El adviento nos recuerda que Dios viene a nosotros, viene a encontrarse con nosotros. Efectivamente la iniciativa es Dios. Él tiene más interés que nosotros para que podamos encontrarnos.
Sin embargo, nos queda muy claro que a esa iniciativa le corresponde una respuesta por parte de nosotros; pero la iniciativa de Dios nos ubica y nos dispone a dejar todo tipo de barreras u obstáculos en nuestro caminar hacia él, ya que es él quien nos busca primero.
El camino que lleva a Dios no lo hemos construido nosotros, es Dios quien lo ha trazado a través de la vida y la obra de su Hijo Jesucristo.
Esta búsqueda del hombre por parte de Dios y esta respuesta del hombre se dan hoy y aquí con cada uno de nosotros. Dice el evangelio, manifestando la temporalidad de la presencia de Jesús: «En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea y su hermano Felipe, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás…».
Entonces fue una presencia real, y hoy es un encuentro real, con las circunstancias históricas y culturales propias de nuestra época. Vayamos entonces al encuentro del Señor.
Para que el encuentro se pueda realizar, el hombre también tiene que andar su parte de camino. Las lecturas y la situación de la sociedad actual nos dan algunas pistas de por donde tiene que ir hoy nuestra respuesta a esa iniciativa de Dios.
En primer lugar, nos podemos aplicar las palabras del profeta: «Preparen el camino al Señor». El camino, como dice la segunda lectura, se prepara con frutos de justicia: «así llegarán al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia…».
No podemos olvidar que el mejor modo de prepararnos a recibir a Cristo en nuestras familias y en nuestro mundo, es con una vida llena de frutos, una vida de amor y de justicia, una vida que corresponda al plan de Dios. Porque la voluntad de Dios es el amor universal, es el bien de sus creaturas, es la felicidad de sus hijos.
En segundo lugar, pensemos que Dios nos llama a concretar esos frutos, en obras, que nos preparan el camino y hacen rectos los senderos para que podamos ver la salvación de Dios. El Bautista nos guía hacia la conversión; es decir, al cambio de mentalidad y, por supuesto nos anima a avanzar hacia un cambio de proceder, un cambio de actitudes, para parecernos cada día más a Jesús.
+ Juan Navarro Castellanos
Obispo de Tuxpan