Ganarse su confianza y estar atento a cambios de conducta resultan clave para prevenir o detectar a tiempo
Por Javier Ricou/La Vanguardia
Falta un día para volver a la escuela y son muchos los niños que en estas horas previas al regreso a las aulas sufren lo que se conoce como “síndrome del domingo”. Son esos escolares que padecen acoso escolar y empiezan a sufrir cuadros de ansiedad conforme se acerca la hora del retorno a clase tras el descanso del fin de semana. Algunos pueden llegar incluso a sufrir dolores de cabeza y estómago o malestar general sin padecer ninguna enfermedad.
Así que el domingo es un buen día para que los padres presten una especial atención a los comportamientos de sus hijos. Si suelen ponerse enfermos sin motivos aparentes o empiezan a repetir que no quieren ir el lunes a la escuela, esa niña o niño podría estar manifestando sin decirlo que sufre el “síndrome del domingo”.
Con las nuevas tecnologías el ‘síndrome del domingo’ se extiende ahora a todos los días
Con las nuevas tecnologías ese síndrome con el nombre de domingo acuñado para el acoso tradicional (el de cara a cara) vale ahora para todos los días de la semana. Eso es consecuencia del ciberacoso, que puede infligirse durante toda la semana, a cualquier hora del día y dentro y fuera de clase.
Una completa guía publicada por la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid ofrece a los padres una serie de consejos para detectar a tiempo si sus hijos sufren ese acoso escolar abonado por las nuevas tecnologías y sobre el que persisten muchas creencias erróneas. Un manual que pone especial énfasis en el ciberacoso, la modalidad de acoso más común en estos momentos y más difícil de detectar. El trabajo ha sido elaborado, entre otros expertos en el tema, por Álex Estébanez, especialista en tecnología de la Fundación Aprender a Mirar (FAAM).
Estébanez escribe en ese manual que “el ciberacoso es una manifestación de abuso cobarde que ha evolucionado a partir del acoso escolar tradicional con la llegada de internet, las TIC y su utilización por parte de los menores”. Y alerta que el problema se detecta cada vez en edades más tempranas.
Más impulsivos y menos conscientes del daño
Los ciberacosadores, recoge ese trabajo, “son muy impulsivos, al cometer esas acciones a través de la red (sin dar la cara) y piensan menos en el daño o consecuencias de su conducta”. Además, la posibilidad de poder ocultarse (haciendo uso de perfiles anónimos, falsos o la suplantación de identidad) “provoca en el acosador una sensación de poder e invencibilidad sobre la víctima”, escribe Estébanez.
¿Qué diferencia al ciberacoso del acoso tradicional? La inmediatez, la extensión generalizada, el anonimato y la presión ejercida sobre la víctima en cualquier momento del día son los elementos diferenciadores. El gran drama para los alumnos que padecen ciberacoso es que esa violencia y maltrato entre iguales no tiene horario. Se puede repetir en cualquier momento y lugar. Y el acoso perdura más allá de las aulas, también cuando salen del colegio.
Estos ataques, considera Álex Estébanez, “tienen un alcance mucho mayor al realizarse a través de la red y dejando al descubierto y a la deriva vulnerabilidades de la víctima”.
¿Cómo deben actuar los padres?
La guía dedica un amplio apartado a responder una pregunta que no suele plantearse en este tipo de manuales. ¿Puedo conseguir que mi hijo no sea una víctima de ciberacoso? Luis Boza, director de la Fundación Aprender a Mirar recuerda, cómo máxima que, antes que cualquier otra recomendación para los padres, “los expertos repiten sistemáticamente que no debemos permitir que los menores utilicen las redes antes de los 14 años”. ¿Por qué? “Pues porque para la utilización de estas herramientas es necesaria una mínima madurez”.
Este experto en acoso escolar añade que “los padres deben de trasladar a los hijos los límites y la potencia de comunicación que tienen estos instrumentos. Si el niño, desde que empieza a interactuar en la red, está supervisado y acompañado por adultos, aprenderá que hay unos límites que deben ser respetados”.
En ese manual se reconoce que los padres “no pueden prever ni cambiar las acciones de las personas que se relacionan con sus hijos en todos sus ámbitos sociales. Pero sí se puede actuar con la normal prevención, educando el carácter de nuestros hijos: podemos prepararles contra el acoso de la misma forma que les intentamos preparar contra la actuación de los conductores agresivos o contra la influencia de amigos indeseables: formando y fortaleciendo su carácter”.
Estébanez considera que “igual que sucede con la educación vial o con la conducción, hay que trasladar las características y los riesgos de la red, de forma clara y coherente a nuestros hijos desde el mismo momento que les entregamos alguno de esos aparatos tecnológicos”.
¿Es posible mantener la confianza con los hijos sin agobiarles?
