El que hubiera sido el 65 aniversario de boda de John F. Kenndy y Jacqueline coincide con el estreno de dos películas relacionadas con la familia ‘real’ de los estadounidenses
Por Rocío Ayuso/El País
En medio de asesinatos, escándalos, infidelidades y con un cambio de milenio entre medias, si algo permanece en la conciencia colectiva estadounidense es su fascinación por un apellido: el de la familia Kennedy. Como la leyenda del rey Arturo y su reino de Camelot, el nombre de esta familia, del presidente asesinado ante los ojos de medio mundo, de su viuda que se casó con un armador griego millonario–Aristóteles Onassis–, de los diferentes escándalos de faldas o de esa llamada maldición de los Kennedy, está siempre presente. Su nueva onomástica: los 65 años de casados que este mes habrían cumplido John y Jackie, una de las parejas más admirada, si no la que más, de las que han pasado por la Casa Blanca.
Un aniversario que coincide con el estreno de la película El escándalo Ted Kennedy que narra uno de los puntos más oscuros y bajos de este clan, el accidente que protagonizó en 1969 el entonces senador Ted Kennedy que era quien conducía cuando se salió de la carretera y causó la muerte de Mary Jo Kopechne, que le acompañaba como pasajera. Y también con otro filme, El primer hombre, que centrado en la misión del Apollo 11 recuerda al Kennedy visionario que puso en marcha el proyecto espacial que puso el primer hombre en la Luna.
Mujeriego desde la cuna, algo que según Jackie confesó a su cuñada Joan llevaban todos los hombres del clan en la sangre, el flechazo que unió el destino de John Fitzgerald Kennedy y Jacqueline Bouvier fue de cuento de hadas. En 1952 él solo era un congresista y ella trabajaba en el Washington Times-Herald. Fue en una cena íntima, con ocho amigos, que organizó el periodista Charles Bartlett y su esposa, Martha. Pero de ella JFK salió diciendo “no he conocido a nadie como ella”.
Los Kennedy, en 1953.
Jackie había estado comprometida con John Husted Jr., corredor de bolsa de Nueva York. Y junto al de Kennedy quedarían unidos nombres notables y no tanto, confirmados y anónimos. Ninguno de ellos enturbió una boda con la que se han comparado todos los enlaces de la alta sociedad estadounidense desde entonces. Tuvo lugar el 12 de septiembre de 1953 en Rhode Island. Asistieron unos 800 invitados entre los que ya se contaban algunos líderes de la política nacional e internacional. Era el comienzo de una leyenda. A ella la llevó al altar su padrastro. John sonrió con franqueza a su padre mientras éste besaba a la novia que vestida de seda en color marfil nunca había estado más radiante.
La ceremonia se celebró en la iglesia católica de Saint Mary y la prensa estadounidense ha rescatado durante este mes fotografías en blanco y negro de un enlace que pasaría a la historia por su trágico final una década más tarde, cuando John F. Kenney fue asesinado en Dallas. Esa foto familiar en medio de la pradera en Hammersmith Farm, la casa de verano de la familia Bouvier donde se celebró la recepción. O junto a un pastel de boda que se ve empequeñecido dado el al volumen de una falda cardada con volantes. O la imagen de la policía intentando contener a los miles de curiosos que se autoinvitaron al acto en un anticipo de la fascinación que ya ejercía la pareja mucho antes de que Kennedy llegara a la presidencia de Estados Unidos. Imágenes del Globe y del The New York Times de una boda oficiada por el entonces arzobispo de Boston, Richard Cushing, que leyó una bendición escrita por el Papa Pio XII.
Los recién casados partieron ese mismo día de luna de miel con destino a México y según quienes les conocieron, sus primeros años como matrimonio fueron los más felices, especialmente cuando llegaron a la Casa Blanca donde al principio derrocharon complicidad, amor y amistad. Un aborto natural y el nacimiento de dos niños que murieron al nacer redujo su descendencia a dos hijos, John John y Carolina. Las infidelidades de Kennedy y las rencillas que provocaron en la pareja estuvieron en boca de todos, pero permanecieron casados hasta el final de JFK, cuando su cabeza se desplomó mientras se encontraba en el mismo coche con su esposa, que permaneció junto a él hasta su último aliento.