Ruanda en fosas

La historia de Ruanda es nuestra historia; la historia del hombre. Es un resumen de lo que somos capaces de hacer, de lo que sentimos, y no aceptamos, de lo que pensamos y no decimos, de lo que queremos y no ejecutamos; pero en esta historia, aquella no tuvo miedo de manifestarse. No hubo miedo al qué dirán, a la justicia, a lo punitivo del sistema tejido por los hombres…mucho menos al sentido común.

Ruanda como nación representa el ciclo completo que la civilización va estructurando en su búsqueda para sobrevivir. Pero es aquello que los libros de historia esconden o ponen al margen en pequeños espacios, ya sea por vergüenza o simplemente porque lo consideran nada más que una anécdota.

Ruanda en fosas

Por Gilberto James Nicolay Monroe Pachas/Revista de historia

El ciclo de la sobrevivencia de todo pueblo implica: producción, convivencia, intercambio, sometimiento, explotación, exclusión y, al final el ciclo, se cierra con el aniquilamiento y el olvido. Ruanda fue, es y será esto. Desde los Twa y su convivencia con los Hutus, a la llegada de los Tutsi. Pasando  por el sometimiento y marginación social al que los Hutus fueron obligados. Convirtiéndolos al final en ciudadanos de segunda, carentes de derechos básicos como la educación.

Todo esto fue perfilando el desenlace del capítulo más salvaje que la historia haya registrado en tan poco tiempo. Salvo las grandes guerras mundiales o los cataclismos naturales. Nunca se vio tanto muerto, ensañamiento, odio, resentimiento y casi nada de sentimiento de culpa luego de la perpetración de un hecho. Los hutus solo buscaron un pretexto y la muerte del presidente ruandés de origen hutu seria el pretexto perfecto, para hacer aflorar todo el odio contenido. Los abusos sufridos por los hutus a manos de los tutsis nunca fueron olvidados. Solo se esperó el momento justo para dar rienda suelta al sentimiento hutu colectivo de venganza.

Cuando la matanza se desató, ya no había complejo de culpa, las almas de los ciudadanos hutus estaban liberadas. Liberadas no solo de todo estigma espiritual que derivara en culpa y sentimientos de redención. Estaban libres de culpabilidad penal. El homicidio no existió en los actos perpetrados, el genocidio no fue ilegal, fue ilegitimo (pero la legitimidad al parecer a nadie le interesa en el continente africano), pero no acarrearía cárcel y los temores al sistema se acabaron con esa condición.

No se aleccionaba a un esclavo después de un intento de escape. No se sometía un vecino al terminar un combate. Se aniquilaba a un pueblo completo, se le borraba de la faz de la tierra, con anuencia del Estado y por orden de él. Se llenaban fosas y los medios de comunicación advertían no de la matanza y la barbarie que se llevaba a cabo. Los medios hacían hincapié, en que las fosas ya estaban preparadas para recibir los cadáveres tutsis. Advertían que las fosas todavía estaban vacías y que otras aún no se llenaban.

Asesinar se convirtió por un período de cien días en una necesidad, en el éxtasis de la supremacía étnica, y para ello la mayoría de hutus estaban extasiados con la proeza a realizar. La mayoría, no todos, a esos pocos hutus disonantes con el clamor popular y estatal. También se les dispuso como relleno en las fosas, acompañando a los tutsis y a la cal en el proceso de putrefacción. Dicha acción acarreo cerca de un millón de muertos. Dejando a un pueblo como los tutsi al borde la desaparición. El inicial sentimiento tutsi (Plan Simbananiye) fue llevado a la realidad por los hutus.

A este estado de euforia homicida se le sumo la indiferencia de las grandes instituciones supranacionales como la ONU, la cual solo sirvió de comparsa para la validación de un hecho, que marco el inicio de la misma como un ente que nunca es decisivo ni disuasivo, a la hora que los acontecimientos verdaderamente importantes lo ameritan.

Por su parte los distintos pueblos de África se siguen dividiendo y armando y cada líder local con un puñado de hombres y algunas armas cree que puede convertirse en líder de una nación, lo cual solo trae más desgarramiento espiritual y muerte.

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