El Sínodo de la Amazonia, que se reunirá en octubre en Roma, quiere hacer frente a la escasez de clérigos en las grandes extensiones de Latinoamérica
Por Daniel Verdú/El País
El Vaticano dio este lunes un pequeño paso en el histórico debate sobre la conveniencia de abolir el celibato de los sacerdotes y en la concesión de ministerios oficiales a las mujeres. El próximo mes de octubre se celebrará en Roma un sínodo de obispos para tratar los problemas de la Amazonia, y el documento de trabajo publicado esta mañana anuncia que se propondrá la ordenación sacerdotal de hombres casados para poder garantizar los sacramentos en las zonas más aisladas. Una idea ya esbozada por el Papa en otras ocasiones que adquiere ahora carácter oficial, pero que deberá ser valorada y ratificada después de la reunión de octubre.
La propuesta, siempre lo ha dicho el Papa, tiene un carácter limitado a las zonas del mundo donde la Iglesia no logra tener representantes. En ningún caso, ni la Iglesia ni Francisco se plantean la abolición del celibato entre los sacerdotes a corto o medio plazo, pese a que no constituye ningún dogma y podría hacerse. De hecho, el Papa fue extremadamente tajante cuando fue interrogado por ello regresando de su viaje a Panamá el pasado enero. “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley sobre el celibato”, señaló entonces asegurando que jamás se produciría durante su pontificado. Pero la idea de que la experiencia pueda servir como laboratorio de pruebas sobrevuela desde hace tiempo algunos sectores del Vaticano.
La realidad es que ya hay miles de ejemplos de curas casados a quienes la Iglesia, en una suerte de silencio administrativo, ha dejado seguir adelante con muchas de sus funciones siempre que hubiese una comunidad que les aceptase. Todos ellos forman parte de la Federación Internacional de Curas Católicos Casados (FICCC), que agrupa a unas 90.000 personas de 34 países de cuatro continentes. Solo en España se calcula que hay unos 6.500 (la mayoría procedentes de otros ritos).
La escasez de sacerdotes se nota en todo el mundo. La tendencia a la disminución, según el anuario estadístico del Vaticano, comienza en 2014: a finales de 2016 había 414.969 sacerdotes católicos en todo el mundo, mientras en 2014 había 415.792. Lo mismo sucede con las vocaciones, que según la Santa Sede han caído en un 3,1% desde 2010 a 2017. Pero la cuestión es especialmente grave en la Amazonia, que comprende parte de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa, donde la Iglesia Católica experimenta muchas dificultades y donde casi el 70% de las comunidades de la región no tiene acceso a la misa semanal. Por ello, algunos sectores de la Iglesia han propuesto reiteradamente que se pudiese recuperar una vieja figura llamada viri probati: hombres casados, ya maduros y con fe demostrada, que puedan ejercer las funciones de cura en dichas comunidades. Algo que en ningún caso significa que un sacerdote pueda casarse si no lo estaba ya en el momento de ser ordenado.
El documento de trabajo, titulado Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y por una ecología integral insiste en que “el celibato es un don para la Iglesia”. Pero se pide que “para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana».
El celibato eclesiástico no es un dogma, más bien todo lo contrario. En los orígenes nunca fue visto como una obligación. Los curas, de hecho, se casaban, también los obispos. Hasta un papa (Silverio, nacido en año 537), fue hijo de otro pontífice. Uno de los principales motivos de su imposición paulatina con la reforma gregoriana (siglo XI), y definitiva con la promulgación de la ley del celibato obligatorio en el II Concilio de Letrán (1139) tiene que ver más con la idea de mantener la propiedad material eclesiástica y evitar su dispersión a través de herencias.
La Iglesia oriental católica (no la latina) también permite una figura similar. Y en algunos casos en que sacerdotes anglicanos se han pasado al catolicismo, se ha permitido que fueran ordenados pese a tener familias. Benedicto XVI lo autorizó en su momento pero, en cambio, no lo hizo con los viri probati. En parte por eso el Vaticano evita hasta el momento referirse en esos términos a la propuesta.
El debate en el seno de la Santa Sede también divide a las dos corrientes ideológicas que mantienen una dura pugna en los últimos tiempos. El cardenal Beniamino Stella, prefecto de la Congregación del Clero, se ha pronunciado ya asegurando el tema debe ser “evaluado con atención y sin cerrazón ni rigidez”. En cambio, las voces más conservadoras, en permanente guerra contra Francisco, ven en esto otra afrenta del papa argentino. El cardenal Robert Sarah, uno de los preferidos del sector ultra para el próximo cónclave, advierte que la ordenación de viri probati es una “violación a la tradición apostólica”.
La escasez de vocaciones y la creciente teoría de que la plaga de abusos que sufre la Iglesia está causada, en parte, por la imposibilidad de los sacerdotes de mantener relaciones sexuales, han encendido últimamente este debate. También el del papel de la mujer en la Iglesia. Las instrucciones de trabajo publicadas este lunes, de hecho, hablan de «promover vocaciones autóctonas de varones y mujeres» y sobre todo de «indígenas que prediquen a indígenas desde un profundo conocimiento de su cultura y de su lengua». Además, se emplaza a los obispos a «identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer, tomando en cuenta el papel central que hoy desempeñan en la Iglesia amazónica».
En el documento publicado se señala también que «en el campo eclesial la presencia femenina en las comunidades no es siempre valorada» y «se reclama el reconocimiento de las mujeres desde sus carismas y talentos». También se pide que «se escuche la voz de las mujeres, que sean consultadas y participen en las tomas de decisiones, y puedan así contribuir con su sensibilidad a la sinodalidad eclesial». «Que la Iglesia acoja cada vez más el estilo femenino de actuar y de comprender los acontecimientos».
El Papa tendrá la última palabra
Al final del sínodo, los obispos se pronunciarán sobre varios artículos del documento final, que luego será remitido al Papa, quien decidirá si convierte el acuerdo en una exhortación apostólica.
Además de la apertura al sacerdocio de hombres casados, el texto hace una llamada a la protección del medio ambiente, y alerta sobre la deforestación de la Amazonia, la minería ilegal y los proyectos de desarrollo que amenazan las culturas nativas y un ecosistema que resulta vital para el planeta.