Mensaje del Obispo de Tuxpan: Los haré pescadores de hombres

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que empieza la misión entre la gente sencilla de Galilea, lo presenta predicando la Buena Nueva del Reino y llamando a otros para que sean colaboradores en la tarea de la salvación.  Vemos a Jesús que invita a cuatro pescadores que dejan las redes y le siguen, porque quiere convertirlos en pescadores de hombres; así va formando el primer grupo de apóstoles.

La misión de Jonás

La misión de Jonás, que se narra en la primera lectura (Jon 3,1 ss) es algo increíble, ya que Dios lo llama a predicar la salvación, pero a una sociedad que era considerada pagana y además muy testaruda. Sin embargo, la respuesta de aquellos paganos, cabeza dura fue ejemplar. Dios es capaz de sacar santos de cualquier lugar, hasta debajo de las piedras los puede sacar.

Cuando Dios escoge… escoge. Son interesantes las historias de muchos santos; pero la de Jonás sí que es especial; está ahora sí que de novela. Se trata de un interesante y pintoresco personaje del AT que según nos cuenta el libro que lleva su nombre; pasó tres días dentro de una ballena.

El centro de la historia, sin embargo, no es ese hecho que se antoja inverosímil, el hecho central es que Jonás no quería hacer lo que Dios le pedía. Dios, sin embargo, lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la elección que Dios hizo de él- muchos también se convirtieran.

Jonás fue elegido para predicar en Nínive, en una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla”. Puede que después de nuestro llamado nos preguntemos como Jonás ¿qué podemos hacer para llevar a nuestras ciudades modernas y tan paganas, el Reino de Dios? ¿Cómo ser en ellas pescadores de hombres?

Y en ocasiones suena ridículo seguir a Jesús en un mundo que prefiere a sus ídolos de masas, sus espectáculos, el poder del dinero y las promesas fascinantes de una vida placentera y plena de comodidades. Pero Jesús empezó, junto a un pequeño lago con cuatro pescadores, a anunciar el Reino y eso perdura hasta hoy.

Librémonos de nuestra cobardía y de la falta de confianza en Jesús y su evangelio; no podemos pensar que la Buena Noticia, el Reino, sea sólo una utopía y no tenga fuerza alguna en un mundo moderno, tan lleno de ideologías y mesianismos. ¡Es tiempo de ser misioneros!

Servidores del Reino de Dios

Para San Pablo las realidades humanas son pasajeras, como el mundo en general es pasajero; por eso nos sugiere que pongamos todo al servicio del Reino de Dios. Jesús nos llama a vivir como ciudadanos del Reino en medio de las condiciones de este mundo; y eso es lo que expresa, con gran profundidad la primera carta de San Pablo a los Cor 7, 29-31 que escuchamos hoy.

Porque el plazo se ha cumplido, sentimos el apremio de vivir los valores del Reino de Dios, según la ley del amor; ello no significa negar los valores de este mundo, sino situarlos a todos ellos en la perspectiva de aquellos otros.

No podemos vivir en este mundo como si aquí fuera nuestra morada definitiva, sencillamente porque no lo es. Luego hemos de permitir que en los asuntos que nos ocupan cada día, reine también Dios: en la familia, el trabajo, las aficiones y las diversiones, la amistad, todas esas realidades que enriquecen nuestra vida; pero también en nuestras enfermedades, tristezas y limitaciones; todo aquello que nos agobia de un modo otro.

Seamos cristianos, seguidores de Jesús, hijos de Dios y hermanos entre nosotros, gente de bien, gente con valores, gente buena que sabe vivir, que sabe alegrarse, pero sobre gente que sabe amar y servir como Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida para que todos tengamos vida.

Está cerca en Reino de Dios

El anuncio es claro: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Conviértanse y crean la Buena Noticia”. Ha llegado el tiempo, estamos en el momento decisivo, hay que nacer de nuevo, lo cual supone renuncias desprendimiento y generosidad. En la práctica cuesta morir a lo viejo que está dentro de nosotros, porque nos hemos acostumbrado a la comodidad o al menos a la mediocridad.

Ese tiempo nuevo, ese tiempo de salvación se caracteriza por la presencia del Reino de Dios; dejar el mal para abrirle paso al bien. En realidad, el Reino es el mismo Jesús y con profunda humildad la Iglesia debe anunciar la proximidad del Reino. A partir de Cristo, el Reino ha dejado de ser una utopía o un simple sueño; es una realidad que “ya está, pero todavía no”; esta en sus inicios y es importante asumirlo y hacer que vaya creciendo en nosotros.

El Reino está a un paso de todo hombre o mujer sinceros que desean cambiar de vida. Por eso la conversión, el Reino de Dios, llega a nuestra vida en la medida en que nos abrimos al anuncio de la Palabra, de la buena nueva y la pongamos en práctica.

Jesús llama a los primeros discípulos

Este tiempo de salvación supone una ruptura con lo anterior, como sucedió con la llamada de Jesús a los primeros discípulos, mientras paseaba por el lago de Galilea. Parece no preocuparle la barca, las redes, o los padres de los pescadores, Él llama y su oferta es lo único importante. Dice: “Vengan conmigo” y los cuatro le entendieron, pues: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. Se los llamó para “ser pescadores de hombres”, es decir: para invitar y animar a todos a entrar en el Reino de Dios, a caminar en el bien e iniciar una nueva forma de vida..

Todos nosotros somos llamados cada día al seguimiento de Jesús; y no es fácil convertirse cada día e ir dejando ciertas cosas. No olvidemos que el camino es el mismo Jesús: seguirlo es escuchar sus palabras, empaparse de su espíritu, vivir conforme a su estilo de vida.

Está claro que el único modo de vivir con verdad y autenticidad como personas es el seguimiento de Cristo, él mismo es el Reino.  Pero hay algo más: se nos invita a ser una comunidad, en Galilea Jesús inicia la formación de la comunidad cristiana que tendrá un largo y lento proceso que concretamente inicio con cuatro discípulos.

Bien lo vivieron y entendieron Simón, Andrés, Santiago y Juan, gente sencilla y anónima. Tuvieron la suerte de encontrarse con Jesús y recibir esa noticia que les cambio la cabeza, el corazón y la vida, dejaron atrás todo lo que les ataba “y se marcharon con Él”.

Instrumentos de Dios para servir

Nosotros también hemos llamados por el Señor para ser instrumentos suyos en la tarea de animar la conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, es decir, en cada una de las personas. Y la conversión siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado, en sus distintas manifestaciones: soberbia, avaricia, lujuria ira, gula, envidia pereza.. Pero no basta esto.

Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”. Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio. No basta conocer la teoría del Evangelio: es necesario expresarlo en nuestra propia vida, manifestarlo en palabras, acciones, valores.

Es necesario cambiar la mentalidad materialista o terrena que nos vende el mundo, esa mentalidad a la que estamos muy acostumbrados. ¿Cuál es esa mentalidad del mundo? Aquélla que nos lleva a quedarnos en lo temporal y a olvidarnos de lo eterno, a preferir de manera exclusiva lo material y las cosas de este mundo y olvidarnos de lo espiritual, a conformarnos con lo humano y a descartar lo divino, a creer en el mundo y a olvidarnos del Evangelio y del cielo, al que estamos llamados y que necesitmos ir preparando día a día.

Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Ciertamente el Reino de Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando, arrepentidos y convertidos, creamos y vivamos según el Evangelio.

+ Juan Navarro C. / Obispo de Tuxpan

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