, como pago por los arreglos para dejarle la candidatura presidencial a AMLO. Otra parte del perredismo, la de los Chuchos y similares, busca quedarse con la gubernatura de Morelos, con un enorme tufo al clásico arreglo mercantilista de ese segmento «de izquierda». En Tabasco, un camaleónico Arturo Nuñez, de cargado historial electoral priísta, aspira a convertirse en falsa concesión al pejismo nativo. Y el PAN habrá de conformarse con la gubernatura de Guanajuato, entre yunques y foxismo realineados.
El PRI, regodeándose con Los Pinos y varias gubernaturas importantes, espera quedarse también con el control del congreso federal, de tal manera que con una mayoría propicia (PRI, Verde y Panal, más el PRD chucho-ebrardista) pueda sacar adelante las reformas legislativas que den paso a la segunda oleada salinista de «modernización», con Pemex como principal bocadillo.
Todos esos reacomodos en las cúpulas entrarán en un impredecible proceso de confrontación con la realidad social y, en particular, con el hartazgo colectivo ante el predominio de los mismos factores de poder, sean priístas o panistas.
Un papel crucial corresponde a los jóvenes en general y en particular a los agrupados bajo la denominación del 132. ¡Hasta mañana!
Clase Política
Miguel Ángel Rivera
La Jornada
02 de Julio de 2012
La debacle para el PAN: esa podría ser la síntesis de la jornada electoral de ayer.
En las elecciones presidenciales –a pesar un fallido rumor que ubicaba a la panista Josefina Vázquez Mota en segundo sitio– el partido azul y blanco se iría a tercer sitio. Además perdería los gobiernos de Jalisco y Morelos y apenas rescataría Guanajuato, por mínima diferencia. El segundo sitio sería para el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
De acuerdo con cifras extraoficiales de encuestas de salida –como no es posible esperar a resultados oficiales, por el obligado límite de horario para el cierre de edición– todo parece indicar que se confirma el triunfo del candidato presidencial del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto.
Para el PRD la compensación estaría en el Distrito Federal, donde su candidato a jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, ganaría con una ventaja de 60 puntos y estaría a punto de lograr el «carro completo», con la delegación Benito Juárez, de tradición panista, como única excepción.
En cuanto a los gobiernos estatales, los reportes son favorables para el tricolor y sus aliados en Yucatán, Jalisco, Tabasco y Chiapas, aunque en esa entidad el candidato triunfante, Manuel Velasco, es militante del PVEM. Existen dudas acerca de Morelos, donde la lucha es muy cerrada entre el priísta Amado Orihuela y el perredista Graco Ramírez.
En principio, el PRI tendría mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores, aunque los porcentajes tendrán que definirse posteriormente.
La cosecha
El presidente Felipe Calderón, dirigentes de partidos, así como personajes destacados de los poderes Legislativo y Judicial expresaron deseos coincidentes para que la jornada electoral se realizara –como ocurrió, salvo consabidas excepciones– en paz y para que no haya conflictos posteriores…
Una de las indeseadas excepciones se registró en Durango, en donde el arzobispo local, Héctor González, fue acusado de violar las leyes electorales y la división entre iglesias y el Estado laico al pedir a los votantes no permitir el regreso del PRI. ¿Fe para hacer proselitismo?…
El titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, puso en marcha un proceso de cambio para reforzar los mecanismos de control de confianza entre los elementos en activo y los de nuevo ingreso a la Policía Federal, con el propósito de evitar que se repitan sucesos violentos, como el del 25 de junio en la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México. Destacó que la incautación de cocaína tiene buenos resultados en el AICM, pues en 18 meses se han incautado 294 kilos y detenido a 44 presuntos delincuentes…
Circuló la versión de que pronto se podría conocer un fallo judicial por el cual se ordenaría al Ejecutivo dar la concesión para transmitir televisión de paga a Telmex, propiedad del empresario Carlos Slim…
Dinero
Enrique Galván Ochoa
La Jornada
02 de Julio de 2012
A partir de las ocho de la noche de ayer se desataron las encuestadoras dando a conocer sus resultados de salida. Favorecían a Peña Nieto, colocaban a López Obrador en el segundo sitio. También coincidían en que Josefina Vázquez Mota había caído al tercer lugar. Hay una contradicción aparente: el dinero, la compra de votos, dominó la campaña de principio a fin. Mucha gente desempleada y empobrecida vendió su sufragio. El mejor postor fue el PRI. Esa misma gente votó contra quienes consideran los responsables de sus desgracias recientes: el PAN y Calderón. Desde temprano la prensa internacional se anticipó a los resultados, como puede verse enseguida.
Tal vez una sorpresa: Washington Post
La elección presidencial en México se desarrollaba el domingo con largas filas en las casillas y sin reportes de violencia o extensas irregularidades. Se espera que la elección restaure el poder del una vez desacreditado PRI, que gobernó México durante gran parte del siglo XX y fue considerado un obstáculo para la democracia. En las encuestas, el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, ha mantenido una ventaja de doble dígito sobre sus rivales, pero también han mostrado que una importante porción de los votantes permanecen indecisos y podrían generar una sorpresa de última hora a la predicción de un gran triunfo de Peña Nieto.
