Héctor Yunes: traicionar es lo suyo

* Pepe Yunes puede esperar  * De la derrota a la segunda campaña  * Peor que Javier Duarte  * Sus amigos, taxistas violentos  * Pide seguridad y sus parientes son falsos policías   * Josefina con Yunes azul  * Revertirá Miyuli donaciones ilegales.

Por Mussio Cárdenas Arellano/Informe Rojo

Humillado en la elección, con la derrota en el alma, Héctor Yunes es un símil de Javier Duarte: no respeta reglas, no respeta tiempos, no respeta pactos, no respeta a Pepe Yunes, el otro senador. Lo suyo es la traición.

Desatado va al norte y al sur, a la montaña y a la costa, empeñado el senador en que si ya fracasó en su empeño de ser gobernador de Veracruz, nadie le impedirá contender de nuevo y terminar de hundir a su partido, el PRI.

Reparte sueños Héctor Yunes y pregona lo que los incautos quieren escuchar. Habla de vacas y leche, de inversión, de beneficio social, de realizar el milagro de la seguridad, el desarrollo que en 12 años no aterrizó en la sociedad.

Lo circundan los repudiados de siempre, un cacique sindical como Pascual Lagunes, en Tamsa, o un ex alcalde denostado como es Balfrén González Montalvo, en Álamo.

Su campaña no terminó el 5 de junio. Sigue. Se reedita el choleño, apabullado por el voto de los veracruzanos a quienes el factor Duarte —corrupción, quiebra y violencia— convenció de que cualquiera, ya fuera Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN-PRD, o Cuitláhuac García, de Morena, eran opción infinitamente superior a la continuidad de la fidelidad duartista.

Ha seguido Héctor Yunes, a trompicones y caídas, mal visto por los priistas que saben que lo suyo es el guión de una novela en decadencia, el frustrado con ínfulas de Mesías y la ambición a flor de piel.

Habló el día de la elección de cifras que lo favorecían y horas después prefirió callar. Habló de encuestas de salida que eran treta y embuste, números maquillados para ir aterrizando el sonoro descalabro electoral que provocó la alternancia y la llegada por primera vez en 80 años de la oposición al gobierno de Veracruz.

Terminaba el día con un revés más. Así como las encuestas de salida no lo favorecían, el conteo rápido menos. Y entonces llegó el silencio.

A la mañana siguiente, el 6 de junio, tácitamente reconocía su derrota. Los números no le daban el triunfo. La debacle priista comenzaba a tomar forma. Pasaba Héctor Yunes a la historia como el primer candidato priista en perder una gubernatura. Ni Javier Duarte tuvo ese honor.

Siguió el discurso de la frustración. Si algo había que pelear, sería en los tribunales. Y ahí volvió a perder.

Volvió al Senado de la República y desde ahí inició su segunda campaña, recorriendo Veracruz, inaugurando obras en municipios. Habla de gestiones y progreso. Habla de acciones para lograr justicia social.

Camina como si no existiera pacto con Pepe Yunes Zorrilla, el otro senador por Veracruz, al que debía dejar pasar para la contienda de 2018 cuando la gubernatura vuelva a ser de seis años.

Pepe Yunes le diseñó la candidatura. Cabildeó en el PRI nacional, entre el círculo cercano al presidente Enrique Peña Nieto, con Meade y Videgaray, entre las fuerzas priistas de Veracruz. Y lo sumó al frente que impidió a Javier Duarte imponer a su sucesor.

Había un pacto. Ya no lo hay.

Fue Héctor Yunes por la de dos años y sería Pepe Yunes el que iría por la de seis en 2018.

Pero gusta de traicionar.

Vocifera que el pacto nunca consideró la derrota. Y como perdió la elección va por su segunda felpa, repudiado por aquellos que lo escucharon decir que Héctor Yunes representa el cambio para Veracruz, que vieron la farsa de las encuestas que ubicaron seis puntos arriba de Yunes azul, que usó el embuste de las promesas, como las de su campaña a senador que hasta la fecha no aterriza.

