Los niños, las víctimas

Rodeados de ejemplos feos, los niños también padecen el entorno de dominación, miedo, creencias dogmáticas, represión, burocracias temerosas de la inteligencia, y la manipulación  para  imponer  falsos proyectos políticos,  mezquinos y anacrónicos.

Por Miguel López Azuara/Cambio de Luces

En memoria del profesor José Luis Melgarejo Vivanco.

Al Maestro, con cariño.

“Saber es poder. Una mente cultivada es el guardián de la democracia.” Abundan las frases dedicadas a la educación. Dos de las más conocidas son de Aristóteles: “El verdadero discípulo es el que supera al maestro,” y “lo que aprendemos a hacerlo aprendemos haciendo”. Y una bella, de Plutarco: “El cerebro  no es  un vaso por llenar, sino una lámpara por encender.” Pues sí, es inducirlo a pensar.

¿Y quién educa a nuestros niños? Formalmente, el Maestro, pero en realidad todos, mal o bien, con nuestro vivo ejemplo cotidiano en casa, la televisión, el Internet, el radio y la prensa, el teatro, los museos, la sala de conciertos, la danza, –como en Isadora, Normita–, y la pintura, los viajes, y de manera sobresaliente, el libro, llamado por Jorge Luis Borges el más maravilloso invento del hombre. No hay educación, ni vida plena, sin libros. Peor  que no saber leer, es saber y no leer.

En el Siglo de Oro, hace 400 años, Francisco de Quevedo hizo el elogio de la lectura así: Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos pero doctos libros juntos / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con los ojos a los muertos.

Rodeados de ejemplos feos, los niños también padecen el entorno de dominación, miedo, creencias dogmáticas, represión, burocracias temerosas de la inteligencia, y la manipulación  para  imponer  falsos proyectos políticos,  mezquinos y anacrónicos.

El principio de la enseñanza, leer y escribir, sumar, restar y dividir, debe culminar pronto en la ciencia, el civismo, la literatura, la historia, los idiomas y las artes. Pero en un ambiente de libertad de pensamiento, para que los niños sepan desde muy temprano que ellos deberán ampliar los horizontes del conocimiento. Sólo necesitan poder soltar a volar su imaginación para crecer libremente, dice La China Mendoza. Pero hay burócratas que los quieren calladitos y quietecitos. Así no. Así, no.

Hemos tenido grandes educadores que lo sabían bien, de Justo Sierra y Vasconcelos a Jaime Torres Bodet y,  me pongo de pie, don Jesús Reyes Heroles, de quien tomo unas frases para cerrar este breve comentario:

“El maestro enseña no porque sea lo único que puede hacer, sino porque es lo que quiere hacer. En sus lecturas y relecturas va a los grandes, para no bajar el nivel del educando, sino elevarlo al suyo en aprecio, dignidad y saber. Exclusivamente por vocación se estudia para maestro, sobre la base de que es exigencia un estudio permanente y una constante gimnasia intelectual para estar al día en el saber humano y en el dinámico y cambiante saber pedagógico.” Jesús Reyes Heroles.

Felicidades, Maestros, todos.

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