(Nick Miroff y William Booth)
Malestar y fatiga por el PAN: New York Times
Millones de mexicanos votaron el domingo en una elección presidencial que sugería traer de regreso al partido que gobernó autocráticamente la mayor parte del siglo XX. La campaña no fue dominada por un solo tema, tampoco por las más de 50 mil personas asesinadas en años recientes en el esfuerzo por controlar el tráfico de drogas, ni por una economía que ha crecido pero que ha dejado atrás a pobres y que falló en elevar los ingresos de la gente. En lugar de esos temas, dicen los encuestadores, los electores sienten un malestar general y fatiga después de 12 años de gobierno del conservador PAN, que había derrotado al centrista PRI en 2000, en la primera elección realmente democrática aquí.
(Randal C. Archibold)
Historia de corrupción: The Guardian (Londres)
Los mexicanos van a la elección de su nuevo presidente el domingo con el candidato de una vez vilipendiado PRI como claro favorito para ganar. El joven y telegénico Enrique Peña Nieto ha ayudado a su partido a disimular una reputación de corrupción y periódico autoritarismo en 71 años ininterrumpidos en el poder, que terminó en 2000, cuando perdió la Presidencia ante el PAN.
«Las encuestas están manipuladas», dice una recepcionista que es simpatizante de López Obrador, María Guadalupe García. «Si el PRI gana es porque la maquinaria del partido saca ventaja de la pobreza y la ignorancia de la gente, más que por un voto informado y razonado.»
Un presidente derrotado: The Washington Post
En reuniones, el presidente Felipe Calderón ha mencionado a sus invitados que él y su familia están pensando salir de México para vivir en el extranjero después de que su sexenio concluya en diciembre. Sería muy peligroso permanecer, advierte en conversaciones privadas, porque las poderosas mafias pueden ir tras él.
Para el comandante en jefe de la guerra contra el narcotráfico –apoyada por Estados Unidos–, sugerir que no ha podido proveer de seguridad para vivir en su propio país es una sorprendente declaración –y puede ser vista como una aceptación de fracaso o como una evidencia de que ha peleado muy duro y qué tan lejos México necesita ir todavía. Cuando los mexicanos van a elecciones el domingo para elegir a su sucesor, Calderón encuentra su legado controvertido, su partido impopular y a su candidata, la enérgica ex secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, figurando en el tercer lugar de las encuestas.
(William Booth)
A la sombra del narcotráfico: Reuters
Millones de mexicanos votaban el domingo para elegir nuevo presidente con una fuerte presencia de agentes de seguridad en las regiones acosadas por el narcotráfico, en unos comicios que marcarían el regreso al poder del PRI, que dominó la escena política durante casi todo el siglo pasado. El candidato del opositor PRI, el abogado de 45 años Enrique Peña Nieto, llega a las elecciones con al menos 10 puntos de ventaja en las encuestas sobre el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, mientras que la oficialista Josefina Vázquez Mota se ubica en tercer lugar.
e@Vox Populi
Asunto: el mapache Demetrio Sodi
Me gustaría renviarles este newsletter que me llegó hace apenas unos minutos en pleno periodo de veda electoral, del portal «ciudadanosenred.com.mx» que, según tengo entendido, está ligado a Demetrio Sodi de la Tijera, delegado panista en Miguel Hidalgo, Distrito Federal.
Me parece totalmente inadecuado y tendencioso este ejercicio «informativo», donde más bien se pretende sesgar la opinión para privilegiar a la candidata presidencial del PAN y además se somete al candidato presidencial del Movimiento Progresista a una encuesta comparativa con el presidente de Venezuela, aun cuando las actividades proselitistas y de difusión de las campañas han llegado a su fin.
Guillermo Herrera Trejo
R: Amigo Guillermo: creíamos que la elección del año 2006 había sido sucia. Tal vez ésta no queda muy atrás.
Continúan las denuncias de compra de votos, carruseles y ruletas… ¿y la Fepade, apá?
Ramón Ortega @Rammoncho
Exigimos la anulación de todo el Edomex… ¡es un cochinerooo! @IFEMexico.
Pepe Acosta @tareldar
Invitar a @FelipeCalderon a PGR es la forma de @JosefinaVM de decirle que ella también puede cubrirle las espaldas. Pero eso ya se lo ofreció @EPN
@ElAgus
Twitter: @galvanochoa
FaceBook: galvanochoa
Indicador Político
Carlos Ramírez
El Financiero
02 de Julio de 2012
2012: hablemos de langostas.
El PRI recuperó la Presidencia, pero…
Independientemente de quien haya ganado las elecciones presidenciales, el verdadero problema político de México radica en el dilema de ahogarse en los particularismos o de veras optar por el modelo de la ruptura democrática.
La única agenda viable será la que parte del hecho de que el proyecto nacional de desarrollo, el consenso de la Revolución Mexicana y el pacto constitucional vigentes apenas darían para transcurrir otro sexenio en la mediocridad como nación, en la versión mexicana del Dr. Panglós del mejor de los mundos posibles y no del deseable.