Camina solo Héctor Yunes, a velocidad de ráfaga rumbo a otra derrota electoral, fracturando las estructuras del PRI, lanzando señales que dividen, promoviendo que la oposición en Veracruz crezca y se fortalezca ante el caos que se vive al interior del tricolor.

Por hueco, su discurso es intragable. Habla de progreso cuando Veracruz se halla en virtual quiebra, saqueadas las arcas, a la baja la calificación crediticia, sin que haya bancos que le quieran prestar al gobierno que se va y al que está por venir, acusado el gobernador Javier de Duarte por la Auditoría Superior de la Federación del desvío de 35 mil millones de pesos y los 15 mil que están por venir.

Y así dice Héctor Yunes que el progreso para Veracruz ya toca a la puerta.

Ni sus arengas contra Javier Duarte le creen dentro y fuera del PRI, ni sus tuits en que lo responsabiliza de la derrota. Menos cuando en el imaginario colectivo persiste aquella frase lapidaria que lo selló: “Javier Duarte es mi jefe político”.

Exaltaba además los talentos financieros de Javier Duarte, su habilidad para el manejo del dinero, los éxitos que estaban por llegar. Y sí, los talentos del gordobés se transformaron en mansiones en Woodlands, España, Valle de Bravo, Zihuatanejo, Prado Norte, Polanco y Mazarik.

Llega al sur y dice en Coatzacoalcos que el tema de la violencia es lo suyo, que pugnará porque el Mando Único Policial cumpla. ¿Sabrá que se implantará el Mando Mixto Policial en todo el país, según acuerdo del Congreso de la Unión?

Llegó a Coatzacoalcos y lo acuerparon los taxistas belicosos de los días de la tragedia priista, el 5 de junio, cuando por primera vez en PRI perdió una elección de gobernador en Veracruz.

Lo recibe Moisés Carrillo de la Cruz, que de líder nada tiene, descalificado en redes sociales, entre el gremio, trepado en la Alianza de Taxistas de Coatzacoalcos, cenopistas todos.

Y dice Moisés Carrillo que es necesario que el senador interceda para que la seguridad llegue a Coatzacoalcos, vía las fuerzas federales.

Carrillo también es cínico. Fan de la violencia, del destrampe, de la arbitrariedad, se le vio el día de la elección con su personalidad real, la del vándalo que agrede y amenaza, la del truhán que increpa y agravia.

Con su gente, arremetió contra el vehículo en que se hallaba el senador Fernando Yunes Márquez. Lo insultó, lo retó, lo amagó.

Y luego, cuando salía de la sede de la PGR, Moisés Carrillo encabezó la hueviza contra la camioneta del senador, hijo de quien hoy es gobernador electo de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares.

Habla de seguridad y violencia Héctor Yunes y no de corrupción, tráfico de influencias y abuso de autoridad.

Nada dice del que fue su peor escándalo en campaña: sus hermanos, padre y sobrino en la nómina del instituto de la Policía Auxiliar y Protección Patrimonial (IPAX).

Aparecen en las fichas de control para poder detentar permisos de portación de armas. Son policías de oropel, falsos policías, policías de fotografía y nada más.

Decía Héctor Yunes que la revelación de INFORME ROJO era una perversidad. Calló cuando se le exhibió el oficio donde consta la asignación de armas, marca, matrícula y municiones.

Padre y hermanos asignados como “escoltas del senador”. Con su disfraz de policía, don César Yunes Faisal y sus hijos César y Rafael Yunes Landa exhibían la miseria política de Héctor Yunes.

Perverso es usar las instituciones para obtener permisos de portación de armas sin ser policías, el IPAX, su comisionado, Fernando González Ortiz, engañando a la Secretaría de la Defensa Nacional, burlando el procedimiento de ley.

Y así habla de combatir la inseguridad.

Nada respeta Héctor Yunes. Ni la inteligencia de los veracruzanos, ni las reglas entre los priistas, ni los tiempos, ni los pactos, ni a Pepe Yunes y su acuerdo. Es igual a Javier Duarte.

Lo suyo es la traición.

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