Por Israel Viana/ABC Historia
«Sería un milagro dar con ellos», apuntaban las fuentes diplomáticas sobre la búsqueda de los once marineros gallegos desaparecidos en las costas canadienses de Terranova. «No sabemos nada, solo nos queda rezar», lamentaba la tía de una de las víctimas. Y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, calificaba de «tragedia humana» el accidente del buque Villa de Pitanxo, después de que se hubiera conocido que otros diez tripulantes habían resultado muertos y solo tres habían podido ser rescatados.
Hablamos del peor naufragio de un barco de pesca español desde 1978, cuando el Marbel chocó contra una gran roca cerca de las islas Cíes y 27 marinos perdieron la vida. «Yo no recuerdo nada semejante como lo del Villa de Pitanxo», comentaba ayer la alcaldesa de Marín, María Ramallo, en ABC.
La zona de Terranova donde ha naufragado el buque gallego está, sin embargo, repleta de desgracias parecidas desde hace siglos. Una especie de maldición que ha dejado cientos de cadáveres, como consecuencia de los choques contra los más de 40.000 icebergs que rodean las aguas de la isla.
En 2009, por ejemplo, otro buque gallego con base en Vigo, el Monte Galiñeiro, se hundió después de dos explosiones en la sala de máquinas. El impresionante incendio que se produjo consumió el barco por completo, aunque los veintidós tripulantes pudieron ser salvados en el último momento. Menos suerte tuvieron los trabajadores de la petrolera Ocean Ranger que se fue a pique en 1982, tras una fuerte tormenta. Murieron 84 personas en una tragedia que, curiosamente, se produjo también un 15 de febrero.
Si retrocedemos 457 años, nos encontramos con el primer registro de un hundimiento español en aquellas aguas. Se trata del ballenero San Juan que, en 1565, fue igualmente engullido por las aguas de Terranova durante un viaje en búsqueda de la preciada grasa de las ballenas. El accidente lo conocemos porque sus restos fueron hallados por arqueólogos canadienses en 1978. En 2020, una réplica exacta del mismo fue construida en la localidad de Pasajes San Pedro (Guipúzcoa) para navegar 6.500 kilómetros y completar el viaje que el original no consiguió concluir.
Los muertos del Titanic
El caso más famoso de este mal maldito es, sin duda, el del Titanic, cuyo naufragio acabó con la vida de sus 84 tripulantes y otros 1.496 pasajeros en abril de 1912. Al conocido en su día como el «barco de los sueños» se lo tragaron las mismas aguas en las que ayer se escribió la tragedia del buque gallego. De hecho, ABC ya adelantó hace un siglo que el lugar donde se perdió el trasatlántico británico estaba considerado, desde hace tiempo, como sumamente peligroso por el campo de icebergs que poblaban sus aguas, el cual tenía una extensión de cientos de kilómetros. «Los pasajeros del Carmania, que atravesaron el jueves el paso peligroso, contaron más de 35 icebergs», se apuntaba en sus páginas.
El 16 de abril de aquel año, este periódico se hacía eco por primera vez de la magnitud del desastre. Antes, diversos despachos telegráficos habían señalado que no había muertos, pero se equivocaban. «Un despacho de Nueva York de última hora dice que el Titanic se fue a pique a las dos y media de la madrugada. La Compañía armadora tiene noticias de que ha habido bastantes víctimas», contaba ABC al filo del cierre de la edición de ese día, que al día siguiente ya contabilizaba 1.800.
Tal y como ocurre hoy con el Villa de Pitanxo, los datos poco después de hacerse pública la catástrofe eran confusos. Que si los supervivientes fueron hallados mientras «luchaban heroicamente con los remolinos de agua», que si una muchedumbre ansiosa de noticias protestaba ante las oficinas de la compañía White Star, que si la mayoría de los 2.200 pasajeros eran estadounidenses que habían pasado el invierno en Europa o Egipto o que si los que habían salido ilesos eran, sobre todo, mujeres y niños.
El primer buque que llegó en auxilio del Titanic, «cuatro horas después de haberse ido a pique», fue el Carpathian. Después llegaron los otros barcos que recibieron la llamada de socorro: el Virginia, el Parisian y el Californian. «Los pobres náufragos tiritaban de frío», señalaba ABC. El diario contaba asimismo que el primer barco recogió a todos los supervivientes que pudo y emprendió rumbo a Nueva York «sorteando los icebergs».
Las mismas escenas dramáticas
En los días sucesivos a que se dio la primera noticia del hundimiento del Titanic, ABC informaba de las víctimas españolas y de las pérdidas económicas que implicaba. Le dedicó varias portadas en las que, incluso, se incluyeron gráficos sobre cómo se había producido la catástrofe, cuáles eran las dimensiones del trasatlántico y cuál era su posición exacta respecto de los buques más cercanos. «Sir Ernest Shackleton ha dado los siguientes detalles sobre los icebergs y bancos de hielo y sus peligros: ‘Su zona peligrosa es muy extensa, pues llega hacia el Sur, hasta donde se funden en la corriente del golfo’», añadía el famoso navegante inglés al periodista.
La alarma del Villa de Pitanxo se disparó también de madrugada, a las 5.24 horas de España, cuando el Centro Nacional de Coordinación de Salvamento Marítimo (CNCS) de Madrid recibió dos alertas del buque gallego. Se intentó contactar con el barco, sin éxito, y simultáneamente se movilizó vía satélite dos pesqueros que se hallaban más próximos al lugar de la emergencia: el pesquero portugués Novo Virgem da Barca y el español Playa Menduiña Dos. Se les instruyó para realizar llamadas por radio a la embarcación accidentada. A las 10.37, este último avistó balsas salvavidas en el agua y muchos objetos dispersos. Al acercarse, localizó a tres personas en una de las balsas y varios cuerpos. Según la subdelegada del Gobierno, Maica Larriba, los tres supervivientes se encontraban en estado de shock hipotérmico, dada la baja temperatura del agua en la zona.
Las tragedias en las aguas que rodeaban Terranova han sido tan habituales que, en la noche del 18 de abril de 1912, tres días después del hundimiento del Titanic, ABC recibía la noticia de que el vapor canadiense Carl Grey se había ido a pique en un banco de esta misma zona. «Antes de hundirse, expidió un despacho radiotelegráfico pidiendo auxilio. Llevaba a bordo 200 pasajeros. En ninguna de las estaciones radiotelegráficas de San Juan de Terranova se ha recibido despacho alguno sobre éste asunto, por lo que la noticia está sin confirmar», advertía.