Algunos padres piensan, recoge ese estudio, que para mantener la confianza con los hijos “no hay que agobiarles ni preguntarles demasiado por sus amigos y su comunicación digital. Puede que en algunos casos sea así, pero es demasiado habitual que los padres desconozcan a qué se dedican sus hijos en internet o, incluso, si no hay evidencias contrarias, que lleguen a pensar que sus hijos siempre están navegando de forma segura y actuando con responsabilidad”.
Un error muy repetido es pensar que los riesgos desaparecen cuando su hijo está en casa
Un error muy repetido entre los padres es pensar que los riesgos de sufrir acoso desaparecen cuando los hijos están en casa. Pero lo cierto es que el ciberacoso no tiene fronteras. Así que se recomienda a los progenitores controlar (lo que no quiere decir espiar) los lugares que visitan los menores y las personas con las que se conectan. Eso se consigue hablando con los menores, porque el mejor “control parental” es la confianza mutua.
Los expertos que han elaborado este trabajo advierten que “a partir de una cierta edad no es conveniente aplicar a los hijos un control exhaustivo contra su voluntad, ni recurrir a determinadas herramientas de tipo “control parental” que limiten las posibilidades o coarten la actividad del adolescente”.
La respuesta del menor puede ser entonces la contraria a la esperada al “percibir que se ha invadido su intimidad y reaccione ocultando cosas de verdadera trascendencia. Sólo en casos puntuales se aconseja desplegar esas herramientas de control.
Por ejemplo, recoge el estudio, cuando el objetivo sea detectar conductas y actividades de riesgo, o para salir de dudas al apreciar cambios o rarezas en su comportamiento. Pero esta actitud debería ser el último recurso y solo para el caso de que el menor se cierre en banda o eluda hablar del tema”.
Señales que alertan de la existencia de un problema
Las principales consecuencias del ciberacoso entre las víctimas son daños psíquicos y un cuadro de ansiedad crónica, con un impacto psicológico, social y educativo. El miedo a represalias y, en la mayoría de ocasiones, un sentimiento de culpabilidad son los grandes males de estos dramas que hacen que las víctimas padezcan en soledad esa violencia y maltrato continuado.
Los síntomas más frecuentes que ayudan a detectar el problema son, según relata el estudio, “ la irritabilidad, nerviosismo, tristeza, sentimientos de soledad, impotencia, baja autoestima o ideas suicidas”. También existen otros síntomas físicos o emocionales que pueden darnos pistas: dolor abdominal, trastornos del sueño, cefalea, fatiga, pérdida de apetito y peso, tics, mareos o vértigos.
Asimismo hay que estar muy pendiente a cambios repentinos de conducta. Nuestra hija o hijo puede estar padeciendo acoso si de repente varía actividades de ocio habituales, cambia los hábitos alimenticios, deja de relacionarse con adultos, sufre alteraciones en los hábitos de sueño y tiene pesadillas, deja de usar el ordenador y el teléfono móvil o cambia de grupo de amigos.
También puede servirnos saber que la herramienta más utilizada para el ciberacoso, según este estudio, es la mensajería instantánea, y en el 81% de casos Whatsapp.
Los perfiles de verdugo y víctima han cambiado en esta nueva modalidad de violencia y maltrato continuado entre iguales respecto al acoso tradicional, el que se hace cara a cara. El ciberacosador ya no es, escribe Álex Estébanez, “el más macarra” de la clase o el “más fuerte” del aula. “Ahora triunfa en ese acoso el que más habilidades demuestra con las nuevas tecnologías”.
El ciberacosador ya no es el más macarra de la clase ni la víctima el rarito
Y la víctima puede ser cualquiera. Así que las víctimas de acoso escolar “ya no son hoy los más raritos o marginados de la clase”. Todos los alumnos, sin distinción, pueden caer en ese drama. La mayoría vive ese infierno en silencio, por lo que poner cifras a este drama resulta muy complicado. El informe de la Comunidad de Madrid recoge que “los estudios menos inquietantes sitúan las cifras aproximadas de víctimas reconocidas entre el 2% o 3% de la población entre 8 a 15 años.
La herramienta más utilizada para el ciberacoso, según este estudio, “es la mensajería instantánea (81% Whatsapp). Y el 92% de las víctimas sufre algún tipo de secuela psicológica, siendo la ansiedad la más frecuente, seguida de la tristeza, la soledad y la baja autoestima.
Pasos para evitar el ciberacoso
1.- Explicar a nuestros hijos los límites de la comunicación con el móvil o en Internet
2.- Comentar sobre los lugares que visita y las personas con las que conecta
3.- Tener información actualizada de los contenidos digitales: redes sociales, vídeojuegos
y contenidos audiovisuales en general (cine, televisión…)
4.- Estudiar y aprender, desde muy pronto, estrategias para tener y generar la confianza de nuestros hijos
5.-Dar ejemplo a nuestros hijos en el buen uso de los dispositivos digitales
6.-Aprovechar esas nuevas tecnologías para acercarnos más a los menores, en vez de obsesionarnos con su control.
Conviene aprovechar la tecnología para acercanos a los menores en vez de obsesionarnos con su control