Lo que viene a partir de hoy es la verdadera gran decisión nacional: el camino de la transición frustrada de Rusia con el retorno de los brujos del pasado o el camino de la transición exitosa de España con una ruptura democrática basada en un nuevo consenso, un nuevo modelo de desarrollo y un nuevo pacto constitucional.
La agenda de la transición requiere el rediseño institucional del país, la reformulación de la estructura de producción y la reorganización de la tarea del Estado. Esta remodelación de la República no necesita saber quién ganó las elecciones sino si el que las ganó está dispuesto a convertirse en el Adolfo Suárez de la transición mexicana, en el líder del nuevo ciclo nacional.
Lo que está en colapso es la república priista. Los dos sexenios de gobierno panista se hicieron sobre las bases del periodo neoliberal del priismo. De ahí que el PAN no haya tenido demasiado problema en lograr la alternancia partidista en la Presidencia de la República, porque en el ciclo tecnocrático del PRI, de 1982 al 2000, la salida de emergencia de la crisis populista fue el programa conservador del FMI y el Banco Mundial que coincidía con la propuesta del PAN. En 12 años el PAN le dio prioridad a la estabilidad macroeconómica, aun en medio de la severa crisis de 2008-2009, con resultados que siguen asombrando a los técnicos del FMI, pero con un costo social y productivo similar a los tropiezos pasados en el ritmo de crecimiento económico.
Lo que le ha dado prolongación a los ciclos PRI-PAN en la Presidencia de la República ha sido la continuidad del pensamiento económico estabilizador; Vicente Fox nombró secretario de Hacienda a Francisco Gil Díaz, economista formado en la Universidad de Chicago del conservadurismo neoliberal, en la que el eje ideológico fue el neoliberalismo de Milton Friedman; más aún, Gil fue profesor adjunto de Friedman. Y Felipe Calderón designó secretario de
Hacienda a Agustín Carstens, subdirector-gerente del Fondo Monetario Internacional.
Con la estrategia económica y de desarrollo en manos de figuras destacadas del neoliberalismo económico, la viabilidad del PAN se estrechó al dilema de estabilidad macroeconómica o gasto social; del otro lado, sin embargo, el PRI y el PRD ni siquiera se preocuparon por abrir un debate en esos términos por la sencilla razón de que el PRI sigue manteniendo la política económica neoliberal de Carlos Salinas de Gortari y el PRD reduce su neopopulismo a programas asistencialistas de corto plazo pero sin romper con la disciplina de estabilidad de las cifras macroeconómicas.
El verdadero dilema de México no radicó en optar por tres opciones partidistas que representaban la misma política económica del priismo neoliberal sino en saber si alguna fuerza política, social, moral, económica e intelectual hubiera sido capaz de abrir el debate sobre el hecho de que la única alternativa estaba en una nueva propuesta de desarrollo, basada en un pensamiento crítico al neoliberalismo. Y se equivocaron quienes pensaron en Keynes porque el economista inglés no promovió una estrategia de desarrollo sino que aconsejó aumentar el gasto público en un mercado más racional que el actual para que el gasto se convirtiera en demanda, la demanda se transformara en oferta y la oferta reactivara el mercado interno.
La ruptura democrática del modelo de desarrollo implica una tarea de búsqueda de un nuevo consenso social para salir de los candados que colocó el PRI al modelo de desarrollo, que logró mantenerlos en el ciclo populista y que se convirtieron en doctrina en el periodo neoliberal priista y que la alternancia panista eludió cualquier intención de abrirlos. El sexenio 2012-2018 será el de la reactivación de la lucha política entre los liderazgos caudillistas de los partidos o puede ser el de la construcción de un nuevo consenso que facilite los cambios en el desarrollo.
La verdad es que no importa saber quién ganó la elección de ayer; el verdadero debate debe darse en función de la urgencia de una movilización social a favor de una ruptura democrática para replantear el modelo de desarrollo o de agotar el impulso social en el conformismo de que un país crece como puede, no como quiere o necesita. Los dos sexenios panistas demostraron la acumulación de rezagos sociales en empleo, bienestar, calidad social, pobreza y marginación por la decisión de mantener la línea de la estabilidad macroeconómica.
La clave de las posibilidades de encontrarle salidas a la crisis y al estancamiento se localiza en la construcción de un nuevo consenso nacional, un nuevo acuerdo político y social a favor de un nuevo proyecto nacional de desarrollo y su correlativa política económica. Mantener otro sexenio de control macroeconómico puede satisfacer al FMI, pero ampliará el margen de bienestar-pobreza que ha sido la tónica desde los años setenta, lo mismo en el populismo que en el neoliberalismo.
De ahí que lo menos importante es saber quién ganó las elecciones, sino si habrá o no un debate sobre la agenda del desarrollo que lamentablemente está ausente en los partidos y sus candidatos. Si el país no rompe en los hechos el dilema continuismo-restauración, vendrán otros seis años de más de lo mismo.