A un año de la desaparición del Barco tuxpeño Blackfin las mujeres de los pescadores los recuerdan frente al mar.

  Por Inés García Nieto

 


A unos cuantos metros de la bocana del río Tuxpan, frente a un mar que se mostraba apacible y aunque el ambiente era frío, también hermoso era el paisaje que la impredecible naturaleza obsequió a tres decenas de personas en duelo, la noche del miércoles 11 de enero de 2012.

 

A esa hora habían llegado en silencio mujeres, jóvenes y niños cargando una ofrenda floral en sus brazos, pues recordaban el primer aniversario de la muerte de seis pescadores nacidos y crecidos en Tuxpan, en la huasteca veracruzana.

 

Ellos y ellas llegaron tristes a las escolleras de la playa, pero en manos y brazos llevaban  coloridos ramos de flores. Sus bocas hablaban lo elemental y su amor salía por sus pensamientos y  sus sentidos, pues anhelaban que éste alcanzara y abrazara a sus esposos, padres e hijos, donde ellos ahora se encontraran.

 

Los padres del joven biólogo Álvaro Melchor Barrios, profesionista egresado de la facultad de Biología de la UV Poza-Rica-Tuxpan; las madres, esposas e hijos de Hugo Morales Hernández, Rutilio Fuentes González, Alexander Carballo Calixto, Miguel Enrique Cruz Sánchez y Raúl Nicanor Reyes, antes habían estado en el muelle y la capilla de La Peña, donde el sacerdote les dio  palabras de consuelo a estas personas, que desde enero pasado son ya una gran familia.

 

Esa tarde, en el punto de atraque ubicado en el caudaloso río Tuxpan, amigos y familiares  también habían estado frente a un pequeño monumento que hace las veces de cripta en forma de libro abierto, donde están escritos los nombres de los seis hombres que durante seis días fueron infructuosamente buscados por tripulantes de otras embarcaciones pesqueras, así como por elementos de la Secretaría de Marina. 

 

El 11 de enero de 2011, los tripulantes de las embarcaciones “Escorpión” y “Aleta amarilla” escucharon por radio la voz del capitán del barco atunero “Blackfin”, Hugo Morales Hernández, quien con gigantes olas golpeándolos alcanzó a gritar con desesperación “nos estamos yendo a pique”.

 

El “Blackfin” a 500 kilómetros de las costas tamaulipecas –que en tierra la distancia sería como de Tuxpan al Distrito Federal-, con sus 980 toneladas encima desapareció en las aguas profundas del Golfo de México.

 

No obstante, hombres rudos y valientes los tripulantes de los barcos que estaban más cerca del “Blackfin” intentaron hacer algo por sus hermanos en desgracia, pero las enormes olas lo impidieron. Era el vendaval y el mal tiempo traído por el frente frío número 20.

 

Una vez que el silencio hizo acto de presencia, el capitán de Puerto en Tuxpan, Gasmar Cime Escobedo, hizo el reporte correspondiente a la SCT y este fue parte del texto enviado:

 

El barco atunero propiedad de K&B Tuna SA de CV, desapareció el 11 de enero a las 17 horas en la posición geográfica Latitud N 24° 41.7 minutos. Longitud O 92° 21.0 minutos, a 270 millas náuticas al E del puerto de Matamoros, Tamaulipas -500 kilómetros al este de este puerto-.

 

Las autoridades pidieron la intervención de la Secretaría de Marina para buscar el barco atunero, y lo mismo hizo un guarda costa de Estados Unidos.

 

En todos esos días las esposas de los pescadores siempre insistieron para que las autoridades intensificaran la búsqueda de los náufragos por agua y aire. La reciente experiencia de los mineros de Chile que habían quedado sepultados durante varios días y fueron rescatados con vida, les hacía pensar que la ayuda internacional podría ayudar a encontrarlos de la misma forma.  

 

El 16 de enero Capitanía de Puerto y la SEMAR reportaron el hallazgo de trastos y chalecos salvavidas, pero ningún rastro más de la tripulación.

 

La muerte de los cinco pescadores y el joven biólogo se dio como un hecho.

 

En todo esos días en que el frío, el viento y la llovizna hicieron acto de presencia en el puerto de Tuxpan, las madres y esposas de los pescadores nunca dejaron de ir al muelle…su vista estaba clavada en el río por el que salieran sus familiares un cuatro de enero, pero solo de agua se llenaban sus ojos.

 

Hoy las viudas y los padres de Álvaro Melchor tienen un apoyo económico cada quincena por parte de la empresa atunera; apoyo para que los niños sin padres no interrumpan sus estudios, esto por parte del Ayuntamiento de Tuxpan y del gobierno de Veracruz, pero los deudos lo cambiarían todo por ver regresar a los pescadores que hace un año desaparecieron en el mar.

 

El tiempo, la fecha en el calendario les recuerda que los pescadores han partido, que ellos como deudos tienen que reunirse en el muelle el 11 de enero; saben que la esperanza también murió y  que la vida sigue su curso.       

 

Sin embargo el 28 de diciembre pasado los pescadores de atún, tiburón y otras especies que se descuidan y caen a su red, organizaron un juego de fútbol en su honor. Portaron un uniforme color negro y la playera por la parte de atrás traía los nombres de sus compañeros que ya no regresaron a tierra, al frente traía la palabra “Blackfin”.

 

 

El juego y la misa concluyeron.

 

La familia de Celia Ramírez, esposa de Alexander y sus hijos, acompañaron a Dulce Gabriela Cueto esposa de Raúl Nicanor, a Carmen Hernández San Juan esposa de Rutilio Flores, a Margarita Cruz Martínez esposa de Miguel Enrique, a Eugenia Hernández Aquino, esposa de Hugo Morales, así como a padres, hermanos, primos y amigos del joven biólogo Álvaro Melchor, y juntos y hermanados por la tragedia se dirigieron a la playa de Tuxpan.

 

Son casi las siete de la noche, hace frío y algo de viento, pero el paisaje que la naturaleza se presenta frente a ellos les hace pensar que los ausentes están bien, que ellos partieron porque Dios así lo dispuso, y que siempre estarán en su corazón.

 

Caminan por la arena, eligen la escollera, avanzan con sencillas ofrendas florales en brazos. Todos traen un ramo, una flor…     

 

Llegan frente al imprevisible e imponente del Golfo de México. Se detienen, contemplan la belleza de la noche, orientan sus pensamientos al paso del aire. Recuerdan rostros, voces, caricias. Sus emociones van de la tristeza a la resignación, pero desde lo más profundo de su ser, su amor emana libre…  

 

La resplandeciente luna llena empezó a menguar y su luz es suficiente para acompañar sus pensamientos, que a las siete de la noche tejen una sola emoción diciendo: Siempre estarán en nuestro corazón.


Las olas que alcanzan a golpear las rocas de las escolleras reciben claveles, margaritones, alcatraces, rosas y nubes, y aunque dispersas por el oleaje, éstas hacen una alfombra multicolor en el mar.

 

 


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