Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente
El argumento de los distractores es que la renuncia de Javier Duarte de Ochoa a la gubernatura es algo intrascendente y que no soluciona nada. Es más, se atreven a sostener que lo mejor es que se mantenga en el cargo para que así, al terminar su gestión, rinda cuentas sobre el latrocinio. No pasan de ser juicios piadosos y demasiados convenencieros, disfrazados de análisis político ya que no pueden salir abiertamente en defensa del cordobés. Si bien es cierto que quitar a Duarte no es la solución total, por supuesto que sí es un comienzo. Es lo mínimo que se requiere después de cinco años de desastre y pillerías.
Mantenerlo en palacio de gobierno es un agravio a los veracruzanos que lo repudian, pero también es el mejor abono para la derrota del abanderado de Los Mejoralitos -como le llaman a la alianza formada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal)-, Héctor Yunes Landa. Cada día que el cordobés siga en el poder son puntos menos para Yunes Landa, aun cuando quiera desligarse de él y a pesar de que haber elevado su discurso de señalamientos, en el que sigue sin mencionarlo por su nombre y apellido, y sin nombrar tampoco al resto de los cómplices pese a que son conocidos por todos.
Son tantas cosas que unen a Yunes Landa con el duartismo y su vena principal, la fidelidad, que una separación de saliva, es insuficiente y un desligue político, imposible. Basta revisar la hemeroteca para ver a Yunes Landa aplaudiendo a rabiar al impresentable exgobernante cuando acudió a la Bolsa Mexicana de Valores ((BMV) a colocar los bonos bursátiles del Impuesto a la Tenencia Vehicular, uno de los fraudes más voluminosos del sexenio anterior, o verlo montado, y también sonriente, en un caballo, justo detrás del narcotraficante Francisco Colorado, preso en Estados Unidos, y del innombrable, en aquella caravana en el norte veracruzano.
Y qué decir de las sesiones en el congreso local cuando Yunes Landa era presidente de la Junta de Coordinación Política y aprobó todas las iniciativas del innombrable para saquear a la entidad, simular obra pública, regalar notarías y edificios, avalar el negocio de la venta de placas de taxis y validar todas las cuentas públicas de cada año. O aquella reunión en Ciudad Cardel donde Yunes Landa y el innombrable dijeron burlones: “¡a nosotros que nos revisen!, abriéndose los sacos y mostrándolos impúdicamente a las cámaras, cuando los cañeros que les reclamaron los 97 millones de pesos robados de la Caja de Ahorro del ingenio El Modelo para financiar sus campañas.
Esos 97 millones de pesos no quedaron registrados en el patrimonio de Yunes Landa porque los ocupó en la compra del voto en los comicios del 2007 que lo llevaron a convertirse en diputado local pero la acusación de los agraviados ahí está en las crónicas periodísticas, pero también en denuncias penales que en su momento fueron interpuestas. No hay que olvidar tampoco que, en el 2004, Yunes Landa fue el gestor y prestó su casa en Las Animas para los primeros encuentros entre el innombrable y el entones excandidasto del Partido Acción Nacional (PAN) a la gubernatura, Gerardo Buganza Salmerón.
Entre botella y botella de vino, el innombrable y Buganza -con la presencia testimonial de Yunes Landa – hicieron los primeros acuerdos para burlarse de los veracruzanos que habían sufragado por el entonces panista e iniciar una relación de negocios y complicidades políticas. ¿Quién arregla una cita de alcances tan espinosos si no es un personaje muy cercano al interesado? Eso demuestra que Yunes Landa era ‘uña y mugre’ del impresentable, su sirviente, pues.
Eso fue en el sexenio de la fidelidad, pero en su extensión transexenal, la del duartismo, Héctor Yunes siguió complaciente y cómplice. De inicio, en el 2010 aceptó la humillación de disciplinarse, pero no se retiró al silencio sino le alzó la mano a Duarte de Ochoa y se sumó a su campaña. Es mentira eso de que haya sido un opositor al interior de priismo pues comenzó a hacer escandalo cuando llegaron los tiempos electorales y venía peligrar su futuro político. No antes. En el 2012 se convirtió en senador de la República en el 2012 con la ayuda del fraude fidelista, pues fue uno de los pagos por apoyar a Duarte dos años antes.
Ya sentado en la curul senatorial, enfermó de ceguera porque durante tres años no vio el desastre que ocurría en Veracruz ni a la gente desaparecía a manos de la policía estatal, ni los asesinatos en serie de periodistas ni los desvíos financieros ni cuando la plaza Regina, antes Sebastián Lerdo de Tejada, se colmaba de maestros, estudiantes, campesinos, obreros, activistas denunciando atropellos y robo del dinero público. Yunes Landa piensa que no hay memoria y hoy se pone el traje de crítico y opositor, y mágicamente recupera la vista para mirar, en retrospectiva, todo lo malo de su grupo político.
Es demasiado tarde porque nadie le otorga credibilidad ni siquiera los mismos priístas. Héctor Yunes quiere desligarse per ya no le alcanza el tiempo. Si bien no inició en la fidelidad su fama política y su gestión pública están ligadas a esa corriente. Héctor, Javier y el innombrable, son indisolubles. Votar por Héctor Yunes es votar por Javier Duarte y por su impresentable antecesor. Darle el sufragio al PRI con Yunes Landa como opción para gobernar es votar porque continúe la fidelidad en una versión ligera y maquillada. Por más gritos, manotazos y lágrimas, nadie le cree.
Ojo, no se equivoca el candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Cuitláhuac García Jiménez al decir que la contienda por la gubernatura no será de tercios sino de binomio. Quedará entre dos: él y Miguel Ángel Yunes Linares, abanderado de la coalición formada por el PAN y PRD. Hacia ese escenario se encamina la elección veracruzana porque el priísta Héctor Yunes va en picada, día a día pierde puntaje en la intención del sufragio y está subiendo el propio García Jiménez, quien ayer lo dijo sin tapujos y sin mentir: “uno de los primos ya está en el suelo, es el primero tricolor”. No lo dice al garete sino en base a mediciones demoscópicas.
De ahí la desesperación en el propio Yunes Landa y su equipo, que variaron -demasiado tarde- el discurso para mostrarse críticos y “agresivos” -así, entrecomillas- hablando de cárceles, de tumores, de declaraciones patrimoniales, de que es médico con la cura mágica y de otras tantas metáforas insulsas para darle la vuelta a lo que realmente necesita hacer para tratar de ganar por lo menos el beneficio de la duda: reconocer que fue parte del régimen corrupto de la fidelidad, ofrecer una disculpa pública a los veracruzanos, revelar los pactos que hizo y prometer revertirlos, y por supuesto, comprometerse -incluso por escrito y con nombres y apellidos- a que meterá a la cárcel a Javier Duarte, al innombrable, y a la manada de rateros que fueron sus cómplices. No lo hará porque sus nexos son indisolubles.