Por Inés García Nieto
Carmen, es la mujer del puerto que en 99 años ha vivido cerca del caudaloso río Tuxpan.
Su nombre es Lucía Maya Marín. Nació el 13 de diciembre de 1911 en la hacienda “Cabellos Blancos” –hoy Santiago de la Peña, pero en el Registro Civil de Tuxpan pusieron como fecha de nacimiento el día en que fue asentada por sus padres Maximiano Maya Benítez y Carmen Marín Muñoz.
Dueña de una estatura que en su juventud superó el metro con 70 centímetros, de una memoria envidiable y una salud excepcional que hace latir su corazón sin problema alguno, Carmen descansa la tarde del miércoles 23 de noviembre de 2011 en compañía de Rita, su sobrina nieta, mientras afuera de la casa ubicada en la calle Aquiles Serdán, cerca del camino conocido como la y, acceso que da salida a Tuxpan y Poza Rica, llueve con fuerza.
Ella nació días después de que Francisco I Madero ocupara la presidencia del convulsionado México que Porfirio Díaz gobernara a sangre y fuego los últimos años que estuvo en el poder.
Ella no supo, porque nació nueve meses después, que Porfirio Díaz llegó por tren al puerto de Veracruz en mayo de 1911, para de ahí salir por el barco Ipiranga rumbo a Europa, donde finalmente se refugió en Paris, Francia, donde murió años después llorando y añorando México.
Carmen Maya Marín no supo que el 25 de marzo de 1911- el año de su nacimiento-, en una fábrica textil de Nueva York hubo un incendio que produjo la muerte de 146 mujeres, la mayoría inmigrantes que dos años antes habían realizado su primera huelga pidiendo menos horas de trabajo, mejor salario y un lugar más seguro dotado de medidas contra incendio.
Carmen no supo que Tuxpan fue capital del estado de Veracruz el 20 de junio de 1914 con el general Cándido Aguilar, pero si lo supo su padre Maximiano que entonces era juez en la ciudad y quien con temor vio llegar a cientos de villistas por la calle real de Santiago de la Peña, montados a caballo y portando armas y municiones.
Sentada en un cómodo sofá, Carmen dice que su mamá murió siendo ella muy pequeña, que no recuerda muchas cosas, pero sí sabe que su hermano Ángel, que era el más pequeño de los cinco hijos de Maximiano y Carmen, era un niño de pecho que todavía no caminaba.
Dice que a la muerte de su madre ella fue regalada con las hermanas Ralis, hijas de don Juan, quienes la ponían a barrer, a rascarle la cabeza al anciano postrado en su cama, y hasta donde recuerda las modistas no la querían ni la atendían, ya que su cabecita de abundante cabello crespo se llenó de piojos.
Cuando mi mamá vivía, relata, mi padre era juez en Tuxpan y decía que por la calle real de este lugar, habían entrado los villista con armas y montados a caballos, y eran muchos. Como él temía que le hicieran algo por ser del gobierno, mejor fue a esconderse.
Un día, platica, se me calló mi peine al pozo, y me entró mucho miedo porque sabía lo que me esperaba…
La niña que no tuvo cariño paterno, supo más tarde que sus hermanos Enrique, Armando, Gabriel y Ángel también habían sido repartidos entre tíos y demás parientes.
Ya joven se embarazó. No tuvo el amor ni el apoyo del varón que la abandonó con su pequeña Armantina (Tina), y en la década de los 30´s conoció a un hombre guapo, trabajador y bueno que se enamoró de ella y le propuso matrimonio. Su nombre era Víctor Messano Cárdenas, de profesión peluquero que una vez comprometidos le dijo a Carmen.- Conmigo no va haber familia, allá tú si te haces gorda ¡no va a ser mi hijo!
Y Carmen, quien en realidad es Lucía, describe a su esposo nacida en 1909.- Era blanco, de buen cuerpo y de ojos claros, Siempre andaban de blanco porque era peluquero y era un hombre muy bueno. Nos casamos por la iglesia y a Tina la quiso como hija, a los dos nos gustaba el trago y mientras él tomaba aguardiente yo me tomaba hasta dos cervezas “Victoria” a la vez. Ninguno de los dos nos celábamos, cantábamos las melodías de Agustín Lara y Pedro Infante, platicábamos con nuestros amigos, y una vez a mí me trajeron en carretilla de la borrachera que agarré.
Doña Carmen, o mamá Carmen como le dicen nietos, bisnietos y tataranietos suelta la carcajada al recordar esos felices momentos.
