La pelea de este siglo: el hombre contra la máquina

La apertura de la primera fábrica de robots en Europa reaviva el debate sobre la pérdida de empleos humanos y la obligación de los autómatas de pagar impuestos

Por Juan Diego Quesada/El País

Andrej tiene algunos achaques. Le duele aquí y allá después de haber trabajado durante cuatro décadas en una fábrica de estaño para soldaduras. A sus 60 años está cerca de la jubilación. El futuro se antoja una pradera de mañanas sin madrugones y tardes de cerveza con los amigos de toda la vida. Le preocupa, sin embargo, lo que le espera a los que hereden su empleo y tengan que competir con una mano de obra que trabaja 24 horas al día, siete días a la semana. Sin espíritu reivindicativo de ningún tipo. Esa fuerza laboral, para colmo, se va a fabricar en su propio pueblo.

Una de las compañías más importantes del sector de la robótica, la japonesa Yaskawa, va a abrir a finales de este año la primera fábrica de robots en Europa. La empresa, que hasta ahora solo tenía industria en Japón y China, eligió el municipio de Kocevje, en el sur de Eslovenia, para iniciar su expansión estratégica por el continente. Los autómatas están a punto de desembarcar.

La inminente apertura de la planta de producción de robots reabre el viejo debate del hombre contra la máquina, vivo y después latente desde la primera revolución industrial. Según un informe de la OCDE, más de 60 millones de trabajadores correrán el riesgo de ser reemplazados por robots en los próximos años. El 14% de los empleos de los países desarrollados, de acuerdo al mismo estudio, son altamente automatizables. Más del 30% seguramente experimentará cambios muy significativos. La industria manufacturera y la agricultura son los sectores en los que más impacto tendrá la industrialización 4.0, como llaman los economistas a esta revolución tecnológica que ya se está produciendo.

El debate entusiasma al profesor de robótica Marko Munih, de la Universidad de Liubliana. Munih solo ve beneficios en esta revolución, que según la Federación Internacional de Robótica (IFR) crece a un ritmo del 15% anual desde 2010. Beneficio para el consumidor, que obtendrá un producto más barato, pero también para el trabajador, que con la debida formación podrá desarrollar un trabajo más cualificado, mejor pagado por tanto, y menos mecánico y repetitivo.

El ingeniero electrónico, al menos a corto plazo, no vislumbra una automatización completa en la industria, más bien la colaboración entre los dos. Uno haciendo el trabajo pesado, redundante, y el otro el que requiere complejidad, precisión e imaginación. “Uno al lado del otro, sin vallas, sin barreras. El robot es el asistente, que por ejemplo trae algo pesado y el humano solo tiene que ajustarlo, como una rueda. O que ayude a un enfermero a levantar a un paciente, o a un cirujano, que funcione como la extensión de su brazo. ¿Lo imagináis? Pues ya está ocurriendo aunque no a gran escala”, explica el profesor en su taller laboratorio.

¿Los robots ponen en peligro el empleo de los trabajadores menos cualificados? Munih no comparte la visión de la OCDE. A su modo de ver, el pasado demuestra que la tecnología solo trae nuevas oportunidades para los humanos. Que Europa no abrace con el debido entusiasmo esta revolución podría resultar fatal: “Hay que ser conscientes de que cada año China está instalando unos 70.000 robots, más que toda Europa junta. Significa que hay una gran competencia”.

Por eso se felicita por el desembarco de Yaskawa en Eslovenia, el país más robotizado en Europa del Este por su pujante industria de la automoción, colocado también en un puesto considerable (16º) en el índice mundial de robotización de la industria manufacturera pese a ser un país pequeño (poco más de dos millones de habitantes). Manfred Stern, presidente de la compañía en Europa, explica por teléfono que el apoyo de las autoridades, su flexibilidad, el hecho de que tuvieran ya allí una fábrica de componentes y la buena calidad de los ingenieros eslovenos les hizo decantarse por el país alpino.

La pelea de este siglo: el hombre contra la máquina

El mesurado Andrej, el manipulador de estaño, no es ningún ingenuo. Sabe que el progreso trae beneficios pero, como trabajador manual, sabe que la revolución puede dejar a muchos atrás. Su miedo tiene base. La compañía china Foxconn, proveedora de Apple y Samsung, sustituyó hace dos años a 60.000 trabajadores por robots. “Es posible que las personas con menos habilidades pierdan sus empleos”, sostiene durante un descanso de sus labores en un bar de Ribnica, donde ya existen unas oficinas de Yaskawa. No ve con malos ojos que el Estado grave a los robots para compensar las pérdidas de empleo.

Esta postura tiene un aliado inesperado en Bill Gates, cuya visión parece más filantrópica que empresarial. El fundador de Microsoft, en una entrevista con Quartz, sostuvo que en las próximas dos décadas una gran cantidad de empleos serán robotizados y los gobiernos deberán estar preparados para atender las necesidades de estos desempleados potenciales. “Desde luego que habrá impuestos que tengan que ver con la automatización. Si una persona hace un trabajo valorado en 50.000 dólares en una fábrica, esa cantidad se somete a impuestos de renta, de seguridad social y todas esas cosas. Si un robot llega para hacer lo mismo, pensaríais que tendría que gravar de forma similar”, dijo, para a continuación añadir que no creía que ese desembolso fuera a indignar a las compañías de robots.

Una discusión en Bruselas

La Unión Europea no ha estado ajena a la discusión. El Parlamento Europeo, que financió el viaje para este reportaje, rechazó el año pasado discutir un impuesto para compensar el empleo destruido por robots. Ahora, la Comisión Europea ha expuesto una serie de medidas encaminadas a “poner la inteligencia artificial al servicios de los ciudadanos europeos”. Esas medidas pasan por invertir 20.000 millones de euros hasta 2020 en investigación e innovación en Inteligencia Artificial, modernizar el sistema de educación y reciclaje de empleo para ayudar a los que se queden en la calle y garantizar un marco ético adecuado a los cambios que se vienen encima (privacidad de datos, accidentes). En ningún caso, por ahora, gravar a los robots.

“De ninguna manera”, explica por correo electrónico el vicepresidente y comisario europeo de Mercado Único Digital, el estonio Andrus Asip. “Deberíamos impulsar la innovación, no sofocarla. La competencia internacional es feroz. Estados Unidos y China invierten mucho en Inteligencia Artificial, nosotros no podemos quedar atrás”. El progreso siempre conllevó más trabajo, añade. Y lo que deben hacer las autoridades, insiste, es asegurarse de que “los europeos tengan las habilidades adecuadas para aprovechar el máximo la transformación digital”.

Una portavoz comunitaria que mantuvo reuniones con los dirigentes de Yaskawa asegura por teléfono que la compañía japonesa se instala en Europa por lo atractivo de su mercado y ahora toca proveerla de ingenieros talentosos que puedan desarrollar aquí sus habilidades y no tengan que emigrar a otras regiones, que no dejan de ser competencia. Señala también la importancia de no dejar atrás a las pequeñas y medianas empresas. Se trata, al fin y al cabo, de que el tsunami que está por llegar no pille desprevenido a la Unión. “Hay que estar preparados”, zanja.

Como preveía Gates, Manfred Stern, de la empresa de robots, no está indignado, aunque sí lejos de apoyar el gravamen. “Si miras los países con mayor densidad de robots (Corea del Sur, Alemania, Japón) te das cuenta de que son los que menos parados tienen”, resalta. El profesor Munih, desde su laboratorio, lo secunda con humor: “Si exageras, puedes acabar gravando los destornilladores de las empresas”.


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