«La ética no es una colección de normas, es una sensibilidad»: Victoria Camps

Por Ima Sanchís/La Vanguardia

Pensar bien

Ha dedicado la vida a reflexionar sobre la ética y, pese a que me dice que las grandes preguntas filosóficas no tienen respuesta, me ofrece reflexiones que me sirven para encajar el momento sociopolítico: «La ética no consiste en tener un código muy bien aprendido, sino en llevarlo a la práctica». Savater la resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir. Y Pascal se remonta a lo esencial: toda nuestra dignidad estriba en el pensamiento. Esforcémonos, pues, por pensar bien: este es el principio de la ética. Sobre ella reflexiona en El gobierno de las emociones (Herder), premio Nacional de Ensayo, y en Breve historia de la ética (RBA).

Venimos de la represión de las emociones?
Sí, tenemos un pensamiento mayoritariamente racionalista. La moral se ha entendido como la represión de los sentimientos, algo que había que dominar.


Pero ahora estamos en el otro extremo.
Totalmente. En un mundo en el que todo está en venta, el canal para vender son las emociones. Es muy fácil manipular a la gente con un lenguaje que toque la fibra emotiva, y se usa en política, en el mercado, en los medios de comunicación… Las emociones son importantes, pero no hay que caer en el culto a la emocionalidad.


Nos gobiernan.
Nos pueden arrastrar, lo cual tiene su parte buena porque nos llevan a actuar.


También puede ser malo.
Sí, el sentimiento es la base del comportamiento moral. No sólo hay que entender lo que es bueno y lo que es malo, hay que querer lo bueno y que te repugne lo malo, y eso es una emoción.


Has de sentirlo.
Sí, es como el fumar, todo el mundo sabe que es malo, pero el fumador sigue fumando hasta que revierte el sentimiento: el susto que te provoca un enfisema pulmonar te hace dejarlo. La ética no es una colección de normas, es una sensibilidad.


¿Por qué hay tanto corrupto y tanto desvergonzado?
Falta voluntad de hacer las cosas bien y falta un clima moral social que reconozca a las personas que cumplen y no a las que no cumplen.


¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Es una consecuencia de la misma libertad, del progreso, al tener más posibilidades de elegir, cada cual debe tener lo que se llamaba fuerza de voluntad para reprimir lo que no se debe hacer, y más criterio.


Pero dice la ciencia que la raza humana ha progresado gracias a la cooperación.
Cierto, pero es muy fácil desviar la compasión y la cooperación hacia «lo que a mí me interesa». El ser humano es una mezcla de dos tendencias, por una parte es egoísta y por otra benefactor y compasivo. Equilibrar los dos aspectos es complicado.


¿La ética sin sentimiento se convierte en norma de colegio?
Son deberes escritos en algún sitio, sí. Ahora todo el mundo quiere hacer un código ético: las empresas, los ayuntamientos, ¿pero para qué sirve un código ético?


¿Para saltárselo?
O guardarlo en un cajón. Si no existe la voluntad, que es más sentimental que racional, no sirve para nada.


Igual lo que nos sobra es individualismo.
Dar valor al individuo ha sido un gran logro, los derechos humanos son derechos individuales, pero si lo único que hace el individuo es pensar en sus intereses y olvidarse de los demás, eso es la negación de la ética.


¿Por qué es más moral ser justo que injusto?
Esa es la gran pregunta filosófica, y no tiene respuesta. Platón lo planteaba así: ¿por qué el tirano (el injusto) es feliz, y el justo es desgraciado?


¿Alguna conclusión?
Platón hablaba del sufrimiento del tirano.


Casi todos los tiranos han muerto felizmente en su cama.
Yo diría que nos hemos inventado una palabra, justicia, que es positiva, que es buena y no hace falta darle más vueltas.


¿Cómo define la ética?
Como el intento de conseguir que las personas convivan de una forma amable, pacífica y sin destruirse unos a otros.


La ética tiene que ver con los demás.
Totalmente. La regla de oro de la moralidad la inventó Confucio: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti; eso es la ética: pensar en los demás.


¿En nuestras democracias no hemos encontrado el equilibrio entre libertad y convivencia?
Así es. Por una parte la libertad es un gran valor pero por otra hay que construir un demos, un pueblo cohesionado, con objetivos comunes que no favorezcan a una oligarquía en detrimento de los demás, y encontrar ese equilibrio es lo que falla.


¿Con qué virtudes se queda?
El catecismo nombraba cuatro virtudes cardinales, que en el fondo son aristotélicas: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. En esta crisis las cuatro han fallado, no se ha sido prudente, no se ha sido justo: hay quien dice que las grandes desigualdades, ese uno por ciento muy rico frente a una gran mayoría miserable, es una de las causas de la crisis, y estoy de acuerdo.


¿Y la fortaleza?
Es la valentía, y ha habido muy poca para afrontar todo el caos que nos ha ido llevando hasta aquí. Y la templanza significa moderación, demasiada codicia.


¿Cuál cree que es la virtud fundamental que debe cultivar un político?
Hoy sin duda el coraje, para decir la verdad y hacer lo que tienes que hacer pese a las presiones internas, externas y a la impopularidad.

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