Mensaje del Obispo de Tuxpan: Juan prepara el encuentro con el Salvador

San Juan Bautista preparaba al mundo de su época y a la gente de su región para la llegada del Mesías prometido y esperado por el pueblo de Israel. El se encargó de presentarlo públicamente, cuando el Espíritu Santo se lo dio a conocer primero a él.


El Bautista predicada la conversión, motivaba a todos para el cambio y la orientación de sus vidas. Juan administraba un bautismo de penitencia, que invitaba a la conversión; era como la aceptación humilde y realista de la conversión que se realizaba en aquéllos que, motivados por su predicación, deseaban sinceramente cambiar de vida.


Este es el cordero de Dios


En esa preparación del camino del Mesías, San Juan Bautista predicaba, bautizaba y formaba un grupo de discípulos.


En el Evangelio de otro Juan, San Juan Bautista nos ha dado esta bellísima revelación: “Yo no lo conocía, pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: ‘Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo y se quedará en él. ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que éste es el Hijo de Dios” (Jn. 1, 33-42).


Nos dice el Evangelio que sucedió al día siguiente de esta confesión. Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos: Andrés y Juan, y al ver que Jesús iba pasando, les dijo: “Este es el Cordero de Dios”.


Cuando los dos discípulos oyeron al Bautista señalando a Jesús como el Mesías, esperado por Israel, lo buscaron para seguirlo. Ellos sabían de quién se trababa, pues eran discípulos del Bautista, quien los había preparado para la venida del Mesías. De allí que inmediatamente siguieron a Jesús.


Virtud de la Templanza


La Segunda Lectura de San Pablo (1 Cor. 6, 13-15 y 17-20) nos recuerda la importancia de la virtud de la templanza, ya que “nuestros cuerpos son miembros de Cristo”. San Pablo nos dice que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo y nuestros cuerpos son “templos del Espíritu Santo”. Por esta razón hemos de vivir alejados de la fornicación y llevar una vida de orden y disciplina.


Y nos recuerda además con mucha convicción: que Dios nos ha comprado a precio muy caro, por lo que le pertenecemos. Y esto lo refiere especialmente al cuerpo. ¡Qué apropiadas estas palabras en nuestro mundo actual, en el que creemos que se puede hacer lo que sea con el propio cuerpo! Y termina diciendo el Apóstol: “Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo”.


Habla Señor que tu siervo escucha


La Primera Lectura del Primer Libro de Samuel (3, 3b-10 y 19) nos habla de la vocación del joven Samuel, a quien Dios llamó por su nombre. Pero Samuel no reconocía al Señor: creía que quien lo llamaba era el sacerdote Elí, a quien auxiliaba en el Templo, ya que era una persona mayor. A la tercera llamada Elí comprende que es el Señor quien llama a Samuel.


Y le dice que responda a Dios con aquella bellísima frase, tan apropiada para la oración: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Y nos dice el texto que el Señor estaba con Samuel y todo lo que el Señor le decía se cumplía. Es el Sacerdote Elí quien instruye a Samuel para conocer la voz del Señor y para entregarse a Dios.


Orientar y animar a los demás


Sucede algo similar con San Juan Bautista y sus discípulos. La actitud del Precursor no puede ser más elocuente: San Juan Bautista muestra el Mesías a sus seguidores: “Este es el Cordero de Dios”. Y luego él mismo desaparece.


¿Cuál es la enseñanza de este episodio? En la evangelización debemos mostrar siempre a Jesús a los demás y no podemos estar mostrándonos nosotros mismos. Esto Significa que, para ser verdaderos evangelizadores, hemos de ser intermediarios, signos e instrumentos que conduzcan a los demás para que se encuentren con Jesús. Y como el Bautista, hemos también nosotros hemos de desaparecer.


Que reconozcan al Señor


Todo bautizado es llamado a seguir a Cristo y abrazar el camino de la santidad, en las prácticas religiosas, la evangelización y el apostolado; pero igualmente en las tareas temporales y en la vida diaria. En la práctica nos gusta lucirnos, nos gusta adquirir poder y prestigio con lo que hacemos. Pero la enseñanza de San Juan Bautista es clara: debemos disminuir para que el Señor crezca; debemos opacarnos para que el Señor brille; necesitamos desaparecer para que el Señor se muestre.


Por supuesto que esto se aplica a todas las tareas pastorales y a las distintas vocaciones; pero también a las actividades laborales, sociales y políticas; y por supuesto, también en la importante tarea educativa de los padres de familia.


Sólo con esas actitudes de humildad y santidad, es que otros podrán reconocer a Jesús como el Salvador y seguirlo como lo siguieron Juan y Andrés. Ellos ni lo pensaron. Rápidamente buscaron a Jesús y sin dudarlo comenzaron a caminar con el maestro, convirtiéndose pronto en sus discípulos.


Al ver que lo seguían, Jesús les pregunta: “¿Qué buscan?” Ellos le dicen que quieren conocer al Mesías: pedagógicamente Jesús les pregunta sobre sus motivos e intenciones, porque de nada vale seguir al Mesías si no estamos dispuestos a entregarnos generosamente a él.


Señor ¿dónde vives?


Ellos le preguntan: “¿Dónde vives?” En realidad, querían saber dónde buscarlo, cómo reunirse con El, cómo encontrarlo en algún momento posterior. Pero Jesús los sorprende, pues de una vez los invita a venir.


En su Evangelio, uno de aquellos que orientó el bautista, Juan evangelista, nos dice que esto sucedió a las cuatro de la tarde y que se quedaron con Jesús el resto del día. ¡Qué emoción la de estos dos jóvenes! Ya no era otro quien les hablaba del Mesías: era el Mesías en persona, hablándoles y enseñándoles.


Hagamos lo mismo nosotros


Ellos hacen lo mismo que San Juan Bautista. Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le informó que habían encontrado al Mesías. Y llevó a Pedro a donde se encontraba Jesús.


Notemos la cadena:


Elí enseña a Samuel y le orienta para que pueda encontrarse y hablar con el Señor.


Juan Bautista conduce a sus discípulos Juan y a Andrés para que conozcan a Jesús y puedan así convertirse en sus discípulos.


Andrés hará lo propio llevando a Pedro. Y así sucesivamente.
En esto consiste el apostolado y la evangelización. Unos llevamos a otros para que puedan encontrarse con Jesús. El plan de Dios es que participemos y seamos instrumentos de salvación. Es en la virtud y la santidad, donde somos de verdad signos e instrumentos eficaces para que los demás puedan descubrir efectivamente al salvador y puedan acercarse a él.
La enseñanza del bautista es muy actual y absolutamente necesaria. Tenemos que disminuir, como lo hizo el Bautista, pasar a segundo término y aún desaparecer, para que Jesús sea Quien se muestre.

+ Juan Navarro C. / Obispo de Tuxpan

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