Afirma que ella ve, oye y come bien, y su único problema son sus pies que le duelen y muestra los muslos que tiempo atrás fueron “troncos de piernas”.
Antes de casarme yo me ayudaba con mi hermano Gabriel que de joven era muy atractivo. Yo compraba flores y los dos salíamos a vender, después empecé a hacer jamoncillo, pan, merengue, marquesote, galletas de mantequilla, y él los salía a ofrecer en Cabellos Blancos, que tuvo el primer carnaval y la primer feria antes que Tuxpan.
Por esas fechas, cuando mis hermanos y yo nos reencontramos éramos muy pobres. Tomábamos café con yuca, camote y plátano hervido porque antes se daba mucho el plátano río arriba, y era tal la cantidad de plátano traído de Zapotal y Tumbadero, que la gente lo tiraba en el río.
Por entonces no se conocía el pan de ahora y menos el aceite. En todas las casas se guisaba con manteca de puerco, y cuando vimos a las personas que profesaban la religión sabática guisar con aceite, decíamos ¿a qué sabrá la comida con eso?
Recuerda que en diciembre salía la muchachada con las marmotas y una gran estrella de papel china a cantar en las casas. Sus cantos hablaban del nacimiento de Jesús el hijo de Dios, y todo era diferente, muy bonito.
También dice que en Cabellos Blancos había un potrero muy grande, el potrero del arenal y ahí llegó el primer avión, luego siguieron llegando con mayor frecuencia pero no recuerda si traían gente o productos.
Carmen Maya, que este 13 de diciembre cumplirá cien años de vida, dice que cuando joven a Cabellos Blancos llegaron unos chales –chinos-, y sembraban hortalizas con agua puerca, y que otras personas vendían agua de lluvia para tomarla y guisar con ella, ya que muy pocas casas tenían pozos.
A la pregunta de qué comida le gustaba más a ella, doña Carmen responde seria.- Me gustaba todo, y fíjese que si ahora me acuerdo de algo, al rato quien sabe, porque siento que empiezo a olvidar las cosas…menos a no comer…vuelve a soltar la carcajada.
¿Qué recuerda más de su esposo Víctor? Que era muy guapo y muy bueno, que yo era la grosera, de mal genio, y él no me hacía caso.
¿Por qué era enojona? No lo sé, responde levantando los hombros y poniéndose seria. Aún sigo siendo enojona, pero mi sobrina Rita es un ángel, me tiene mucha paciencia. Una señora me decía que nosotros habíamos salidos feos por mi papá, porque mi mamá era muy bonita.
En blanco y negro se ve el rostro de una mujer de más de 20 años peinada con cabello recogido y luego Rita, la sobrina nieta de doña Carmen muestra la fotografía de la mamá de Maximiano, a doña Francisca Sánchez, donde se ve a una mujer de unos 50 años de expresión seria.
Dice que Víctor Messano trabajó en una peluquería profesional de Tuxpan que estaba en la calle Juárez, antes de llegar al mercado viejo, y el propietario del establecimiento era Alonso Castillo. Esa fotografía aparece en el libro “Veracruz, imágenes de su historia” donde se agradece la imagen proporcionada por él.
Doña Carmen ha vivido toda su vida en lo que hoy es Santiago de la Peña, tal vez por eso no supo que en 1956 a Santiago de la Peña vinieron varios cubanos, para de aquí salir la noche del 25 de noviembre a hacer la revolución en favor de su pueblo, hace 55 años.
Doña Carmen, tuvo como hija única a Tina, quien a su vez tuvo siete hijos: Lucía, Carlota, Efrén, Juana, Víctor, Esteban y Román.
La mujer que siendo joven almidonaba toda ropa, sobre todo la de su esposo de profesión peluquero, que lavaba con jabón Octagón y Argentino, que encebaba sus cuatro planchas de fierro con cebo de vela para luego lavarlas con jabón y escobeta, dice que su esposo murió, su hija Tina murió, su hermano Gabriel murió, su cuñada Epimegnia murió dejando a Alicia y Rita, y que su sobrina Rita murió a los 36 años víctima de la amibiasis, por lo que su nieta-sobrina Rita Beatriz quedó bajo su cuidado.
Rita Beatriz la cuida hoy junto con su esposo Pedro Valdés Arguelles y el pequeño Víctor, en el lugar donde Víctor Messano instalara su última peluquería.
Carmen, quien en realidad es Lucía Maya Marín, tiene hoy 15 bisnietos y once tataranietos, tiene el beneficio económico del programa “70 y más”, y espera llegar, con la ayuda de Dios, al 13 de diciembre de 2011, día en que cumplirá 100 años de vida.