Una investigación señala que los metales preciosos que hoy extraemos de las minas cayeron del espacio hace 3.900 millones de años
Que un gran tesoro caiga sobre nuestras cabezas puede ser algo más que un sueño recurrente. Un análisis de alta precisión realizado por investigadores de la Universidad de Bristol (Inglaterra) sobre algunas de las muestras de rocas más antiguas de la Tierra ha descubierto claras evidencias de que, al menos una vez, la fantasía se hizo realidad.
Según el estudio, cuyos resultados aparecen en la revista Nature, las reservas accesibles del planeta de metales preciosos como el oro y el platino son el resultado de un violento bombardeo de meteoritos, el mismo que provocó muchos de los cráteres de la Luna, ocurrido hace unos 3.900 millones de años, unos 200 millones de años después de que la Tierra se formara.
Durante la formación de nuestro planeta, el hierro fundido se hundió hacia el centro para formar el núcleo terrestre. En el proceso, se llevó consigo la gran mayoría de los metales preciosos del planeta, como el oro y el platino. De hecho, hay suficientes metales preciosos en núcleo como para cubrir entera la superficie de la Tierra con un capa de cuatro metros de espesor. Nos ahogaríamos en oro.
De acuerdo con esta teoría, la retirada del oro hacia el núcleo debería haber dejado la parte externa de la Tierra carente de «joyas». Sin embargo, los metales preciosos son decenas de miles de veces más abundantes en la corteza de silicatos de la Tierra de lo que pudiera esperarse. ¿Por qué? Previamente, ya se había argumentado que esta sobreabundancia podría haber sido causada por una lluvia de meteoritos, un cataclismo de miles de millones de toneladas de material proveniente de asteroides que golpeó la Tierra después de que se hubiera formado el núcleo. De esta forma, el «cargamento» de oro llegó solo al manto y no se perdió en las profundidades del planeta.
Para probar esta teoría, los investigadores Matthias Willbold y Tim Elliott analizaron rocas de Groenlandia de casi 4.000 millones de años. Estas rocas antiguas proporcionan una ventana única para echar un vistazo a la composición de nuestro planeta poco después de que se formara su «corazón», pero antes del supuesto bombardeo de meteoritos.
Una huella de tungsteno
Los investigadores determinaron la composición isotópica del tungsteno de las rocas. El tungsteno es un elemento muy raro -un gramo de roca contiene solo alrededor de una diez millonésima parte de un gramo de tungsteno-, y, como el oro y otros materiales valiosos, debería haber entrado en el núcleo cuando se formó. Al comprobar su firma isotópica, que es algo así como la huella dactilar de su origen, los investigadores observaron una disminución de 13 partes por millón en las tasas de tungsteno entre las rocas de Groenlandia y la actuales.
Este cambio pequeño pero significativo apoya la teoría de que los meteoritos añadieron una capa de material después de la formación de la Tierra y explica la sorprendente abundancia de oro y otras riquezas accesibles que pueden ser extraídas en la actualidad. «Nuestro trabajo demuestra que la mayoría de los metales preciosos importantes en nuestras economías y procesos industriales fueron añadidos a nuestro planeta por una afortunada coincidencia», dice Willbold.
Otro evento semejante sería catastrófico, pero es imposible no divagar sobre la idea de una fortuna caída del cielo.(Periódico español ABC)