El presidente Porfirio Díaz es, sin duda, una de las figuras más controversiales de México. Amado por unos y odiado por otros, no se puede negar el avance socioeconómico que le dio al país, pero tampoco se puede borrar su gobierno dictatorial y los abusos a los derechos humanos que ocurrieron en ese proceso.
A pesar de que su ‘logro’ más conocido fue permanecer en la presidencia durante treinta años, el mandatario de México seguía siendo humano después de todo. Como cualquier persona tuvo sus propias historias de amor, entre las que destaca la de Carmen Romero Rubio, su segunda esposa. A ella le dedicó una gran carta.
Las esposas de Porfirio Díaz
Aunque al hablar de Díaz solemos enfocarnos especialmente en su labor como presidente y sus hazañas militares antes de llegar al cargo, también vale la pena hablar sobre su vida personal y especialmente la amorosa, la cual fue un tanto desastrosa para los estándares actuales.
Primero tenemos a Delfina Ortega, su propia sobrina de 22 años que, al momento de su matrimonio en 1867, tenía una diferencia de 15 años con Díaz. A su lado, el presidente tuvo ocho hijos, de los cuales solo dos llegaron a ser adultos.
Lamentablemente, Delfina falleció cuando nació su última hija, quien además solo vivió durante unas horas. Un año después de su muerte, Porfirio Díaz conoció a Carmen Romero Rubio, hija de Manuel Romero Rubio, quien en ese entonces era enemigo político de Díaz. A pesar de ello, Díaz decidió desposar a la joven de 17 años.
Una carta de amor a Carmen
Antes de casarse, ‘Carmelita’ como le decían de cariño, fungió como la maestra de inglés personal del presidente. Pero él, en cambio, se interesó mucho más por cortejarla que por las clases que le impartió.
Entre uno de los intentos de Díaz por conquistar su corazón, el futuro presidente le escribió una carta en la que expresaba su amor y su deseo por ella, de la cual te presentamos un fragmento a continuación:
«Yo debo expresar a usted que la amo. Comprendo que sin una imperdonable presunción no puedo esperar que en ánimo de usted pase otro tanto y por eso no se lo pregunto; pero creo que en un corazón bueno, virgen y presidido de una clara inteligencia como el de usted puede germinar ese poderoso sentimiento, siempre que sea un caballero el que lo cultive y sepa amar tan leal, sincera y absolutamente como usted lo merece y yo lo hago ya desde un modo casi inconsciente».
Más que la primera dama
Carmelita y Porfirio se casaron por el civil hasta 1881, después de muchos contratiempos militares y políticos. Si bien no tuvo hijos con el presidente, Carmen jugó un papel más grande de lo que se cree en la carrera del presidente Díaz.
Fue ella quien le enseñó de modales, etiqueta y la forma refinada de la alta sociedad, además de continuar instruyéndolo en el idioma inglés, además de que encargaba de vestirlo adecuadamente para cualquier ocasión.
También tuvo un papel importante en la entrada y promoción del arte y la cultura al país, convirtiéndose en una gran promotora de estos durante la presidencia de Díaz, y en su exilio fue ella quien le cuidó hasta que el ahora expresidente murió en 1915.
Mientras el movimiento revolucionario se calmaba, Carmelita decidió quedarse en Francia hasta 1931. Después volvió a México y alquiló una casa en la colonia Roma, donde vivió el resto de sus días.