Jacobo Zabludovsky / El Universal
El mayor peligro estriba en la tentación de caer en los procedimientos del antiguo PRI, aunque mejor sería decir del antiguo México gobernado por un PRI omnipotente, imposible de repetir
Si las elecciones fueran hoy, el próximo presidente de México sería Enrique Peña Nieto.Pero, a cinco semanas de los comicios, una voltereta sorpresiva sería posible, consecuencia de algún acontecimiento telúrico como el crecimiento de la ira estudiantil nacida antipeñista en la Universidad Iberoamericana y desbordada a toda la república. Si el candidato mantiene su delantera y retorna el PRI a Los Pinos se registraría una restauración: “Restablecimiento en un país del régimen que existía y que había sido sustituido por otro”, según Espasa Calpe.
Regresaría el PRI al poder después de 12 años que le quedaron chicos a México. La posibilidad obliga a reflexionar desde hoy sobre sus consecuencias y recordar al futuro gobernante algunas lecciones históricas útiles, porque quien olvida los ejemplos del pasado corre el riesgo de perder el porvenir.
El mayor peligro estriba en la tentación de caer, por ignorancia o pereza, en los procedimientos del antiguo PRI, aunque mejor sería decir del antiguo México gobernado por un PRI omnipotente y omnipresente, imposible de repetir. Los restauradores cometen el desatino de considerar su triunfo una patente de corso: permiso para continuar lo que fue, sin considerar que los cambios registrados durante su ausencia modificaron las estructuras sociales. Bastó una docena de
años para transformar de tal modo a nuestro país que intentar volver al pasado priísta sería arrastrarnos a una catástrofe.
La más famosa de las restauraciones puso su nombre a un lapso breve de la historia de Francia. Al triunfar la Revolución se interrumpió el reinado de la casa de Borbón, abriéndose un periodo complejo y turbulento desde la toma de la Bastilla en 1789 hasta la caída de Napoleón en 1814, año en que los Borbones regresan al trono y reinan hasta 1830, cuando las revoluciones europeas los despojan de su corona. Escasos 16 años y súbita vuelta a la realidad.
Víctor Hugo, en esa obra maestra llamada Los Miserables, examina con claridad deslumbrante la restauración: “…había sido una de esas fases intermedias difíciles de definir, en que se encuentran cansancio, zumbido, murmullos, sueño, tumulto… que engañan a los políticos que quieren explotarlas. La fidelidad cansada, el heroísmo envejecido, las ambiciones satisfechas y las fortunas adquiridas, buscan, reclaman, imploran y solicitan… toman posesión de la paz, de
la tranquilidad, del ocio; y ya están contentos… pero los hechos consumados piden garantías… Los Estuardos lo ignoraron en 1662 y los Borbones no lo vislumbraron aun en 1814… Error capital”.
Las enseñanzas de Francia en un instante de cambio en el mundo de ayer son aplicables al México de hoy si consideramos a los Borbones una especie de PRI; al periodo de Robespierre y Napoleón equivalente al de Fox y Calderón en Los Pinos, y a la elección de Peña Nieto una restauración, la retoma del poder por la vieja dinastía, “…nudo ilustre y sangriento de su historia”.
La monarquía, dice Víctor Hugo: “…creyó que estaba arraigada en el pueblo porque era lo pasado, y se engañaba; era una parte de lo pasado… Las raíces vivas y profundas de la sociedad no estaban en los Borbones sino en la nación; no constituían el derecho de una familia (PRI), sino la historia de un pueblo, y estaban en todas partes, excepto en el trono… cuando se creyó victoriosa, fuerte, profunda y arraigada en el país …la Restauración cayó”.
Los Borbones, al volver, gobernaron como antes, como si Francia y Europa no hubieran cambiado durante su ausencia y por eso duraron tan poco. Si el PRI regresara a Los Pinos dependería de Peña Nieto el tiempo de su régimen, su duración, su caída, según Víctor Hugo: “Se fueron; esto es lo mejor que puede decirse: depusieron la corona y no conservaron la aureola; fueron dignos pero no augustos, faltaron en cierto modo a la majestad de su desgracia”.
La primera tarea de Peña Nieto sería lograr un cambio profundo en su propia casa después de admitir y entender que: “La casa de Borbón no era (para Francia) el elemento principal de su destino, ni la base necesaria de su política. Podía pasarse Francia sin los Borbones, como se había pasado 22 años… pero ellos lo negaban… Nunca, desde el origen de la Historia, había habido príncipes tan ciegos en presencia de los hechos”. Su torpeza les costó el trono recobrado, que creían merecer como si el pueblo les pagara una deuda.
Víctor Hugo: “La desgracia de los Borbones fue más grande que ellos. Y desaparecieron en el Horizonte”.
Aunque tal vez nada sea así. Faltan cinco semanas, el voto de los jóvenes y dos mayúsculas entre Los Miserables y los miserables.